"Mi dolor de exilio es tan grande que cubre todo mi cuerpo.

Muevo un dedo del pie y sufro".

Lejos de casa


Julio Cortázar: El exilio combatiente / Caracas, "Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericanas en los años 70", octubre de 1979





Si estas palabras encuentran su camino a través de la prensa y otros medios de información, y llegan como lo espero a millares y millares de exilados latinoamericanos allí  donde se encuentren, quiero que su simple contenido valga como un mensaje dirigido personalmente a cada uno de ellos; estoy seguro de que este deseo expresará el de todos los participantes de esta reunión.

El solo hecho de que nuestra conferencia tenga por objeto un análisis exhaustivo del exilio tal como se presenta actualmente en América Latina significa de por sí una primera respuesta positiva a algo que específicamente se define como negatividad, como carencia, como exclusión, como despojo. Aquí aprenderemos a través de ponencias y debates, las múltiples facetas de algo que en general se considera en términos unívocos o se sufre en un plano demasiado personal como para objetivizarlo y volverlo materia de reflexión. Pienso que por primera vez va a enfocarse desde tantos ángulos y tantas perspectivas una de las formas más siniestras del destino humano, y que se lo hará precisamente para conocer mejor su realidad profunda, diagnosticarlo como el patólogo diagnostica los males del  cuerpo, y abrir un camino más lúcido y por lo tanto más eficaz a nuestra respuesta y a nuestro combate de hombres libres.

Nada tengo yo de patólogo en este  campo tan cruelmente variado, tan  minuciosamente infernal. Desde mi territorio de inventor de ficciones asisto desde hace  años al espectáculo de una diáspora que tuerce, distorsiona, frustra  o metamorfosea vidas  humanas en una medida y una variedad que ningún esfuerzo de la ficción podría abarcar. Experiencias como las que nos ha tocado vivir a quienes participamos de los trabajos del Tribunal Bertrand Russell, para citar una de las muchas instancias donde se ha hecho oír la voz de los exilados y los perseguidos y los humillados, obligan a una definición mucho más radical que las actitudes usuales frente al exilio, quiero decir la denuncia, la protesta y la solidaridad con las víctimas. Experiencias de ese tipo, que sin duda ustedes han vivido y viven en este contexto, exigen algo más que la adhesión fraternal y la ayuda práctica. Por mi parte, y a riesgo de ofender a los ya ofendidos, o de lastimar a los ya lastimados, esa visión extrema del exilio como pura infamia y puro desprecio, me ha llevado paradójicamente a invertir totalmente su signo, a asumirlo como positividad, como un valor y no como una privación. Libre de toda capacidad lógica o científica, loco en mi incurable locura de cuentista y novelista, he sentido que solamente así, invirtiendo lo que las máquinas de la opresión y el escarnio quisieran afirmar como negatividad, será posible detener un día esa incesante hemorragia de hombres y mujeres que desvitaliza nuestra América Latina.

No he sido ni soy el único en querer cambiar de signo la noción tradicional del
exilio y del exilado; sé que en esta conferencia habrá muchas voces para proponer desde distintos ángulos esa vertiginosa, difícil pero absolutamente necesaria revisión del concepto de exilio, su paso de la categoría de disvalor estéril a la de valor dinámico. Más aún, el hecho mismo de que nos reunamos para indagar esta forma de la inhumanidad está probando que de la diáspora puede nacer un ágora, que la sociedad y el desarraigo de miles y miles de mujeres y de hombres latinoamericanos son superables si ayudamos a crear una noción diferente del exilio en cada conciencia y en cada conducta.

La simple verdad es que una noción y una praxis positivas del exilio tienen un doble valor; si por un lado pueden modificar estereotipos negativos y disminuir nostalgias comprensibles pero esterilizantes, por otro lado representan una estrategia y un arma de combate, en la medida en que no aceptan la negatividad con la cual tanto cuentan las dictaduras. Cada vez que he visto a un exilado entrar en el lento y penoso camino de la renuncia, he sentido que algo se afirmaba y triunfaba en el campo enemigo; y es aún más  triste pensar que acaso esa renuncia no nacía solamente de las circunstancias personales de exilio sino que era producto de una noción rutinaria, de un lugar común persistiendo obstinadamente desde el fondo de la historia, y que hubiera bastado mostrar a tiempo la otra cara de la medalla para orientar positivamente toda esa negatividad inútil, para cambiar un destino de frustración y entrega, y devolverlo a su plenitud humana.

Sé de sobra que los  exilados responden a múltiples estratos sociales y calificaciones  culturales, y que los hay que están mejor preparados que otros para hacer frente al vacío y a la incertidumbre dentro de ese limbo en penumbras que es siempre el exilio. Pero estoy seguro de que en casi todos los casos una vivencia de tipo afirmativo es siempre posible, y que nuestro deber, puesto que estamos especialmente equipados para ello, es luchar desde aquí y desde todas partes, tanto en congresos como en la actividad privada, en lo teórico como en lo práctico, para difundir, irradiar, exaltar y volver cada vez más viable esta noción dinámica, este sentimiento de que el exilio es otra manera de vivir pero que puede llenarse de un contenido positivo, de una violenta, hermosa fuerza contra lo que lo provocó en su día y lo hace durar frente a toda razón y toda dignidad. Es así como entiendo ahora la solidaridad, que vista dentro de esta perspectiva va mucho más allá de sus manifestaciones habituales, se ahonda en una incitación a echar por la borda los fantasmas y las nostalgias que se aferran a los pies del presente para no dejarlo avanzar hacia el futuro. Nuestro deber para con los exilados latinoamericanos es sobre todo el de llevarles un sentimiento que yo llamaría solar, una claridad de vida, y no solamente ese apoyo que nace de la fraternidad y los medios económicos, y que casi siempre se coloca bajo el signo más o menos disimulado de la compasión. Estamos en condiciones de potenciar fuerzas tantas veces ahogadas por una noción mediocre y rutinaria del exilio. Ojalá que esta conferencia se cierre bajo el signo de la afirmación y que esa voluntad de destruir el exilio dentro del exilio mismo para volverlo combatiente y operativo, se difunda en todas las tierras donde hay latinoamericanos que sufren, donde hay latinoamericanos que esperan.


Caracas, octubre de 1979
Ponencia de inauguración de la Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericanas en los años 70, 21-29 de octubre, Caracas- Mérida, 1979



Incluído en el libro 
Editado por
Barcelona 1984



¡BRAVO JULIO CORTÁZAR ! 



Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984







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