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José Pulido. Foto: Vasco Szinetar |
José Pulido formaba parte de
una de las tradiciones más hermosas y
queribles de Caracas: domingo, comprar los periódicos, desayunar en la
panadería, subir al Ávila, encuentro con las mariposas azules y el canto de la
Quebrada Quintero, desparramar los periódicos entre las piedras y entonces…
José Pulido y su entrevista completaban la felicidad del día. No importaba a
quién entrevistaba, porque el placer era leerlo a él. Y las amigas: ¿qué dice
Pulido? ¿Ya leíste lo que dijo Pulido?¡Qué maravilla Pulido! Pulido era el
personaje principal. Después venía la persona entrevistada. Porque leer a José
Pulido hace bien. Da alegría. Hace pensar. Porque José Pulido escribe con
humor, ternura, compasión, inteligencia, amor. José Pulido el poeta, el escritor, el periodista. El entrevistador
que creó un estilo. El hombre amable, sencillo y tierno que crea puentes para
que la gente se encuentre, los cruce, conozca el otro lado de su lado.
José Pulido que no se merece
estar hoy en el exilio, caminando por Génova mientras anda por Caracas.
Y José Pulido es también Carlos Giménez, a
quien él y yo amamos tanto y ese hermoso artículo suyo: Carlitos sin olvido, prólogo de mi libro ¡Bravo Carlos Giménez!. Y
es esa magnífica entrevista que
acaba de hacerle a otro maravilloso y querible personaje caraqueño: Rolando
Peña. Una entrevista que es como un cuento escrito
a cuatro manos. Una entrevista que es
como una carta de amor.
Y José Pulido es este
poema suyo con el que me topo mientras
escribo y entonces me quedo sin palabras.
EL VIEJO CANTO
Antes
de que llegara la antigüedad
los
pájaros que morían
se
convertían en turmalina y cornalina
Juan
aseguró en el apocalipsis que la cara de dios era de jaspe y cornalina
en
ese rostro habrán hecho las aves uno de sus mejores cementerios
Todas
las montañas se formaron con los antepasados de los pájaros
A
partir de un pájaro amarillo, azul y verde
que
si lo enjaulan muere y en bella furia canta
nació
el cerro de Caracas ondeando aguas y ramas
el
Ávila de piedras y raíces, escupido de Pléyades
es
nuestra montaña más concreta
Con
una escoba de sueños quisiera barrer sus caminos
limpiarlos
de miserias
Es
tan grande que cupo en el universo una sola vez
cuando
se dilataron los cielos
para
que pudieran florecer los mangos
los
tucusitos del Ávila parecen inventados por Borges:
vuelan
hacia atrás porque les interesa más el principio que el final
El
Ávila es enorme pero no es tan difícil cargarlo en la maleta
es
completamente transportable en forma de sentimiento
especialmente
si has mirado sus curvaturas de sirena,
sus
crestas de animal acostado
O
si alguna vez has escuchado las aguas hablando en Quebrada Quintero
sobre
los modos de bajar hacia el Mar Caribe sin tener que preguntar la
dirección
en el valle
En
la tarde la montaña abre un ojo hecho de sol
Un
ojo que se adormece en la cabeza voraz de los árboles resecos
de
noche se agazapa con su aliento de ardores vegetales
lista
para saltar de nuevo sobre el valle asustadizo con su corazón de conejo
he
ahí la montaña que se alimenta de miradas
que
del lado de la playa es el Ávila de Reverón
enloquecida
de luz
y
del lado de Caracas es el Ávila de Cabré
con
el tornasol prestado por el colibrí rutilante
y
todas las Pléyades estornudan de amor al agitarse el Capin Melao,
la
hierba deliciosa
y
por encima y por abajo es el Ávila de todos y de nadie
una
montaña igual a la Virgen de Coromoto y a la Virgen del Valle
igual
a La Chinita y a la Divina Pastora
porque
no tienes que conocer en persona sus senderos
para
creer que representa nuestros hábitos
La montaña era dormitorio de
nubes hace un millón de años
y todavía lo es.
La montaña estaba ahí elaborando
guacharacas
antes que surgiera la idea de
confeccionar una muralla
que llamaríamos ciudad;
ese antiguo aire es lo que me
reconforta.
El Ávila es un pájaro con
mastranto en las alas,
es un dolor de incendios guardados
en un cofre de raíces.
El Ávila es como decir amén
cuando se reza por Caracas.
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Carlos Giménez, Barbarito Diez, María Teresa Castillo, Pablo Milanés, Miguel Henrique Otero, José Pulido (sentado).... en Macondo, la casa de María Teresa |
José,
¿cómo te ha tratado el coronavirus? ¿qué hiciste durante la cuarentena?
No creo que el coronavirus
haya tratado bien a nadie. Afortunadamente no lo he pescado porque siempre
estoy encerrado escribiendo y solo salgo a caminar a la montaña más cercana.
Visito las partes pobladas cuando tengo que leer poesía en algún sitio.
¿Qué
fue lo primero que hiciste cuando se levantó la cuarentena?
Para mí no se ha levantado.
Salgo a caminar pero con la mascarilla puesta. Aquí te multan si no la usas en
la calle. No he tenido un plan para cuando esto se termine. La cerveza en la
casa o en el bar me gustan igual.
¿Estás
escribiendo en estos momentos? ¿Qué?
Poesía. Hago entrevistas
para distraerme. La poesía es mi pasión constante.
¿Cuáles
son tus planes a mediano plazo?
No morir todavía para ver
qué cosas han cambiado
¿Cuándo
te fuiste de Venezuela y por qué?
En el 2017. Porque la
violencia en el país se volvió institucional, total.
¿Te
pasó algo en especial o fue el hartazgo de tantos años?
Me mantuve 17 años
soportando el deterioro, las humillaciones, ver morir a tantos amigos y
familiares. Los delincuentes que tienen luz verde en Venezuela, mataron a dos
sobrinos y a un nieto. No tenía seguro médico que sirviera ya para mi esposa y
para mí. Tampoco teníamos seguro médico para la hija menor y su hija, la
pequeña nieta que se crio con nosotros. Fue un hartazgo pero también algo de
sentido común. Habríamos muerto muy rápido allá. No habrías podido hacer esta
entrevista.
¿Alguna
vez imaginaste que ibas a tener que dejar Venezuela?
Jamás. Todo lo que uno puede
echar de menos está en donde se ha nacido y crecido.
¿Por
qué Italia? ¿La elegiste o te eligió?
En Italia vive desde hace
quince años nuestra hija mayor. Y después los poetas del Festival Internacional
de Poesía de Génova me han dado mucho aliento. He sido invitado al evento dos
años seguidos.
¿Qué
es lo que más te duele de Venezuela?
Que los venezolanos sufran y
sufran sin que nada ni nadie pueda impedirlo. Que haya tantos ciudadanos que
todavía siguen creyendo que nada malo ocurre allá, aunque vean a la gente
comiendo en la basura y se tropiecen a cada rato con cadáveres, con miserias y
con injusticias.
“Anita se ríe de miedo
entre la inconsciencia y la realidad.
Un guardia dijo que haría guantes con la
piel de sus nalgas
y ella respondió que no soportaría eso,
que prefería saber
que encuadernarían libros con su piel.
Ella quiere fumar y quiere morir”.
Pelo Blanco
(fragmento), José Pulido
(...)
Fragmento del libro ENTREVISTAS
Génova, 16 de junio de 2020