Yo acababa de llegar a Argentina (diciembre 2004) justo cuando una jueza se presentó en el Centro Cultural Recoleta, lugar donde se exhibía la Retrospectiva, y después de recorrerla determinó que la misma hería la sensibilidad católica… y la prohibió.
Y como ya se sabe que no hay nada más tentador que lo prohibido, yo me moría de ganas de conocer la obra de León Ferrari.
Rápidamente las autoridades del Centro Cultural Recoleta y del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, organizadores de la muestra, recurrieron a su vez a la justicia.
Estaba en la estación del subte con mi hermana cuando, días más tarde, vimos en la televisión que la justicia había dictaminado que se reabriera la Retrospectiva prohibida.
- ¡Corramos a verla! –le dije a mi hermana mientras nos zambullíamos en el vagón del subte-. Porque dentro de unas horas puede estar prohibida de nuevo.
Así que corrimos. Y junto con nosotras, centenares de personas que parecían tener nuestro mismo temor. Porque la cola para entrar a la exposición era de casi una cuadra… bajo el rayo inclemente del sol veraniego.
¡Oh sorpresa! Las puertas de la sala estaban cerradas y custodiadas por vigilantes privados que no dejaban entrar a nadie. Los minutos pasaban, la cola seguía creciendo y las puertas continuaban cerradas.
Mi indignación estaba empezando a crecer cuando de repente vi que salían 4 personas de la sala y entonces los vigilantes dejaron entrar a 4 personas de la cola. Ya adentro, sus bolsos eran revisados minuciosamente y los muy grandes iban a parar al guardabolsos de la sala. La verdad: me sentí en una dictadura.
Pero cuando finalmente logramos entrar entendí que todas esas medidas de seguridad eran para protegernos y no para intimidarnos, porque cuando los vándalos habían atacado las obras del Sr. Ferrari, leí en un mural de la sala, tampoco habían sido muy amables con el público que allí se encontraba. Pobrecitos los vándalos católicos, son muy sensibles pero les falta un poquito de educación y buenos modales. Humildemente les pido que vayan un poco menos a la Iglesia y un poco más a la escuela. Dios y la Patria se lo agradecerán. Amén.
Al ingresar a la sala sentí una inmensa alegría al ver que estaba repleta de gente, tanta que hacían cola frente a las obras para poder verlas, y al mismo tiempo algo de temor. Me pregunté si detrás de esas aparentes pacíficas personas no habría un vándalo escondido, dispuesto a partirme una obra en la cabeza.
Y entonces allí, enfrente mío, colgado del techo, imponente, enorme, conmovedor, estaba Jesús crucificado sobre un avión de guerra.
Era impresionante. Un desgarrador llamado a la paz.
Jesús en bombardero. Obra de León Ferrari |
El silencio era sepulcral. Como si las cientos de personas que estaban allí sintieran que en cualquier momento el avión iba a comenzar a descargar sus bombas sobre nosotros.
Era un silencio que daba miedo.
Pero no era el Jesús crucificado en el avión lo que asustaba, sino no saber cuál sería la siguiente acción bélica de los vándalos católicos y compañía. Porque no nos engañemos: los vándalos católicos y los militares torturadores siempre han andado codo a codo, como una tierna parejita enamorada del terror.
Vimos cientos de obras, la Retrospectiva abarcaba 50 años de la trayectoria del Sr. Ferrari, y mi hermana y yo nos mirábamos interrogándonos, porque aquello que tanto había herido la sensibilidad de… aquello no aparecía. Miramos, miramos y miramos hasta que… ¡por fin! dimos con el fruto prohibido.
¡Ah, cómo me hizo reír el Sr. Ferrari! Porque sus obras tienen un gran humor, acido, dulce, mordaz y crítico a la vez. Y lleno de sensibilidad.
Sí, fue muy divertido ver una botella llena de condones con una pequeña foto del Papa pegada por delante. Pero no es divertido la cantidad de gente que muere de SIDA porque el Papa prohíbe los condones. Fue gracioso ver una sartén llena de santos; una Ultima Cena en donde Jesús y los Apóstoles están acompañados de un orangután y ratas (en Argentina a los militares torturadores se les llama gorilas; pobrecitos los gorilas, qué culpa tienen ellos para que los asocien con semejantes bestias); famosos cuadros sobre el Infierno, realizados por pedido de la Iglesia Católica, en donde los seres humanos torturados en el asador fueron reemplazados por santos.
Oh, esto último hirió muchísimo la sensibilidad de…
Y el Sr. Ferrari, con una lógica irrebatible, preguntó: ¿por qué la tortura es buena para los humanos y mala para los santos?
Quiero aclarar algo: la mayoría de la Retrospectiva no hacía ninguna alusión al catolicismo. Y muchas de las obras que sí lo hacían no eran creación del Sr. Ferrari sino de la propia Iglesia Católica Argentina: su apoyo a los genocidas de la última dictadura militar (1976-1983) mostradas en recortes de prensa de aquella época; las “carnales” relaciones actuales entre el Vaticano y aquellos genocidas. Lo que hizo el Sr. Ferrari, simplemente, fue exhibir lo que los diarios de aquí y de allá publicaron sin ningún pudor.
El Sr. Ferrari, que con ese material podría haber hecho un panfleto político, hizo en cambio una obra artística que nos convoca a No Olvidar.
No hay resentimiento ni odio en su obra. Y el Sr. Ferrari tiene sobrados motivos para tener ambos sentimientos: tiene un hijo desaparecido y él fue condenado al exilio durante varios años. Pero a sus 84 años el Sr. Ferrari lo que tiene para ofrecernos es Amor. Un amor cargado de verdad, memoria y humor. Un amor redentor más no perdonador. Porque se puede perdonar, quizá, a quien pide perdón, pero ni la Iglesia Católica ni los genocidas argentinos lo han hecho todavía.
El dictador argentino Videla y el Arzobispo de Buenos Aires, Aramburu. ©León Ferrari |
EL DIA EN QUE LOS VÁNDALOS Y COMPAÑÍA ATACARON DE NUEVO
No fue un día. Fueron muchos los días y las noches en que el Sr. Ferrari, igual que en una dictadura, recibió amenazas telefónicas de muerte. Anónimas, por supuesto. Porque los vándalos y compañía siempre son cobardes.
Y el Sr. Ferrari, para no exponer al público a futuras agresiones, decidió adelantar la clausura de su Retrospectiva.
Ese último día fue una fiesta y un duelo.
Una fiesta porque más de 70.000 personas fueron a darle su apoyo al Sr. Ferrari.
Un duelo porque ese día la democracia argentina perdió una batalla frente al terrorismo católico y compañía.
En las fotos del día después, el Sr. Ferrari sonreía feliz rodeado de una multitud que, decía el diario, coreaba su nombre como si fuera un cantante de rock: “¡León, León, León!”
Esa sonrisa fue la derrota de los vándalos.
La Retrospectiva, la más visitada en toda la historia del Centro Cultural Recoleta, la victoria de una parte del pueblo argentino que se niega a perder la memoria.
Porque sabe que perder la memoria es quedar en la oscuridad, sin un farol que nos indique el camino de salida.
O peor.
Quedar con un farol que unos vándalos y compañía patean desde la oscuridad para que nos quedemos perdidas para siempre.
© Viviana Marcela Iriart
Caracas, febrero 2005
Nota del 17 de marzo de 2023:
El 6 de enero de 1979, perseguida por ser pacifista por la dictadura militar
argentina, fui al convento de San Miguel de la Compañía de Jesús cuya máxima autoridad era Jorge Bergoglio, el actual Papa Francisco, a pedir refugio por unas noches. Iba
recomendada. Me atendió un jesuita cuyo
apellido lamentablemente no recuerdo que, después de escuchar mi historia, me
dijo, textualmente:
- Si te están siguiendo y te agarran acá, nos llevan a todos, ¿entendés?
-
¿Entonces
no pueden darme refugio?
-
Si sos inocente, entregate, no te va a pasar
nada.
Sin poder creer en lo que oía le respondí:
- Pero, ¿en qué país vive
usted? ¿Acaso no sabe lo que hacen con la gente inocente cuando la detienen?
¿No sabe de las personas desaparecidas y de las asesinadas? ¡El cementerio está
lleno de gente inocente! ¿Usted no lo sabe?
- No respondió. Y con ese silencio me lanzó a la calle, a la oscuridad de la noche, a las fauces de la dictadura. Yo tenía 20 años.
Por suerte yo no era católica, así que para mí él no representaba nada y no le hice caso. Pero siempre me he preguntado a cuantas personas católicas que fueron a pedir refugio les dijo lo mismo, cuántas se entregaron creyendo en la palabra de su autoridad, cuántas de ellas están desaparecidas. Me temo que nunca lo sabré porque la iglesia católica, como siempre, sigue escondiendo sus crímenes debajo de sus sotanas. Y después dan lecciones de moral.
LEON FERRARI
Artista plástico, escultor, escritor, nació en Buenos Aires en 1920. Vivió en Brasil desde 1976 hasta 1991. Hace escultura desde 1955, dibujo y grafismos desde 1962, collage y objetos desde 1964. Muestras colectivas: Di Tella (1965), Homenaje al Che (1967), Tucumán Arde (1968), Malvenido Rockefeller (1969), Bienal de La Habana (1986, 1994, 2001), Veinte Años (1996), Re-aligning vision (1977), Identidad (1998), Cantos Paralelos y Global Conceptualism: Points of Origin (1999), Heterotopías Reina Sofía (2000).
Publicó: Palabras Ajenas (1966-67), Nosotros no sabíamos (1976), Parahereges (1986), Cuadro Escrito y Hombres (1984), Biblia (1989), Exégesis (1993) entre otros libros.
Participó en congresos en Argentina y en el exterior. Algunas de sus ponencias: Conquista y religión, Jesús y el antisemitismo cristiano, Arte y Poder, Sexo y violencia en la iconografía cristiana.
Algunos premios: Konex (2012), Beca Guggenheim (1995), Medalla de las Abuelas de Plaza de Mayo (1977), Salón Belgrano (1998), Premio Costantini (2000), Premio Clamor Brzeska (2003).
Es socio honorario del Centro Argentino de Investigadores de Artes (CAIA) y miembro fundador del CIHABAPAI: Club de impíos herejes apóstatas blasfemos ateos paganos agnósticos e infieles, en formación; club que en 1997 y 2001 envío cartas al Papa pidiendo la anulación del Juicio Final, de la inmortalidad y el desalojo y demolición del Infierno. Cartas que, por supuesto, no fueron respondidas por Su Santidad.
La Iglesia advirtió que la muestra de Ferrari "es una blasfemia"
Lamento del artista
Fuente: La Nación, Argentina