¡Bravo, Carlos Giménez! María José Alfaro, mandolinista, maestra de música: “Para mí Carlos era un ángel, un ángel que llegó para iluminar el teatro en Venezuela y lo logró y se lo mostró al mundo entero” / Conversación con Viviana Marcela Iriart, Orlando, Estados Unidos, 26 de agosto de 2023

 



Yo conocí a Carlos en los inicios del grupo Rajatabla en 1971. Mi hermano Paco no pudo entrar a la Universidad Central ese año porque había disturbios por motivos políticos y entonces cerraron la universidad. Y como él estaba estudiando con Xulio Formoso, se graduaron juntos de bachilleres, los dos estaban en la misma situación. Y Xulio que era músico, guitarrista, compositor, le dijo a Paco que había un joven director, Carlos Giménez, que estaba haciendo audiciones para formar un grupo de teatro. Y entonces fueron juntos y Carlos le dijo a Xulio que le interesaba su música para su obra de teatro. Y Paco no ingresó al grupo ese día porque tenía la formación española de nuestros padres, así que le dijo a Carlos que iba a consultar con nuestros padres. Así lo hizo y mi mamá le dijo que mientras esperaba que comenzara la universidad le parecía que estaba bien así no estaba sin hacer nada.

Y fue así como mi hermano se integró al elenco original de Tu país está feliz y yo, que era muy jovencita, tenía 16 años, conocí a Carlos después la primera función, el 28 de febrero, a la que fui con mi abuelita y fue un impacto enorme para  ella porque los actores estaban desnudos y entre ellos mi hermano Paco, entonces el impacto fue muy fuerte. Después de esa función conocí a Pepe Tejera, a Xulio -que tampoco lo conocía muy de cerca- y a Carlos. Y a partir de allí se formó una relación muy familiar. Carlos nunca dejó de ir a nuestra casa y los domingos se hacía una tertulia en mi casa con toda esta gente joven que hablaba de todas las cosas que querían hacer con el teatro. Y mi mamá les preparaba cena, como buena española, y siempre tenía algo distinto. A Carlos le gustaba mucho la comida española, las tortillas de mi mamá. Y pasábamos momentos muy agradables todos los domingos y esas tertulias duraron años.

Cuando conocí a Carlos no me pareció un hombre difícil ni intimidante. Era un hombre joven, muy joven, que asombraba por la seguridad que tenía en lo que estaba haciendo siendo tan joven. Para ser un director joven, que tenía un grupo de jóvenes en sus manos, tenía que tener ese porte de seriedad y en su manera de hablar tenía todo lo  que necesita un hombre que va a dirigir: tenía fortaleza, era asertivo, era sabio. Él era muy sabio en lo que hacía y se hacía respetar. Yo era músico y estaba acostumbrado a los maestros mayores, profesores viejos, de bastante edad, y para mí era impresionante ver a un hombre tan joven dirigir a otros jóvenes. ¿Y cómo podía hacerlo? Tenía que hacerse respetar y la única manera de lograr ese respeto era siendo serio, exigente, quizá incluso más exigente que otros directores por eso, por su juventud. Él era un hombre que veía muy a futuro, él tenía una visión de futuro muy grande, pues tenía las expectativas de hacer lo que otras personas no habían hecho. Y él tenía una labia para enamorar a la gente, en la claridad de lo que él  exigía, de lo que él quería crear en el país...Tenía una labia espectacularmente divina, cuando él hablaba todo el  mundo se callaba para escucharlo.

Cuando Carlos comenzó a adquirir fama ¡no cambió! Yo nunca lo vi cambiar, nunca sentí que cambiase. Él creció como hombre, como artista, como genio. Como genio de la creación artística porque él hizo cosas donde los demás directores nunca se atrevieron a llegar. Entonces hablar de Carlos es hablar de un gran cultor. Él no se creció, él era un hombre muy exigente y no se conformaban con lo que hacían otros. Él utilizaba la magia, la grandeza, las virtudes… era imposible tratar de que saliera algo “normal” porque él buscaba más allá de lo que hacía un artista normal. Él buscaba la belleza plena, lo inimaginable y eso le gustaba mucho a la gente que lo rodeaba.

Recuerdo que en 1972 Rajatabla se va de gira por Latinoamérica y se quedan mucho tiempo en Argentina. Y Paco fue con ellos porque la universidad estuvo más de un año cerrada pero finalmente Paco no volvió a la universidad porque se quedó en el mundo del teatro. Y te tengo la mejor anécdota de Paco en Argentina. Él era muy jovencito, de cabello corto, un muchacho que estaba creciendo en Rajatabla. Paco se estaba alojando en la casa de los padres de Carlos y un día Paco dice: “me voy a bañar” y se metió en el baño para bañarse. Pero Paco siempre tardaba  mucho para bañarse. Y entonces el papá de Carlos le dice a Carlos: “este amigo tuyo tarda mucho bañándose, ¿será normal?” Y Carlos le dice que sí, que Paco siempre se demora mucho en el baño. Y al rato el papá de Carlos le vuelve a decir a Carlos que Paco se tarda mucho. A Carlos le empezó a preocupar y empezó a tocar la puerta del baño pero Paco no contestaba. Y el papá de Carlos que era un hombre muy grande, muy fuerte, tumbó la puerta y cuando se abrió encuentran a Paco debajo de la regadera con el agua fría cayéndole encima del cuerpo, desmayado. El papá de Carlos lo saca y Paco no tenía signos vitales, estaba casi muerto. ¿Qué había pasado? La ducha funcionaba con gas, le daban vueltica a la llave y empezaba a salir el gas y se prendía la válvula de fuego y salía el agua caliente.  Y Paco hizo algo mal, la válvula nunca se abrió y empezó a salir gas y el gas lo desmayó. El papá de Carlos puso a Paco sobre una mesa y cuando llegó el médico le inyectó una medicina en el corazón y Paco revivió. Aquello fue un susto tremendo para la familia Giménez, para Carlos, aquello fue terrible. El grupo regresa a Venezuela después de casi un año de gira y Paco estaba irreconocible,  tenía el pelo afro, y entonces me dijo: “Es que me morí María José, volví a nacer”. Y yo siempre le agradecí la vida de mi hermano al papá de Carlos, y a Carlos también, pero sobre todo al papá que se preocupó tanto porque Paco se tardaba mucho en el baño. Y esa fue la primera vez que Paco casi se me va.


Carlos Giménez y Francisco "Paco" Alfaro


Carlos era muy familiar, muy familiar y los domingos mi mamá, que era española,  hacía comida como para un batallón, porque como ella vivió la guerra cocinaba para todo el mundo y regalaba comida e invitaba todo el tiempo a comer a casa. Y cuando Carlos conoció la comida de mi mamá no dejaba de ir los domingos. Y tomaban el vinito, tomaban el brandy, tomaban el cafecito  negro, hablaban de los planes y proyectos. Y además de Carlos y  Paco estaban Pepe Tejera, mi querido Pepe, cómo me respetaba y cómo lo respetaba yo; Xulio, Juan Pagés, no me recuerdo todos los nombres y también estaban mi mamá,  mi papá, mi abuelita y yo. Y allí se quedaban todo el día en mi casa hasta que Carlos decía: “vámonos chicos, que tenemos que hacer cosas.” Eran los domingos de tertulia en casa de mi mamá Carmen y eso era maravilloso y Paco siempre estaba emocionado y feliz por eso.

¿Cómo no hablar del accidente que tuvo Carlos Giménez? Estaban construyendo el teatro Teresa Carreño y Carlos estaba en la parte interior en donde había andamios y un hueco profundo. Y él estaba allí visualizando una obra, viendo todo, estaba con los muchachos del grupo. Y mi mamá trabajaba como enfermera en la Clínica Sanatrix con el Dr. Manuel Palacios, que era el dueño accionista de la clínica. Y entonces Paco llama a mi mamá y le dice:

-            -Mamá, Carlos Giménez acaba de tener una caída de más de 20 metros, creemos que no sobrevive, ¿para donde lo llevo?

Y mi mamá le dice que lo lleve para la clínica, que ella acababa de hablar con el Dr. Palacios y que lo estaba esperando junto con un equipo médico. Lo llevan en ambulancia y efectivamente en la puerta de la clínica están todos los médicos: terapia intensiva, sala de emergencias, quirófano, todo el mundo. Bueno, Carlos llegó prácticamente muerto, tenía el hígado roto, tenía todo roto y una mano completamente destruida, pulverizada prácticamente. Entraron los mejores médicos: el Dr. Palacios, la Dra. Magali Torrealba, el Dr. Bertolani y Carlos duró en terapia intensiva más de 20 días. Y luego vino la rehabilitación de su mano. Pero mira, él volvió a nacer, él no tenía que morir, él era un niño que vino con un ángel y se salvó de ese evento tan traumático que tuvieron ellos. Y digo ellos porque te podrás imaginar, puros jóvenes y su director se cae. Y esa fue otra de las cosas que vivimos en mi casa.




Yo entro a Rajatabla por pura casualidad en 1977 con la obra Señor Presidente. En la obra había 3 músicos: Luis Malavé, que era el cuatrista; Simón Andrade que era el mandolinista y luego estaba Roberto Castillo que era el guitarrista. Entonces invitan a la obra al Festival de Teatro de las Naciones en Nancy, Francia, más una gira por toda Europa. Y una semana antes de partir de gira Simón le avisa a Carlos que él no puede viajar. Y Señor Presidente tiene algo muy característico que es la música en vivo y es una música propia de la Venezuela de esa época. Yo era músico, profesora de música en los conservatorios, cantante clásica y mandolinista porque pasé mi infancia tocando la  mandolina al igual que mi hermana Carmen. Entonces Paco le dice a Carlos: “Está mi hermana María José, que es mandolinista y tiene 22 años.” Y Carlos le dice: “Dile que venga ya, ayer debería haber venido.” Voy para Rajatabla, me dan las piezas de oído y yo me pongo a sacar mis canciones, me consiguen un vestuario y me fui para el Festival de Nancy. Y por eso, porque entré a último momento, no está mi nombre en ninguna parte. Luego vino una gira nacional y tampoco está mi nombre porque mi hermana Carmen había hecho una gira por América Latina con Señor Presidente, porque yo no había podido ir y cuando viene la gira nacional es mi hermana la que no puede ir, pero ya los programas estaban impresos así que tampoco aparece allí mi nombre.

¿Qué pasó en Nancy? Mira, aquello fue espectacular, primero llegamos a París, y fue espectacular llegar a París y que Carlos nos llevara a pasear alrededor del río Senna, él adelante y todos nosotros detrás de él y Carlos decía “miren esto, miren lo otro” y Carlos alucinaba, ¡estaba tan feliz ese muchacho! Todos estábamos muy felices. Pasamos la noche allí y al día siguiente muy temprano partimos en tren para Nancy.

Todo el grupo usaba unas bragas azules, finitas,  como blue jean, y cada braga decía “Rajatabla” en el lado izquierdo, esa era la braga de trabajo de Rajatabla porque en el grupo todos teníamos que trabajar, montar y desmontar en cada sitio en el que nos presentásemos: montabamos en la mañana y en la noche teníamos la representación. Era comiquísimo, nosotros por todo Nancy pegando carteles anunciando la presentación de Rajatabla, con aquel frío impresionante, 1 grado bajo cero, y nosotros con esas braguitas, yo por suerte me había llevado unos chales de lana y me los ponía encima, porque nadie pensó que hacía tanto frío en esa época en Francia, ¡qué frío pasamos en Nancy! En esa gira fuimos a España, Italia, Bélgica, Suecia, no me recuerdo todos los países porque fueron muchísimos. Y en todos los lugares era lo mismo: el público hacía que Rajatabla y Carlos salieran más de 10 veces a saludar y el público parado aplaudiendo sin cesar. Aquello era un lujo. Vivir aquello fue muy emocionante para todos, porque todos eran jóvenes que habían triunfado en Venezuela con Tu País está FelizVenezuela Tuya, muchas obras, pero Señor Presidente marcó un récord. En París nos presentamos en el Espacio Cardin, y yo decía: “¡Dios mío, estamos aquí, no lo puedo creer!”. Y nos recibió Pierre Cardin, y yo alucinaba, y Cardin enamorado de la obra, de Carlos, de todos. No hubo lugar en Europa donde no nos trataran como reyes y reinas. Y el éxito fue muy grande, enorme.


María José Alfaro, atrás con bufanda, al lado de su hermano Paco. Foto Miguel Gracia

Cuando regresamos estábamos muy felices, Carlos estaba muy feliz. Ahora, ¿qué sucedió? Que cuando tienes éxito tienes depredadores. Y Carlos tenía muchos depredadores detrás de él. La obra la pararon… ¿cuántas veces no le pararon obras a Carlos en Venezuela con la policía?  Me acuerdo de Venezuela Tuya y  yo veo hoy a Venezuela tal como Carlos  la montó en 1972: aquel poco de buhoneros vendiendo leche, agua, “se vende este país”, y era la visión que él tenía de lo que venía. Porque el texto de Venezuela Tuya es una cosa pero el montaje que Carlos hizo fue impresionante. ¿Cuántas veces no quisieron parar Señor Presidente, y lograban pararlo a veces? Entonces ¿qué pasó? Bueno, que había director jovenes y directores mayores que no tenían la misma fama que Carlos Giménez, que no habían llegado a donde Carlos llegó, entonces empezaron a hablar mal de él: que si era extranjero, que si era un tipo que golpeaba. Y, sí, cómo no, yo una vez vi a Carlos Giménez patear una puerta  y la reventó porque venía con muchas cargas, pero jamás golpeó a una persona. Y golpeó la puerta para mostrarle a un actor que tenía que actuar con furia. Y las cargas eran la envidia de los directores y de la prensa. Yo hice mi examen de música con Vicente Emilio Sojo y él le decía a la gente: “mira, tú no sirves, vete a la esquina pa vender arepas” y mira, mucha gente se frustró. Pero era lógico que fueran así. Eran personalidades que habían logrado mucho éxito y tenían una responsabilidad muy grande entre sus manos. Y Carlos soportando aquellos ataques de los demás grupos que querían desprestigiarlo, que decían que el gobierno lo ayudaba, y claro que el gobierno lo ayudaba porque el gobierno sabía a quien ayudaba, igual que ayudaba al Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles de José Antonio Abreu. Entonces, para concluir, vinimos muy felices de Europa por el gran éxito obtenido y en vez de recibirnos con alegría, o por lo menos respeto, Carlos se tuvo que enfrentar a sus depredadores.

Cuando Carlos se enfermó mi hermano iba todos los días a verlo y me contaba: “ahora la única palabra que dice es zapato, porque se le olvidaron todas las palabras.” Y Carlos sufría y se atormentaba por lo que le estaba pasando y todos sufriendo viendo la destrucción de Carlos por esa enfermedad, fue terrible. Y te voy a decir, jamás vi que Carlos le faltara el respeto a alguien, o que él hiciese algo que estuviese lejos de la integridad de un ser humano. Porque mi hermana y yo que trabajamos con él siendo tan jóvenes y que no éramos de teatro, siempre fuimos tratadas con mucho respeto.

Yo amé mucho a Carlos como amaba a mi hermano Paco, como amaba a Pepe, a Ángel Acosta, como amaba a tantas personas de Rajatabla y los hice respetar por todo el mundo, delante mío nadie podía hablar mal de Carlos ni de Rajatabla, no lo permitía, ni a la gente de teatro ni a la prensa. Abreu respetaba a Carlos Giménez y el día que  mi hermano Paco murió, el Maestro Abreu fue a la funeraria a despedirlo y dijo: “Francisco Alfaro al lado de Carlos Giménez. Nunca podrán reemplazarlos.” Y eso para mí, dicho por el Maestro Abreu, valía todo. Para mí Rajatabla fue una gran institución, me dio muchas cosas que aprender y muchas cosas que conocer, sobre todo el empeño, el trabajo, el logro de una persona. Carlos Giménez me trató siempre con amor, con cariño, a mi hermana también y mi  hermano amaba Rajatabla, allí conoció a su esposa, su hijo trabajo de niño en una obra. Carlos siempre respetó a mi mamá, mi casa, nunca hubo algo que irrespetara o que dijese o que gritase o que le levantara la mano a alguien. Nunca jamás. Esa es mi experiencia con Carlos Giménez. Lo amo, lo quiero, lo adoro y sé que donde él esté, él también siente eso por mí.

Para  mí Carlos era un ángel, un ángel que llegó para iluminar el teatro en Venezuela y lo logró y se lo mostró al mundo entero. Con el Festival Internacional de Teatro de Caracas Carlos puso a Venezuela a valer, porque venían todos los grupos de teatro del mundo y por otro lado los grupos venezolanos que estaban escondidos debajo de una escalera y  los teatros como el de La Vega y el de Petare, todos fueron incorporados al Festival. Fue algo que nadie logró hacer. Lo logró Carlos Giménez. Con su juventud, con su ímpetu y con esa luz de ángel que él tenía. Porque para mí él era eso: un ángel iluminado que vino a hacer del teatro de Venezuela lo que llegó a ser.

© María José Alfaro

Texto que formará parte de la segunda edición del libro ¡Bravo, Carlos Giménez!, de próxima publicación. 




MARÍA JOSÉ ALFARO

Nací en Sao Paulo, Brasil, y crecí en la hermosa ciudad de Caracas, Venezuela. Mi infancia estuvo repleta de felicidad, compartida con mis queridos hermanos Francisco José y Carmen. Desde una edad temprana, encontré mi pasión en la música, lo que me llevó a una vida llena de notas y melodías.

 Mi educación primaria transcurrió en el Colegio Municipal Andrés Bello, mientras que la educación secundaria la cursé en el Liceo Núñez Ponte de Caracas. Aquí, además de mi amor por la música, compartí momentos especiales enfocándome en mis estudios musicales.

La elección de estudiar música en la educación superior fue una decisión natural para mí. Me sumergí en el mundo de la música estudiando en la Escuela de Música Lino Gallardo, el Conservatorio José Ángel Lamas, el Conservatorio Juan J. Landaeta y la Escuela de Música Juan Manuel Olivares. En cada uno de estos lugares, obtuve valiosas certificaciones que me impulsaron hacia adelante.

 

Mi carrera  profesional comenzó en la Escuela de Música Pedro Nolasco Colón y el Colegio María Auxiliadora.  Desde entonces, mi carrera ha evolucionado significativamente, llevándome a destacados conservatorios y roles influyentes. Trabajé en el Conservatorio Prudencia Esaá y el Conservatorio Nacional de Música J.J. Landaeta, donde pude contribuir y formar corales infantiles en diversas escuelas.

 

Los logros han sido muchos en mi trayectoria. Uno de los momentos más memorables fue tocar la mandolina en la obra Señor Presidente con el grupo Rajatabla, dirigido por Carlos Giménez. También participé como soprano en los Madrigalistas Vicente Emilio Sojo, recorriendo escenarios internacionales y teniendo el honor de cantar para el Papa Juan Pablo II en el Vaticano.

 

La vida no estuvo exenta de desafíos, y uno de los más significativos fue enfrentar y superar un cáncer de tiroides. Mi familia y mi fe fueron pilares fundamentales para superar este obstáculo.

 

En mi vida, la influencia de mi madre Carmen Cepero ha sido incalculable, brindándome apoyo incondicional. Además, el Maestro Leopoldo Billings dejó una huella profunda en mi camino.

 

Mi día a día está impulsado por una pasión constante por la superación y el amor por mis hijos. Además de la música, tuve la fortuna de dirigir mi empresa musical Arpegio y de fundar la Escuela de Música Aka Suena, en Caracas Venezuela, donde impartí clases de pintura, danzas y música. Aka suena sirvió de motor de propulsión para muchos artistas que hoy dejan en alto el nombre de sus países, de sus familias y de nuestra misma escuela Aka suena.

 

Mi tiempo libre lo dedico al canto y a reír con mis seres queridos. Siempre he sentido una responsabilidad hacia la comunidad y he estado involucrada en actividades de voluntariado, desde parrandas hasta eventos benéficos en hospitales.

 

La partida de mi hermano Francisco José dejó una profunda marca en mi vida.

Mi familia propia, compuesta por tres hijos y cinco nietos, ha sido mi mayor fuente de inspiración y apoyo. La música corre en nuestras venas, y esto ha fortalecido nuestros lazos familiares y nuestras actividades compartidas.

 

Hoy, mi enfoque se ha ampliado hacia mi crecimiento espiritual. Soy maestra en Reiki y brindo acompañamiento espiritual, todo ello en compañía de mis hijos. Espero continuar creciendo como ser humano y contribuyendo positivamente en la vida de quienes me rodean.