¡Bravo, Carlos Giménez! Entrevista a Alvin Astorga, actor: "Era tan generoso que él se lleva mucha gente de Córdoba a Venezuela para que tengan otra oportunidad"/ entrevista de Viviana Marcela Iriart, Córdoba, 25 de junio de 2021

 

Betty Angelotti y Alvin Astorga


¡Bravo, Carlos Giménez! Porque Carlos (Argentina 1946-Venezuela 1993) en apenas 30 años de carrera dirigió más de 80 obras de teatro en Argentina, Venezuela, México, Perú, Nicaragua, España y Estados Unidos, donde fue invitado por el mítico productor Joseph Papp, y creó  -entre otras - nueve instituciones culturales de gran importancia en Venezuela y Argentina.


¡Bravo, Carlos Giménez! Porqué creó  el Festival Internacional de Teatro de Caracas, junto a la entrañable y talentosa María Teresa Castillo;  el Instituto Universitario de Teatro  (IUDET), el Grupo Rajatabla, el Taller Nacional de Teatro (TNT), el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), el Centro de Directores para el Nuevo Teatro (CDNT), ASITEJ (Asociación Internacional de Teatro para la Juventud, Capítulo Venezuela)  y, en Córdoba,  el Festival Latinoamericano de Teatro y el grupo El Juglar cuando todavía era adolescente.


¡Bravo, Carlos Giménez! Porque cuando Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura,  vio el El Coronel no tiene quien le escriba adaptada y dirigida por ti, dijo de sus personajes: “No los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi.”


¡Bravo, Carlos Giménez! Por haber llevado a Venezuela lo mejor del teatro del mundo, permitiendo que tomáramos talleres con los grandes Maestros y Maestras y ver sus espectáculos a precios populares: Tadeusz Kantor, Berliner EnsemblePeter Brook, Giorgio StrehlerPeter SteinLindsay KempPina BauschNorma AleandroVanessa RedgraveKazuo OhnoTomaz PandurEva BergmanEugenio BarbaYves LebretonPeter Schumann,   Antunes FilhoGilles MaheuSantiago GarcíaDarío FoEls JoglarsFranca RameEllen StewartJoseph Papp,  Andrezj WajdaDacia Mariani


¡Bravo, Carlos Giménez! Por hitos como Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias,  Bolívar La Muerte de García Lorca de José Antonio Rial, Martí, La Palabra de Ethel Dahbar, La Honesta Persona de Sechuan de Brecht, Tu país está feliz de Antonio Miranda, El Campo de Griselda Gambaro, La señorita Julia de Strindberg, Peer Gynt de Ibsen, El Coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez…  Porque sus obras fueron ovacionadas en Europa, Estados Unidos y América Latina.  Porque su talento como director y gerente cultural fue único, extraordinario, irrepetible en la escena latinoamericana.


¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 19 años gana sus primeros premios internacionales en los festivales de teatro de Cracovia y Varsovia (Polonia), otorgados por el Instituto Internacional de Teatro-Unesco (ITI)  y participa en el Primer Festival de Teatro de Nancy (Francia).


¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 22 años recorre América Latina por tierra haciendo teatro para las hijas y los hijos de los mineros, los pescadores, las campesinas, los olvidados y olvidadas de la tierra y nunca dejó de hacerlo.


¡Bravo, Carlos Giménez! Porque fue generoso, amable, humilde y agradecido, aunque a veces la leyenda diga lo contrario. Un ser humano con todas las virtudes, defectos y contradicciones de los seres humanos.


¡Bravo, Carlos Giménez! 

Porque fue un genio.

Y me haces mucha falta. 





"Fue  una persona que vino y llevo a todo el mundo hacia adelante, no sabíamos a dónde íbamos pero vamos, porque él hacía que vos lo siguieras, que confiaras en él".









Alvin, ¿cómo era Carlos?


Yo creo que a Carlos lo rodeaba un aurea  trágica,  a pesar de que el carácter de él no lo era, porque era muy cotidiano y le gustaba reírse, sobre todo con el grupo Rajatabla y con su grupo de amigos y amigas.


Pero hay algo trágico en él. Elegir esta obra,  El Reñidero, fue tremendo. Porque en el momento en que la estábamos haciendo se suicidó el autor, Sergio De Cecco, que no alcanzó a ver la puesta. Carlos tenía mucho respeto por Petraglia Trabajo como actor en “Numancia” cuando era adolescente, para Carlos era como el gran maestro y decía: “¡Ah, Petraglia!”. Porque además Carlos tenía esa manera de  hablar bien de la gente ¿no?, recordaba a Azucena Carmona y decía “¡qué maravilla de actriz!” y así con ese énfasis hablaba de la gente que le gustaba. Carlos recordaba con mucha nostalgia y con mucho amor esa Córdoba de cuando él era  joven.


Era generoso.


Sí, era  muy generoso. Y tenía un poder, el manejaba como un poder en todo sentido. Se manejaba muy bien como gerente, como relaciones públicas y manejar el dinero y conseguir todo lo que necesitaba, era un fenómeno. Usaba unas botas con taquito, taquito alto y se lo sentía taconear en el escenario y se dirigía a la gente con mucha autoridad. Y claro, lo tenía a Angeloz, que era el gobernador en ese momento, él le dio la oportunidad de  hacer el Festival Latinoamericano de Teatro con todos los recursos y después le dio la posibilidad de dirigir la Comedia y de llevar la Comedia al exterior, gracias a una invitación que consiguió Carlos. Y la Comedia  nunca había salido de Argentina, salvo unas presentaciones que hicieron en Paraguay, creo.  Y nos vamos nada más ni nada menos que a Nueva York y a presentarnos bajo el ala de Joseph Papp, el mítico productor de Broadway. Y después actuamos en México. En cambio Carlos ya  de adolescente ya había estado de gira por Europa, había actuado con El Juglar en Francia y Polonia con “El Otro Judas”  ¡y ganado premios!


Volviendo a la generosidad de Carlos, sí, era tan generosa que él se lleva mucha gente de Córdoba a Venezuela para que tengan otra  oportunidad. Porque quería ayudar a la gente de Córdoba, pienso que tal vez porque le resultó tan difícil  hacer teatro acá. Y me parece que veía a Córdoba con  muchas posibilidades pero al mismo tiempo muy chato. Hablo del teatro, claro. Vino para  un festival y la Comedia estaba  presentando en el festival “Esperando la carroza”, que es un grotesco, con una escenografía muy simple, estaba muy bien hecha la obra pero cuando él la vio dijo: “No puede ser que la Comedia Cordobesa esté  haciendo esto en un festival” dijo que teníamos que hacer algo más jugado, más renovador, más de vanguardia.


¿En qué año conociste a Carlos?


En el 84 cuando  vino a realizar el festival Latinoamericano.  Carlos estaba al mando del Festival, ¿quién otro mejor para dirigir la cultura en ese momento de comienzo de la democracia? ¡Perfecto!  Sobre todo porque Carlos venía con toda la experiencia de los festivales de teatro de Caracas, que él había creado.


¿Tú trabajaste en el Festival?


Sí, nos presentamos con la Comedia Cordobesa con “Fuenteovejuna”. Y estaba actuando aparte en un teatro independiente haciendo “El Gran Ferrucci”  Carlos es posible que me haya visto en alguna de las dos obras.


¿Cómo llegaste al protagónico de El Reñidero?

Carlos me eligió para hacer Orestes después de verme actuar. Yo había entrado en el 84 en la Comedia y Carlos primero nos vio y después llegó la nota por correo diciendo quién estaba en qué personaje, y hubo una tentativa en un  momento dado de que dos actores hicieran el mismo papel, que era una cosa extraña para acá. Pero el elenco de la Comedia era muy numeroso y todo el mundo quería trabajar en la obra. Aunque ocurrió una cosa: Carlos estaba ensayando dos obras, El Reñidero con nosotros en la tarde y en la mañana “La Celestina”, con dos elencos distintos. Lo qué pasó cuando La Celestina finalmente no se puedo hacer, Carlos decidió con algunos actores que quedaron fuera del proyecto, ponerlos como remplazo. Y en mi caso, yo tenía dos madres, Adelina Costantini y Norma Mújica, un día actuaba con una y otro día con la otra, fue un reto actoral muy interesante.


¿Cómo era Carlos dirigiendo?


Era muy fuerte, muy fuerte, tenía mucha autoridad. Y en un momento hubo, entre algunos miembros del elenco, una especie de rebelión, decían “no nos puede tratar así”, especialmente los actores y actrices que tenían mucho tiempo en La Comedia. Carlos les molestaba porque decía cosas como: “síganlo a él, lo que está haciendo él – que era yo- es lo correcto, eso es lo que yo quiero”.  ¡Imaginate! Les molestaba muchísimo. O en otra escena donde alguien venía y decía: “¡Está viniendo para aquí!”, “¿Quién?” “¡Orestes!”  y Carlos desde la platea: ¡¿Qué  haces con las manitos, coño?! Miren, si ustedes siguen actuando de esa manera olvídense de New York, ¡ustedes están para Tío Pujio!”.


¿Qué era Tío Pujio?


Es un pueblito de aquí, un pueblito muy chiquito. (risas)


Carlos se enojaba.


Sí, se enojaba mucho si no le dabas lo que él quería, no insultaba pero hubo momentos muy fuertes, incluso en Nueva York, pero se enojaba por un motivo, no era un histérico que se enojaba por enojar, no, él siempre tenía un motivo. Yo por suerte le encanté. Y cuando la gente de la Comedia se quejaba por el trato que él les daba alguien me dijo: “no sabés cómo trata a la gente del Rajatabla, patadas en el culo les da”. No era verdad, pero sí se ponía como loco cuando hacías las cosas mal.


En Nueva York  tuvimos un gran éxito y Carlos estaba al mismo tiempo con Rajatabla que había llevado La Celestina, que también fue muy exitosa. Y nosotros  íbamos a ir a San Francisco a actuar pero al final Rajatabla fue a San Francisco y nosotros nos fuimos a actuar a México.



Carlos Giménez y elenco de El Reñidero







¿Cómo fue la experiencia en Nueva York?


Fortísimo, muy potente, sabíamos que íbamos con una obra muy  potente porque la música era en vivo, un bandoneón maravilloso, un guitarrista excelente, la cantante Liliana Rodríguez fantástica, pero en Nueva York actuamos en una sala más pequeña que la del San Martín y Carlos cambió todo. Te cuento, cuando se hizo acá se  hizo a todo trapo, por ejemplo  los espejos, que eran enormes y hasta eran peligrosos, yo tenía que agarrarlos y pensaba: “¿Y si se me caen encima? ¡Me parten en dos!”. Bueno, no se me cayeron a mí sino a un técnico en un ensayo pero no le hizo daño.


¿Y los espejos siguieron estando?


Sí, eran muy importantes para la puesta. En el final, que era magnífico, Azucena tira un balde de sangre sobre los espejos, era un final tremendo, tremendo, yo mataba a mi madre, al amante de mi madre, toda la cosa de la tragedia griega. Y Carlos en los ensayos decía: “no quiero drama, quiero tragedia”. Y la tragedia llevada al máximo. Y es algo que se siente  o no se siente. He visto a los griegos actuar en un festival de Caracas y sí, esa era la idea, ahora ¿qué pasó en Nueva York? Acá teníamos un gallo de riña, un gallo de verdad; arena en el reñidero, los espejos eran reales, era gigantesco todo, había celosías antiguas que se abrían de verdad, tenía un peso enorme todo eso y hechos en madera había adoquines… era muy impresionante, y cuando entrabamos estaba la música, el bandoneón, la guitarra o la voz de la cantante. ¿Qué pasó en Nueva York? Bueno se hizo como se hace en Nueva York, lo hicieron en menos de un día o dos días pero (se ríe) ¿dónde conseguir los vasos típicos de vino donde se tomaba en la pulpería? No se conseguían, entonces ¿qué me ofrecieron? Una copa de vino que al primer golpe que le di a la mesa se hizo pedazos.


¿No se llevaron la escenografía y utilería de aquí?


Se llevó una parte porque todo era imposible, especialmente los espejos y las celosías. Entonces los yankis pusieron papel espejo y el gallo (se ríe), nunca se consiguió un gallo, acá sí, cantaba y todo, pero en Nueva York no había gallo. Así y todo la obra quedó magnífica y a la gente le gustó mucho. Fue con traducción simultánea, los de habla inglesa tenían auriculares.


El día que estaban armando la escenografía estábamos con Joseph Papp, que era además del gran productor de Broadway el organizador del Festival Latino de Nueva York, y yo estaba parado al lado de él sin tomar conciencia de la importancia de ese señor para el  teatro de Nueva York, me pregunta: “¿Qué tal fue el viaje?” “Bien, bien, pero vomité en Miami” le digo. Me dice: “Buen lugar para vomitar” (risas).


¿Cómo fueron las críticas en Nueva York?


Muy buenas, todos los medios, los latinos y los americanos, recibieron la obra muy bien. Incluso hay una crítica muy buena del New York Times. Carlos estaba muy contento.


¿Cómo les fue en México?


Carlos ya no estaba con nosotros y había dejado a un director repositor, que era Raúl Brambilla que no actuaba en la obra. Fueron dos actuaciones espectaculares, una en México DF y otra que  viajamos muy al sur,  a Tabasco Villa Hermosa y nos presentamos allí. Posteriormente nos regalaron una visita a las ruinas de Palenque, con eso cerramos esa maravillosa gira.


¿Cómo fue el estreno en Córdoba?


El teatro estaba completamente lleno y recibimos una ovación Tuvimos un gran éxito, lleno todos los días, y tendríamos que haber ido a Buenos Aires después de la gira  por Nueva York y México, pero no se dio.


Para terminar, Alvin, ¿qué sientes que aportó Carlos al teatro cordobés?


Aportó muchísimo, no sólo como creador sino también como productor, llevando gente de aquí para Venezuela y otros países para que se perfeccionaran o desarrollarán más sus carreras. Fue  una persona que vino y llevo a todo el mundo hacia adelante, no sabíamos a dónde íbamos pero vamos, porque él hacía que vos lo siguieras, que confiaras en él.


¿Y para ti qué significa Carlos?


Para mí fue una experiencia genial, estar al lado de él y ver todo ese amor hacia el teatro que  tenía, toda esa dedicación, toda esa pasión. Porque Carlos  era cordobés pero a la vez tenía esa cuestión venezolana, había como una simbiosis con Venezuela, porque era muy apasionado y es hermoso ver gente así.


¿Si Carlos pudiera escucharte qué le dirías?


Que se cuide, que se hubiera cuidado, que lo necesitábamos vivo no muerto.



© Viviana Marcela Iriart

Córdoba, 25 de junio de 2021




Actor argentino nacido en Córdoba. Vivió varios años en Inglaterra. Ha trabajado en teatro, cine y televisión y realizados giras dentro y fuera de Argentina. Ha sido premiado en varias oportunidades.