"Mi dolor de exilio es tan grande que cubre todo mi cuerpo.

Muevo un dedo del pie y sufro".

Lejos de casa


Cesária Évora: “Siempre viví a mi manera”, entrevista de Anabela Mota Ribeiro, fotografía de Pedro Loureiro, traducción Viviana Marcela Iriart, Lisboa 1999


Césaria Évora y Anabela Mota Ribeiro. Fotografía  Pedro Loureiro






“Cuando un hombre me deja voy enseguida a buscar otro, ¡no hay tiempo que perder! ¡Si no se crean telarañas! ¿Entiende? ¡No hay tiempo para telarañas!”







Cesária Évora canta desde que se acuerda y también desde que se acuerda canta descalza. Ya era una mujer madura cuando la casualidad  la trajo  a Lisboa y le marcó un encuentro con José da Silva. O Djô Silva, si prefieren, productor y empresario. Fue también en esa ocasión que entró en escena el instrumentista Paulino Vieira, que, lo digo desde la altura de mi autoridad musical (que por casualidad es inexistente, pero no importa) reformuló el sonido africano y se convirtió en una pieza fundamental de los discos de Cesária. Como saben, el fenómeno explotó primero en Francia, continuó por el resto de Europa y después llegó a los  Estados Unidos.

En el Mindelo ya todos la conocen de las serenatas y de las parodias, animadas por el ponche y otras bebidas. Sabían que era hija de un hombre que se perdía en la guitarra y sobrina de un tal B.Leza,  que habría de escribirle gran parte de sus mejores canciones. Lo que no podían imaginar: que aquella voz sería a voz de Cabo Verde y que el mundo entero la reconocería al  principio de cada morna.

Ausencia es una palabra que va muy bien con ella, con Cize. Hay una morna que incluso lleva su nombre, ese pequeño nombre por el cual Cabo Verde la llama y los músicos la saludan, Bonjour Cize. Cize se lee tal cual se escribe. Como si fuese un susurro que queda guardado entre los labios. Experimenten decir en sílabas Cize y percibirán lo que quiero decir.


Hay una parte de la entrevista en que se habla del fotógrafo Pedro Loureiro. Su historia con Cize es muy bonita. Un día él la vio, en el umbral de la puerta de su casa en Cabo Verde. Tenía las llaves sumergidas en su regazo y sentenció: “Entrevista no doy, pero si quiere entrar y comer cachupa, puede comer”.  Años después ya no recordaba si había dado la entrevista o no, sólo tenía la certeza de haberlo tratado bien porque la hospitalidad es algo que heredó de su madre y de su abuela.



¿Alguno de sus collares tiene un significado especial?
 No, para nada. Compro cualquier cosa en oro, primero porque me gusta. Primero por tener dinero para comprarlo, después porque me gusta. Mañana, si tuviera alguna necesidad, puedo quitármelo y venderlo.

Una inversión, por lo tanto.
Exactamente. O para vender o para quedarmelo, las dos cosas.

Los zarcillos parecen más antiguos. ¿Fueron heredados?
Todo lo que tengo fue comprado, no tengo nada que me hayan dado. Me dieron otras cosas, pero oro… Ah, en Argentina me dieron un collarcito. Se lo di  a mi nieta.

¿Cuántos nietos tiene?
Dos, un nene y un nena. Adilson tiene 15 años, Janete tiene 8.

¿Acompañan de cerca su carrera? ¿Van a los conciertos?
Cuando son en Cabo Verde, ellos van. Janete tiene la manía de ser modelo; le gusta caminar como modelo, le gusta cantar y bailar. No sé si le va a seguir gustando mañana cuando sea más grande, ahora es muy pequeña y le gusta. A Adilson le gusta el futbol. Dice que quiere venir a jugar en el Oporto. Yo soy del Oporto y él también. Le digo: “Un día vas a jugar allá, todavía eres muy joven”.

Adilson es hijo de Fernanda, que nació de una relación que Cesária tuvo con un jugador de fútbol.
Así es.  Puede ser que salga al abuelo.

¿Mantiene alguna relación con los padres de sus hijos?
Con el padre de Eduardo no, él es un portugués que más nunca vi. Me quedé a la espera del bebé y él vino para Portugal. No sé si está vivo o muerto. Y no me interesa saber.

¿Qué edad tenía? Era muy joven.
Era muy joven. Él nació el 5 de agosto y yo cumplí 18 años el 27 de agosto. Yo, mi hija, mi hijo y mi nieto somos del mismo mes, todos de agosto.

Debe haber sido difícil ser una madre soltera hace casi 40 años.
 No. Era joven, me las  arreglaba muy bien. Mi madre me ayudaba con mis hijos. Había pobreza, pero no tanta.

¿De qué vivían?
 Mi madre era cocinera. Y yo cantaba, tenía siempre algún troquinhoTroquinho es cuando el dinero es poco. Cuando un dinero es razonable entonces le llamamos dinero.

¿Cuándo fue que pasó a tener dinero?
A partir del 88 cuando comencé mi carrera en Francia. Iba para Cabo Verde, comenzaba a contar tantos francos, cuando me cansaba decía: “Después voy  a contar el resto”.

¿Cómo es que le pagaban, le entregaban un fajo de billetes o le hacían un depósito bancario?
Las dos cosas. Llevo una parte conmigo y después hacen un depósito y retiro allá en el banco. No puedo llevar mucha cantidad conmigo porque puede ser peligroso. José [Djô da Silva] dice que no debemos andar con mucho dinero. Si pierdo una parte, tengo la otra. Siempre fue así.

¿Cómo pagó ese oro, por ejemplo?
Tengo más [oro]. Tengo cosas que nunca usé, porque son muy voluminosas, etc. y no me gusta mucho.

La primera pieza que pudo comprar deber haber sido una especie de concretización de un sueño.
Había muchos negocios portugueses em S. Vicente. Entonces, yo compraba. Anillos, collares, zarcillos, todo.  Ahora también venden, aunque ya no sea más la época colonial.

En Portugal están los negocios que venden oro en 6 o 12 cuotas con cheques de pago diferido.
¿Qué significa cheques de pago diferido?

El comprador le entrega al vendedor la totalidad de los cheques, los que van siendo descontados mensualmente.
¿Comprar a plazos?

Sí.
En Cabo Verde, en el tiempo de la colonia, se usaba eso: la persona elegía una pieza, después daba una seña y la iba pagando de la manera que pudiera.

¿Se usan cheques?
 Se usan siempre, pero no está enraizado ese sistema de los cheques de pago diferido. Se compra poco a poco, cuando se pagó todo se lleva la mercadería. Hacemos mucho eso en Cabo Verde. Pero ahora a mí me gusta pagar al contado porque tengo dinero para comprar. No voy  a guardar el dinero en casa y decir: “Vengo luego, o vengo mañana”. Las personas siempre  miran y nunca llevan. Yo no vivo así. Prefiero comprar y pagar en el momento, así no me preocupo.

¿Intentan venderle cosas porque saben que puede comprar?
Son personas amigas que no desconfían.  Quieren darme, y yo digo que no. Cuando estoy interesada compro en efectivo.

Además del oro, ¿cuáles son sus gastos?
Compro en cualquier parte, en cualquier país. Hoy ya hice una comprita, no fue mucho, pero... Tres blusas, dos faldas.

¿Alguna de esa ropa es para usar en sus espectáculos?
Tengo ropa de espectáculo. La ropa es mía, si la quiero usar. Pero la ropa de los espectáculos la tengo aparte: tiene algún brillante, o un tejido que no sirve para vestir todos los días. Entonces, yo la guardo aparte.

¿Le gusta comprar sola o tiene a alguien que le aconseja?
 No me gusta mucho el consejo de nadie. Yo sé lo que quiero y lo que no quiero. No voy a escuchar opiniones ajenas.

¿Siempre fue así?
Desde que era verde [joven], antes de volverme madura. Hoy un muchacho  que trabaja aquí me dijo: «Oh Cesária Verde, quiero un autógrafo». Y le contesté: «¡ya no estoy verde, estoy madura! Y no es Verde, es Évora» [carcajada].

¿Hubo un momento en que pasó de ser  joven e inocente a ser  una mujer madura?
 Ya estoy madura, ya tengo 57 años. Una persona va sumando edad, es en ese sentido que digo joven y madura. Siempre viví a mi manera. Desde niña tomé decisiones sobre mi propia vida. Mi madre decía que a mí no se me podía tomar en broma.  Era la hija que le hacía más cosas a mi madre: salía de casa, mi hermano mayor me iba a buscar y recibía una buena paliza; al día siguiente, ¡salía más temprano! ¡Mi madre acabó por ponerme en un orfanato! Mandé un mensaje a mi abuela diciéndole que todos los días veías fantasmas.

¿Y veia?
¡Todo mentira! Mi abuela habló con mi madre. Ella era la cocinera del doctor y la mujer era la directora del orfanato. Habló con la directora que no podía quedarme allá por causa de esas cosas. Fue así que conseguí zafarme de las monjas y de los sacerdotes  y del aburrimiento. Yo quería ser cualquier cosa, ¡quería hacer con  mi vida lo que a mí me parecía bien!

¿Cuánto tiempo aguantó?
Entré con diez y salí con 13. Salí del orfanato, me hice mujer a los 17. A los 18 tuve hijos, etc., etc., mi vida fue así. No tuve paciencia para estudiar.

¿Fue una mala alumna?
No era de las peores, ¡pero tampoco era muy buena! Mi abuela y Doña María Amelia [profesora] eran muy amigas: trataban de ponerme en el camino correcto, pero yo no quería. Antes de entrar en el orfanato yo había hecho segundo grado. En el examen para pasar a tercer grado, nunca más agarré un libro.

¿Sabe leer y escribir correctamente?
Muy poco. Escribo Cesária Évora, se hacer las cuentas del dinero.

¿Hubo alguien que tuviera control sobre usted?
Mi padre murió cuando yo tenía siete años. La madre de mi padre era muy amiga mía, la respetaba mucho. Pero no le molestaba que yo saliera de casa. Mi hermano era militar, cuando salía del cuartel iba para la casa de la abuela para saludar y ver si me había portado bien. Recibí una paliza de mi hermano que nunca más recibí en mi vida, ¡de correa! ¡Él se fue para Dakar y yo estuve contenta! [risas].  Después una va creciendo y agarrando juicio.

Su padre tocaba la guitarra y Cesária cantaba en su regazo.
Conocí bien a mi padre y me acuerdo del día en que murió. Él era estudiante: dejó los liceos para meterse en la parodia, para tocar la guitarra. Es como mi caso, heredé eso de mi padre.

¿Cómo supo que él se había muerto?
Estaba en la casa de mi abuela cuando él murió. Mi madre iba a trabajar e íbamos para la casa de la madre de mi padre. [Canta la estrofa: Mi vida fue siempre así]. Pero yo nunca lloré lágrimas de mucha tristeza, sólo por la muerte que es una cosa aparte. Ahora, ¿llorar por un hombre? No, tengo un espíritu muy fuerte, un espíritu de combate. Cuando un hombre me deja voy enseguida a buscar otro, ¡no hay tiempo que perder! ¡Si no se crean telarañas! ¿Entiende? ¡No hay tiempo para telarañas!

¿La única cosa que te sacude es la muerte?
Si es un disparate y algo mundano, no me sacude. ¿Conoce la historia de las dos viudas que se encuentran en el cementerio? Una está haciendo pipí en la tumba del marido. La otra llora y visita al marido muerto. Un día, la que estaba llorando, llamó la atención de la otra y le dijo: “Todas las veces que te encuentro en el cementerio, en vez de llorar, tú haces pipí”. Y la otra: “Cada una llora por donde siente más nostalgia!” [carcajada].

Es una historia inventada.
Sucedió con dos viudas.

¿Es así de enamoradiza?
¡Estoy viva, no estoy muerta! Cuando era más joven, sí, pero ahora… A veces hago un casamiento a la española. Depende mi espíritu.

¿Casamiento a la española?
Se casa hoy, se divorcia mañana.

Hubo algún hombre que le hubiera gustado mucho? ¿Tuvo un gran amor en su vida?
Me gustó el padre de Fernanda. Él vino para Lisboa y al principio escribía y mandaba algo para la hija.  Dejó de escribir y dejó de mandar y Fernanda creció sin la ayuda de él. Como no se dio, paciencia, nunca más pensé en él. A mí me gustaba. Era buen futbolista, tenía buen físico, parecía el tronco de un árbol. Cuando vino fue a jugar al Caldas de Rainha.

¿Desde ese momento nunca más pensó en casarse?
Ni pensar en eso.  ¡Casarse es bueno, pero no casarse es mejor! Siempre me gustó ser mi propia dueña.

Cuando era niña, ¿no tuvo el sueño de casarse y tener hijos?
Como, ¿el casamiento es un sueño? Voy a quedarme sin casar porque no creo en sueños.

¿Soñaba por lo menos ser cantante? Era una niña y ya hacía serenatas.
Iba para las serenatas,  cantaba en todos los rincones de S.Vicente. Luego fui invitada para ir a la radio a grabar y dije que no, que no iba. Terminé por ir, para Radio Barlavento y para Radio Club de Mindelo. Después, comencé a cantar para los portugueses, en la casa de ellos y en los buques de guerra. Así fue mi comienzo.

¿Cantaba para ganar un dinerito?
Yo quería ser cantante pero no tenía recursos. Cuando cantaba en los bares me daban dinero, pero los dueños de los lugares no me daban nada. Una persona para vivir tiene que tener dinero.

¿Por qué tenía recelo de  ir a grabar a la radio?
No era una cuestión de recelo. No quería ir. Cuando comencé a pensar mejor, fui.

¿No sentía que era un paso importante para su carrera?
Para mi carrera no, en S. Vicente ya todo el mundo me conocía.

¿Sintió una emoción particular cuando se escuchó en la radio por primera vez?
Ya había escuchado mi voz al cantar para la gente. Es lo mismo.

Habla como si todo eso le resultase indiferente. ¿Siente un genuino placer cuando canta?
Es mi manera de expresarme. Siempre me gustó la música. Mucho más ahora que la música da tutu [frota el dedo medio con  el pulgar en señal de dinero]. Yo canto con placer. Estoy en un medio en el que la persona que  canta siempre tiene dinero. Tengo que tener un troquinho, ¿o no? Entonces es eso.

Un dinero. Además, ya realizó su sueño de tener una casa en Mindelo.
No es cuestión de soñar. Es preocupación de cualquier caboverdiano tener una casa para dejar de pagar alquiler. Compré mi primera casa en el 94, la segunda en el 95.

¿Quién vive con usted?
Fernanda vive en una casa que el Estado me dio para vivir, nunca viví allí porque la casa era pequeñita. Mi  familia son nueve cabezas, nueve personas. Mi hijo todavía está conmigo, ya le dije que aunque sea trajera a un mongol a casa, ¡que yo lo acepto! ¿Sabe lo que es un mongol?

No.
Mongoloide. Como el más grande, ya debería tener hijos.

¿Cuál es la profesión de él?
Él es un dejado como la madre. Cocina bien porque aprendió con la abuela. Llegó a segundo año de liceo, dijo que no quería estudiar más, yo dije que era un problema de él. Y así se quedó.

¿Es verdad que Cesária hace siempre comida de más para las personas que van llegando?
Es una tradición de mi abuela. Mi abuela era una propietaria, tenía conucos fuera de la ciudad. En esa época llovía, ahora es que no llueve en Cabo Verde. En mi infancia había mucha lluvia.

Confía abiertamente en las personas.
Claro. No preciso saber quién es el padre o la madre para tratar bien a la gente.

Cuando Pedro Loureiro [fotógrafo] estuvo en su casa le dijo que entrevista no le daba, pero que si quería podía entrar a comer.
¿Le di la entrevista?

Se la dio.
¿Hablamos mucho o poco?

Mucho. Le mostró los discos de oro que estaban debajo del sofá.
Ahora los tengo en una pared. Tengo otro disco de oro que fue éxito en Estados Unidos, Besame Mucho ¿sabe? Jaqueline, ¡explica cómo es que se hizo Besame Mucho!  [Jacqueline, la traductora, cuenta: Besame Mucho fue hecho para la banda sonora de «Great Expectations». Fue disco de oro en Estados Unidos]. Disco de Oro en Estados Unidos, ¿sabe cuánto es? 500 mil.

¿Se siente muy orgullosa cuando piensa en su éxito?
Soy una persona sencilla.  No creo que sea extraño. Era lo que estaba esperando.

¿Cree en el destino?
No, ¡destino nada! Fue una puerta que se abrió para mí y para otros artistas africanos. Estuve parada diez años: no cantaba, no iba para ningún lado. Me cansé de tanto  cantar y dije: «Voy a parar». En 1985, la Asociación de Mujeres Caboverdianas me invitó para cantar en una fiesta el día 8 de marzo.  Y canté el 5 de julio, en aquel patio grande que tienen. Entonces, el primer ministro Pedro Pires me dijo que íbamos a Portugal a grabar un disco [Cesária. Zenaide, Celina Pereira, Ana Emma].
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Fue la primera vez que salió de su tierra.
Primera vez, incluso para cualquier isla. No me gustaba ir a ningún sitio. Me gustaba estar donde estaba. No hay isla más sabrosa que S. Vicente [comienza a cantar «Mindelo Pequenino»]. ¿Conoce esa morna?

La conozco. ¿Fue difícil estar diez años sin cantar?
Era también un capricho que quería mantener. Mucha gente acá afuera pensaba que estaba muerta, otros pensaban que estaba enferma. El pueblo pensaba lo que quería pensar y yo cantaba en mi casa. A veces las personas pasaban y se paraban a ver,  y yo escondía la cabeza.

¿Fue en ese período que dejó de beber?
Fue. Cigarrillos, nunca conseguí. Dejé de beber porque dejé de frecuentar bares, de ir para casas privadas o no privadas.

¿No fue especialmente difícil?
No. Ni en aquella época ni ahora que también dejé. Van a hacer 5 años. Las personas estaban con dudas: si era por enfermedad, cualquier cosa.

¿Cómo es que comenzó a beber?
En los  bares, por influencia de una cosa u otra, una persona aprende muchos vicios.

Paró  de cantar, paró de beber.
Eso.  Paré en el 75, retomé en el 85.

¿Por qué es que paró hace cinco años atrás? ¿Problemas de salud?
Si tuviese problemas de salud no tendría una trayectoria como la que tengo. Voy siempre al médico para saber si estoy funcionando bien por dentro y por fuera, principalmente por dentro. Tengo tensión normal y no tengo problemas de corazón.

¿Entonces?
Dejé por una cuestión de fastidio. Bebí mucho desde el 85 hasta el 94. Dije: «Voy a parar». Y paré.

¿Nunca más bebió?
Hasta hoy no. Puede ser que cambie de hoy para mañana, ¿no? No dije: «Nunca más», dije «voy a poner stop». En mi casa tengo toda clase de bebidas para mis amigos.

Ahora bebe leche y café.
Café, agua, de vez en cuando un refresco.

¿Fumar y cantar son sus placeres?
Y perder la noche en la parodia. Pero sin alcohol.

¿Ya no se hacen serenatas en las noches de Cabo Verde?
Muchas cosas desaparecieron, es verdad.

Teniendo la trayectoria que tiene,  si un amigo se lo pide, ¿hace una serenata?
Claro que sí, si tengo ganas yo canto.

¿Es Cesária quien escoge a los músicos que la acompañan?
Y Djô Silva [José da Silva, el productor]. Nosotros tenemos que llegar a un acuerdo, si yo quiero o no quiero. A veces puede haber una persona que no me agrade y la persona no viene. La actitud o cualquier cosa que no esté bien para mí. Eso fue lo que pasó con el grupo Bau.

El encuentro con Djô Silva cambió su vida.
La segunda vez que Bana me trajo  para Portugal, en el 87, yo cantaba en el restaurante de él. En ese momento Djô estaba con una mujer y me dijo que cuando terminase de cantar quería hablar conmigo. En el 88 yo podía tomar compromisos con él. Del 88 hasta ahora estamos juntos, y todo funciona maravillosamente.

Djô Silva era guardabarreras en el ferrocarril. ¿Tenía experiencia como músico?
Trabajaba en el ferrocarril  y ya había tenido un grupo en Francia. Era manager de los Cabo Verde Show.

¿Fue en la misma época que se cruzó con Paulino Vieira [instrumentista]?
Paulino y yo ya habíamos tocado juntos en Lisboa. Él formó un grupo que fue para Francia a acompañar a Cesária.  Estuvimos juntos algún tiempo; como él tenía trabajo, tenía el disco que hizo dedicado a su padre, tuvo que dejarme. Después fue el Bau y ahora otro grupo. Este grupo no tiene nombre, es el grupo de Cesária. Son personas abiertas: hay tres cubanos y siete caboverdianos, dos técnicos de sonido y uno de luz. Ah, y Jacqueline trabaja con nosotros.

¿Es su asistente personal?
Sí. Jaqueline, conozco a sus padres antes que a ella.

¿Tiene orgullo patriótico?
Por mi parte, ¡no voy a dar ni voy a vender! La parte que me toca es mía. Y cada quien tiene siempre un pedacito allá, un pedacito de suelo de Cabo Verde.

¿Le es indiferente estar en Francia o en Portugal?
Soy la misma persona, nunca cambié. Soy sencilla, como ahora.

¿Conoce a Amalia?
Personalmente no la conozco, pero soy una gran admiradora suya hace muchos años. También me gustaba Alberto Ribeiro, Rui Veloso, Vitorino, Sérgio Godinho, Paulo de Carvalho, Carlos do Carmo, también lo conozco.

¿Le gusta especialmente el fado?
Para decir la verdad, me gusta Carlos do Carmo y Amalia Rodrigues.

También Amalia era de una familia humilde y comenzó a cantar en las calles.
Es como mi caso: comencé a cantar en los bares y en todos los rincones de San Vicente. Todo tiene un comienzo.

¿Es verdad que va a hacer una pausa en su carrera y que puede incluso dejar de cantar?
[A Jaqueline] Cuéntale, ¡al menos haz alguito! [Jaqueline responde: Ella no tiene planes de parar. En diciembre va a descansar seis o siete meses porque los últimos años han sido extenuantes. Jaqueline prosigue: Voy a tener que pedirle que pasemos a las fotos].

¿Le gusta pintarse las uñas?
Sí. Me gusta el azul no muy claro, el negro, el marrón, son tres colores que me gustan del  esmalte.

¿Va a la manicura?
Me arreglo yo misma. Cuando puedo me gusta ir a arreglar mis pies y hacerme las manitos. Cuando no puedo ir, tengo lima, tijera y hasta lámina para quitar los callos de los pies, y tengo acetona y algodón.

¿Canta siempre descalza?
Siempre fui una cantora descalza.

¿Se siente más confortable?
No se trata de estar confortable. Me gusta, me gusta estar descalza, como siempre.

En Cabo Verde pasa los días en el umbral de la puerta con las llaves depositadas en su regazo. ¿De dónde son esas llaves?
De mis cosas importantes. Tengo dinero, tengo una joya, ¿voy a dejarlas allí arriba de la mesa, en cualquier sitio?

¿Quién es la persona que más le gusta?
Es mi madre, que ya murió.  Después, mis dos hijos. Después, hermanos: y la persona que no sea de la familia y que me trate bien, yo la trato bien también.

De sus canciones, ¿tiene alguna que le guste más que las otras?
Mar Azul y Miss Perfumado son dos mornas que forman parte de la historia. Fue el puntapié de salida en Francia. Y con el pie derecho.





©Fotografía de Pedro Loureiro
©Traducción de Viviana Marcela Iriart


(Entrevista publicada originalmente en  DNa del  Diario de Noticias, en 1999. Cesária Évora murió en 2011).








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