Carta abierta a Oriana Fallaci, artículo de Viviana Marcela Iriart, Caracas 7 de febrero de 2005







Querida Oriana:

Cuando se publicó “La rabia y el orgullo” y Ud. fue acusada de ser racista, xenófoba, homofóbica, antifeminista, no necesité leer su libro para saber que esas acusaciones eran falsas.

Hace 30 años que la leo. Yo era adolescente cuando leí su magnífico libro “Entrevista con la Historia”, libro que debería estar en el pensum de estudios de los colegios secundarios y escuelas de periodismo de todo el mundo.

Desde entonces la admiro y la amo.

Aunque no siempre esté de acuerdo con sus opiniones, y esto es para mí lo hermoso del amor: nos permite disentir.

Por admirarla estudié periodismo y fui perseguida por la dictadura argentina y... pero esa es otra historia.

Lo que yo quiero decirle es que ahora, cuando vuelven a atacarla por su nuevo libro “La fuerza de la razón”, leí sus dos libros de un solo tirón.

Qué libros, Oriana. Qué sabiduría la suya. Qué humor. Qué tragedia.

Y sentí una ira profunda por los ataques en su contra, tan profunda como el agradecimiento que sentí y siento por Ud.

Por eso le escribo.

Para darle las gracias por hacerme ver una realidad que estaba ante mis ojos y que, por mi rechazo hacia el gobierno de Estados Unidos, veía a través de un velo.

Gracias por su valentía para decir la verdad y oponerse al poder: islámico, católico, político, económico... aún a costa de su propia vida.

Y ojalá esto último fuera sólo una frase.

Pero no.

Leo en su libro que Ud. está amenazada de muerte por el terrorismo islámico desde que publicó “La rabia y el orgullo”.

Y yo quiero decirle que Ud. tiene razón en tener rabia.

Y que ojalá existieran millones de personas con su orgullo.

Y que su razón es su fuerza.

Querida Oriana, qué terrible injusticia, qué terrible e imperdonable error, que Occidente no se haya puesto de pie para defenderla del terrorismo islámico.

Es consuelo de tontos decirle que a Jesús le pasó lo mismo.

Por eso me gustaría estar a su lado, tomarle dulcemente una mano y decirle:

           - Querida Oriana, Ud. no está sola, cuenta conmigo. Yo seré su guardaespaldas. Sólo tiene que escribirme y correré a su lado para protegerla.

Y no porque tenga ganas de morir. Me encanta mi vida.

Es porque Ud. no merece estar amenazada de muerte por decir la verdad.

Ud. no merece estar amenazada de muerte por defendernos a todos nosotros, a nuestra libertad, nuestra cultura, nuestra vida, con sus libros.

No merece estar amenazada por hacer uso del derecho a la libertad de expresión que, todavía, tenemos en casi todo Occidente.

No merece morir porque al terrorismo islámico no le gustó su libro.

Tan inseguros los terroristas islámicos, que no aceptan la más mínima crítica al Islam.

Tan cobardes los terroristas islámicos, que siempre matan por la espalda a quien está desarmado.

Y Ud. no merece, por supuesto que no lo merece, que las “autoridades” de Occidente no la defiendan y mucho menos... ¡que la ataquen por defender a Occidente del Islam!

Ud. es una heroína, Oriana, en un mundo al que sólo le gustan las heroínas en el cine.

Cuando el cineasta holandés Theo Van Gogh fue asesinado por un terrorista islámico, un hijo de inmigrantes por cierto, al que no le gustó su película sobre el Islam, pensé, miré qué ingenuidad la mía: ahora Occidente despertará y le dará las gracias a Oriana.

No fue así.

Pero yo le doy las gracias y junto conmigo millones de personas que entendieron su grito de alerta.

Y esto que voy a escribir ahora no está dirigido a Ud. sino a las personas que la atacan y a las personas que se dejan influenciar por los medios de comunicación social.

Por supuesto que Oriana no es racista.

Porque el Islam no es una raza. Es una religión.

El terrorismo islámico no es una raza. Es un crimen.

Por supuesto que Oriana no es xenófoba.

Porque ella no rechaza a los inmigrantes que respetan las leyes y las culturas del país donde viven.

Rechaza a los inmigrantes islámicos que no respetan las leyes ni la cultura del país donde viven. A los que quieren islamizar Europa por la vía del chantaje sentimental y el miedo.

Y Oriana tiene razón.

Porque si un huésped al que no invité se instala en mi casa y pretende cambiar mi forma de vida y mis reglas, ¿acaso no es mi derecho pedirle que se vaya y haga en su casa lo que le de la gana? Porque si yo voy a un país islámico tengo que respetar todas sus leyes y costumbres, aunque estén en contra de mis principios, y... ¡ay de mí si no lo hago!

Por supuesto que Oriana no ataca en su libro a la homosexualidad masculina.

Ataca a aquellos homosexuales que odian a las mujeres. Y lamentablemente, existen.

Por supuesto que Oriana no ataca al feminismo.

Ataca a aquellas feministas que no defienden a las mujeres islámicas con el argumento de que su esclavitud es un “asunto cultural”.

¡¿Pero desde cuándo la esclavitud es cultura?!

La esclavitud es una violación a los derechos humanos.

Y por supuesto que Oriana Fallaci tiene razón en decir todo lo que dice.

Y soy extranjera.

Y soy feminista.

Y el gobierno de Estados Unidos sigue sin gustarme.

Y el terrorismo islámico y el Islam me gustan menos que menos.

Pero Oriana Fallaci me gusta cada día más.

Querida Oriana, aquí estoy.

Soy su guardaespaldas.

Su escudo humano.

Y Ud. es mi bandera.

Sólo escríbame y allí estaré.

La abraza,

viviana marcela iriart

P.D. mi dirección se la envío por un medio más discreto que éste. Porque no me gusta hacerle las cosas fáciles al enemigo.


© viviana marcela iriart
Caracas, 7 de febrero de 2005.

Nota: Esta carta fue enviada a su editorial en Buenos Aires, que respondió sin ninguna cortesía, después de dos reenvíos, que se la harían llegar a su destinataria. Imagino que no fue así.