"Mi dolor de exilio es tan grande que cubre todo mi cuerpo.

Muevo un dedo del pie y sufro".

Lejos de casa


Mostrando entradas con la etiqueta JULIO CORTÁZAR. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta JULIO CORTÁZAR. Mostrar todas las entradas

“Julio Cortázar: Cartas 1977-1984”: carta a Viviana Marcela Iriart. La historia detrás de la carta / Viviana Marcela Iriart, 22 de abril de 2013










Julio Cortázar no solamente tuvo la amabilidad de concederme una entrevista  en Caracas a finales de  septiembre de 1979, cuando yo tenía 21 años, era una desconocida exiliada y escribía free-lance y gratis para Semana, una revista que estaba muriendo. También tuvo la inmensa generosidad de enviarme una carta agradeciéndome el envío de la entrevista cuando salió publicada, diciéndome hermosas palabras que sólo una persona maravillosa como él podía escribir y que, por supuesto, yo no merecía.

Cortázar estaba en Caracas para participar de la Primera Conferencia sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericana en los años 70 (21-29 de octubre), que se inauguró en Caracas y continuó luego en Mérida, que reunió a los escritores más importantes del momento: Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Antonio Skarmeta, Ernesto Cardenal…

La entrevista la firmé con seudónimo (el nombre fue elegido por el jefe de redacción) porque Cortázar  era uno de los opositores más celebres  y combativos  de la dictadura argentina; mi madre y mis hermanas vivían en Argentina y yo temía represalias contra ellas.  Cortázar, con la humanidad que lo caracterizaba, entendió mi temor cuando se lo expliqué.  

Cuando nos encontramos en el lobby del Hotel Anauco Hilton no nos dimos un beso, al estilo argentino, sino la mano, al estilo venezolano, porque eso era lo primero que yo había aprendido a hacer  después de haberme quedado un montón de veces con el beso en el aire viendo la cara de sorpresa de la persona a laque iba a besar. Cortázar, que había estado varias veces en Venezuela, parecía conocer la costumbre muy bien.

Él no preguntó por qué había sido yo condenada al exilio y yo tampoco le conté. Lo admiraba demasiado como para perder tiempo hablando de mí. Yo sólo quería oír su pensamiento. Él estaba con Carol Dunlop, encantadora con sus grandes ojos tiernos  que miraban maravillados como si fuera una niña, y Cortázar me tuvo mucha paciencia cuando ataqué a los intelectuales que mandaban a la gente a combatir y cuando las bombas caían se escondían detrás de sus libros. No era su caso, claro que no, pero había conocido a tantos así en mis últimos meses huyendo en Argentina, que sentía asco por los intelectuales. Cortázar, como si intuyera que yo me estaba desangrando de exilio,  respondía a mis ataques con paciencia y mucha dulzura. 

Él se veía muy joven y atractivo (y tenía 65 años) pero parecía un hombre muy triste, aunque en la entrevista digo que a veces sonreía como un niño, un hombre muy preocupado y parecía estar muy cansado físicamente. 







Cuando la entrevista finalizó y nos estábamos despidiendo, ya los dos parados, cuando vi que comenzaba a caminar y que se iba a ir para siempre de mi vida, sacando arrojo de no sé dónde, yo que era tan tímida, lo paré  y le dije:

-                                - Cortázar, ¿puedo pedirle un favor?
-                                 - ¡Por supuesto! –respondió con amabilidad.
-                               -  ¿Puedo darle un beso?

Cortázar  lanzó una carcajada llena de sorpresa y alegría y por primera vez vi a sus ojos brillar contentos. Carol, a su lado, me miró sonriendo con sus grandes ojos cómplices.

-¡Claro! –respondió con una sonrisa espléndida, y se inclinó para que yo pudiera llegar a su mejilla.

Un beso, una entrevista, una carta. ¿Quién podía pedir más? Cortázar fue mi mejor regalo de exilio (junto con Joan Báez, pero esa es otra historia).









Lo que Cortázar no sabía, y no tenía por qué  saber y no supo nunca, era que yo había sido condenada al exilio por ser pacifista y editar una pequeña revista subterránea de cultura, Machu-Picchu, en la que había expresado mi oposición a la guerra con Chile en septiembre de 1978. Esto  me valió la persecución, clandestinidad, asilo en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires y exilio, en ese orden. Y por carecer de militancia política era muy ingenua al suponer que bastaba un seudónimo para esconderme de la dictadura.



Porque Alberto Boixadós,  escritor argentino adherente de la dictadura,  cuyo libro Arte y Subversión tiene un capítulo dedicado a atacar a Cortázar llamado “Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa. "¿Son francotiradores o constituyen ejército regular?”,  puede leerse, ¡hoy!, en el blog  neonazi argentino llamado WeltanschauungNS



Portada del blog


Alberto Boixadós publicó en  1981 el libro “La Revolución y el arte moderno” y, continuando sus ataques a Cortázar, dice:







  
Esto demuestra dos cosas.

Primero, cuánto molestaban las palabras de Cortázar a la dictadura argentina y a sus seguidores, porque “Semana” era una revista que estaba en quiebra (cerró a los pocos meses) y por lo tanto tenía muy pocos lectores e influencia en la vida política venezolana, y la entrevista había sido realizada por una persona absolutamente desconocida e insignificante  en 1979. 

Pero en 1981, cuando sale el libro,  yo era una activa combatiente de la dictadura desde mi trabajo ad-honorem en Amnistía Internacional y  la “Coordinadora Pro-Derechos Humanos en Argentina” (formada por parte del exilio argentino en Venezuela); había dejado de usar seudónimo en 1979    y me había convertido en una pequeña figura públicaigualmente insignificante, pero para la dictadura cualquier pulga significaba la amenaza de una roncha gigante.

Y segundo, que  había traidores en el exilio argentino en Caracas, porque solamente la gente de mi entorno sabía que esa entrevista a Cortázar la había realizado yo, y nunca se había republicado con mi nombre.  (Por otra parte, en 1980 adopté mi apellido materno, Iriart,  y así se me conoce desde entonces).  ¿Quién o quiénes fueron los traidores? 

Vivir en el exilio siempre fue, entre otras cosas, como andar por un camino minado, nunca sabías cuando podías estallar en pedazos, porque la dictadura nunca dejó de perseguirnos. Tampoco cuándo la mano que se extendía amiga era la mano que en realidad quería asesinarte.

En la entrevista Cortázar se lamenta: “Porque esto yo se los digo a ustedes, pero nadie lo va a escuchar en Argentina, nadie lo va a leer, ustedes lo van a publicar y salvo que alguien lo lleve en un bolsillo, nadie va a poder leerlo allí”. Yo pensaba lo mismo. ¡Qué equivocados que estábamos! Nos habíamos olvidado de los traidores, sirviendo nuestras cabezas en bandeja de plata por dinero, envidia, ambición, perversión o simplemente odio. 

Cortázar no fue invitado a la asunción de Alfonsín cuando la democracia volvió a Argentina en diciembre de 1983. Y si alguien merecía ser invitado por todo lo que había luchado, entregado, dejado de hacer para sí, sacrificado por la democracia argentina,  era él. 

Cortázar también fue traicionado por la democracia.

Y yo sólo espero que los traidores hayan sido castigados por la justicia o por la vida, y si no fue así, allá ellos: nunca dejarán de ser un pedazo de mierda debajo de una bota militar o de un zapato democrático.

Cortázar sigue siendo uno de los más grandes escritores de todos los tiempos, de todo el mundo. Uno de los seres humanos más amado. Y yo vivo en paz. 

Y ahora que aquella carta que me envió en 1979 forma parte del libro  “Julio Cortázar: Cartas 1977-1984”, que en 5 volúmenes reúne casi todas las cartas que Cortázar escribió en su vida, sólo puedo decir una vez más: Gracias, Cortázar, por permitirme ser parte de tu vida.


22 de abril de 2013

© Fotografías  Eduardo Gamondés 






Edición a cargo de
Biblioteca Cortázar
Buenos Aires 2012









¡BRAVO JULIO CORTÁZAR ! 



Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984













Julio Cortázar, el feminismo y el comunismo / artículo de Viviana Marcela Iriart, Caracas 2004, foto Sara Facio


Julio Cortázar. Foto Sara Facio


En los años 70 y principios de los 80 del siglo XX, los partidos y las personas de ideología izquierdista eran dogmáticos e intolerantes.

Había dos temas que eran tabú y que se castigaban severamente: la denuncia de la violación de derechos humanos en la Unión Soviética y el apoyo al feminismo.

En el primer caso, decían que era un invento de la CIA. En el segundo caso, un invento del imperialismo para dividir la lucha de clases.

Si alguien de la izquierda se atrevía a hablar de un tema o del otro, eso significaba la expulsión, la condena social y política: convertirse en un contrarrevolucionario. No había espacio para las opiniones divergentes en aquellos tumultuosos años.

Cortázar,sin embargo, ejerció su derecho a la libertad y opinó sobre lo que no se podía opinar.

En la entrevista que le hice en Caracas en 1979, cuando le pregunté sobre el primer tema, respondió:

Yo creo que es positivo que se denuncien las violaciones de derechos humanos ocurridas en países socialistas, en la medida que se tenga total seguridad de lo que se denuncia. Porque, cuando se habla de violación de derechos humanos en esos países por principio, examino con mucho cuidado el expediente, porque sé de sobra hasta qué punto la información del imperialismo reforma, cambia y modifica las cosas. (....) Pero cuando en Rusia y en los países de la órbita socialista hay flagrantes violaciones de derechos humanos, yo personalmente no me callo”.

No callarse tuvo sus consecuencias.

Escribir esto hoy suena ridículo. ¿Cómo alguien podía, en los años 70, ser acusado de contrarrevolucionario por denunciar las violaciones de derechos humanos en los países socialistas, si toda la izquierda sabía que ocurrían?

Así éramos los humanos. Así somos.

Cuando cayó el Muro de Berlín, la izquierda no tuvo más remedio que hacer un mea culpa por su intolerancia. Pero Julio Cortázar ya había muerto.

Sobre el feminismo, en declaraciones dadas en París años más tarde, reproducidas por el diario El Nacional de Caracas, Cortázar dijo: “El surgimiento del feminismo es la revolución más importante del Siglo XX”.

Nadie en los años 70 y 80 podía ser feminista si pertenecía a la izquierda, y mucho menos las mujeres izquierdistas.

Voy a permitirme contar una pequeña anécdota. En 1980 conocí en ciudad de México a dos mujeres argentinas, valientes, espléndidas, inteligentes, llenas de vida. Habían sido guerrilleras, habían estado en campos de concentración, habían pasado la cárcel y ahora estaban en el exilio. Yo tenía veintidós años, ellas rondarían los treinta. No recuerdo por qué dije que era feminista. Una de ellas me miró, casi enojada, y me dijo: ¿Qué estás diciendo?”. Yo la miré sin decir nada, sorprendida por su reacción que no entendía. Pero menos entendí la respuesta de su amiga que, riendo, le dijo: “No le hagas caso. ¿No te das cuenta que es una broma?”

Una broma. Querer tener igualdad de derechos era, en aquellos años, una broma, en el mejor de los casos, o un acto contrarrevolucionario, en el peor.

Lamentablemente, hoy no suena ridículo escribir esto. En los años 70 el feminismo era catalogado como un invento del imperialismo. Hoy, como trasnochado. Es decir, fuera de lugar. Como si las mujeres ya hubiéramos logrado la igualdad de derechos y peleáramos por ellos simplemente porque estamos aburridas.

Por eso fue tan importante que un intelectual famoso y respetado como Julio Cortázar pusiera al feminismo por encima de todas las revoluciones: la rusa, la cubana, la china. Y es bueno recordar que, cuando él dio estas declaraciones, existía la Guerra Fría y esas revoluciones contaban con la simpatía de todas las personas progresistas del mundo. El feminismo, en cambio, era rechazado tanto por la izquierda como por la derecha y el centro.

Seguramente porque Cortázar se atrevió a tener su propia opinión sobre esos dos temas es que no recibió el Premio Nobel de Literatura. Uno más uno igual a castigo.

En aquella entrevista en Caracas, Cortázar también dijo: Bueno, claro que me molesta ser requerido más para dar opiniones políticas que literarias, porque soy un animal literario”.

Por eso, para que lo político no nos haga olvidarnos del maravilloso escritor, quiero terminar esta nota dando cuatro sugerencias a las y los nuevos cortazianos:

1) Que lean el libro de cuentos “Final de juego”. (“Rayuela” doy por sentado que ya la leyeron)
2) Que lean la novela “Los Premios”.
4) Que escuchen a Susana Rinaldi, esa artista genial que tanto amó Cortázar y que le inspiró esos versos que dicen:


"No sé lo que hay detrás de tu voz.
Nunca te vi, vos sos los discos
que pueblan por la noche este departamento de París.

Te busqué en Buenos Aires, pero sabés seguro
cuántos espejos de mentira te hacen pifiar la esquina,
cómo después de andar de bache en bache
acabás con ginebra en un boliche
murmurando la bronca del despiste.

No sé, ya ves, ni cómo sos,
tengo las fotos de  tus discos, gente
que te conoce y te escribe,
paredes de palabras con glicinas
y vos detrás inalcanzable siempre.

Y esto que digo de Susana
es también Argentina donde todo
puede esconder la estafa, si no sabemos ser
como el farol del barrio, o como aquí sus tangos,
vigías de la noche y la esperanza".


Pero eso sí, primero leen a uno y después escuchan a la otra o viceversa. Porque los genios se disfrutan de a uno.

Caracas, 2004

Nota
Este texto fue escrito a solicitud de una revista digital que iba a realizar un homenaje a Cortázar.

El artículo, y parece broma pero no lo es,  fue rechazado porque hablaba de feminismo.

No quiero decir  el nombre de la revista porque estaba dirigida por una persona que había sido solidaria conmigo y la solidaridad nunca la olvido, siempre la agradezco. 



En 2004 el feminismo todavía seguía siendo una mala palabra en América Latina. No así en Estados Unidos, donde el artículo fue publicado por diferentes revistas digitales, 84 años después que las feministas lograran el derecho al voto después de ser  perseguidas, encarceladas, encerradas por la fuerza en manicomios, torturadas. El resto de los derechos no les costó menos esfuerzo y aún continúan luchando.

16 de mayo de 2013

¡BRAVO JULIO CORTÁZAR ! 



Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984







Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...