Si
estas palabras encuentran su camino a través de la prensa y otros medios de
información, y llegan como lo espero a millares y millares de exilados
latinoamericanos allí donde se encuentren, quiero que su simple contenido
valga como un mensaje dirigido personalmente a cada uno de ellos; estoy seguro de que este deseo expresará el de todos los
participantes de esta reunión.
El solo hecho de que nuestra conferencia tenga por
objeto un análisis exhaustivo del exilio tal como se presenta actualmente en
América Latina significa de por sí una primera respuesta positiva a algo que
específicamente se define como negatividad, como carencia, como
exclusión, como despojo. Aquí aprenderemos a través de ponencias y debates, las
múltiples facetas de algo que en general se considera en términos unívocos o se
sufre en un plano demasiado personal como para objetivizarlo y volverlo materia
de reflexión. Pienso que por primera vez va a enfocarse desde tantos ángulos y
tantas perspectivas una de las formas más siniestras del destino humano, y que se
lo hará precisamente para conocer mejor su realidad profunda, diagnosticarlo
como el patólogo diagnostica los males del cuerpo, y abrir un camino más lúcido y por lo
tanto más eficaz a nuestra respuesta y a nuestro combate de hombres
libres.
Nada tengo
yo de patólogo en este campo tan
cruelmente variado, tan minuciosamente
infernal. Desde mi territorio de inventor de ficciones asisto desde hace años al espectáculo de una diáspora que
tuerce, distorsiona, frustra o
metamorfosea vidas humanas en una medida
y una variedad que ningún esfuerzo de la ficción podría abarcar. Experiencias
como las que nos ha tocado vivir a quienes participamos de los trabajos del
Tribunal Bertrand Russell, para citar una de las muchas instancias donde se ha
hecho oír la voz de los exilados y los perseguidos y los humillados, obligan a
una definición mucho más radical que las actitudes usuales frente al exilio,
quiero decir la denuncia, la protesta y la solidaridad con las víctimas.
Experiencias de ese tipo, que sin duda ustedes han vivido y viven en este
contexto, exigen algo más que la adhesión fraternal y la ayuda práctica. Por mi
parte, y a riesgo de ofender a los ya ofendidos, o de lastimar a los ya
lastimados, esa visión extrema del exilio como pura infamia y puro desprecio,
me ha llevado paradójicamente a invertir totalmente su signo, a asumirlo como
positividad, como un valor y no como una privación. Libre de toda capacidad
lógica o científica, loco en mi incurable locura de cuentista y novelista, he
sentido que solamente así, invirtiendo lo que las máquinas de la opresión y el
escarnio quisieran afirmar como negatividad, será posible detener un día esa
incesante hemorragia de hombres y mujeres que desvitaliza nuestra América
Latina.
No he sido
ni soy el único en querer cambiar de signo la noción tradicional del
exilio y del
exilado; sé que en esta conferencia habrá muchas voces para proponer desde distintos
ángulos esa vertiginosa, difícil pero absolutamente necesaria revisión del
concepto de exilio, su paso de la categoría de disvalor estéril a la de valor
dinámico. Más aún, el hecho mismo de que nos reunamos para indagar esta forma
de la inhumanidad está probando que de la diáspora puede nacer un ágora, que la
sociedad y el desarraigo de miles y miles de mujeres y de hombres
latinoamericanos son superables si ayudamos a crear una noción diferente del
exilio en cada conciencia y en cada conducta.
La simple
verdad es que una noción y una praxis positivas del exilio tienen un doble valor;
si por un lado pueden modificar estereotipos negativos y disminuir nostalgias comprensibles
pero esterilizantes, por otro lado representan una estrategia y un arma de
combate, en la medida en que no aceptan la negatividad con la cual tanto
cuentan las dictaduras. Cada vez que he visto a un exilado entrar en el lento y
penoso camino de la renuncia, he sentido que algo se afirmaba y triunfaba en el
campo enemigo; y es aún más triste
pensar que acaso esa renuncia no nacía solamente de las circunstancias personales
de exilio sino que era producto de una noción rutinaria, de un lugar común persistiendo
obstinadamente desde el fondo de la historia, y que hubiera bastado mostrar a
tiempo la otra cara de la medalla para orientar positivamente toda esa negatividad
inútil, para cambiar un destino de frustración y entrega, y devolverlo a su
plenitud humana.
Sé de sobra
que los exilados responden a múltiples
estratos sociales y calificaciones culturales,
y que los hay que están mejor preparados que otros para hacer frente al vacío y
a la incertidumbre dentro de ese limbo en penumbras que es siempre el exilio.
Pero estoy seguro de que en casi todos los casos una vivencia de tipo
afirmativo es siempre posible, y que nuestro deber, puesto que estamos
especialmente equipados para ello, es luchar desde aquí y desde todas partes, tanto en
congresos como en la actividad privada, en lo teórico como en lo práctico, para
difundir, irradiar, exaltar y volver cada vez más viable esta noción dinámica,
este sentimiento de que el exilio es otra manera de vivir pero que puede
llenarse de un contenido positivo, de una violenta, hermosa fuerza contra lo
que lo provocó en su día y lo hace durar frente a toda razón y toda dignidad.
Es así como entiendo ahora la solidaridad, que vista dentro de esta perspectiva
va mucho más allá de sus manifestaciones habituales, se ahonda en una
incitación a echar por la borda los fantasmas y las nostalgias que se aferran a
los pies del presente para no dejarlo avanzar hacia el futuro. Nuestro deber para
con los exilados latinoamericanos es sobre todo el de llevarles un sentimiento
que yo llamaría solar, una claridad de vida, y no solamente ese apoyo que nace de
la fraternidad y los medios económicos, y que casi siempre se coloca bajo el
signo más o menos disimulado de la compasión. Estamos en condiciones de
potenciar fuerzas tantas veces ahogadas por una noción mediocre y rutinaria del
exilio. Ojalá que esta conferencia se cierre bajo el signo de la afirmación y
que esa voluntad de destruir el exilio dentro del exilio mismo para volverlo
combatiente y operativo, se difunda en todas las tierras donde hay latinoamericanos
que sufren, donde hay latinoamericanos que esperan.
Caracas, octubre de 1979
Ponencia de inauguración de la Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad
Latinoamericanas en los años 70, 21-29 de octubre, Caracas- Mérida, 1979
Incluído en el libro
Editado por
Barcelona 1984
Fuente: Textosenlinea
¡BRAVO JULIO CORTÁZAR !
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