(Día de San Leandro)
Para Antonio Miranda, autor de “Tu país está feliz”
Recordado Antonio:
Es mejor encender una luz
que maldecir la oscuridad.
(Proverbio chino)
Hoy,
Día de San Leandro, Rajatabla cumple años. Son veinte, contados a partir de
aquel 28 de febrero del 71, cuando en el viejo escenario del Ateneo se escuchó
por primera vez la voz de Xulio Formoso invitando a nuestra generación a venir
al teatro por el camino de la poesía. Poesía que era “un amor comprometido,
traducido en exigencias y duras penas, verbo metálico, blandido clamando el
despertar de tu conciencia”.
Tú vivías en Los Chaguaramos, Edificio Edén,
Tercer piso, Apartamento 15, y “lanzabas un grito de socorro”. Como lo
confesabas desde tu libro “éramos egoístas y pobres, la soledad nos hacía daño
y coleccionábamos tarjetas postales”. Al llamado de tu poesía respondieron
miles de jóvenes, la ciudad se llenó de pintas donde se denunciaba la falsa
felicidad del país, y la música de Xulio – simple y desasistida – se puso
clandestinamente de moda.
Miriam Fletcher lanzaba su toque de atención desde su
leída columna El Mundo que yo veo y Napoleón Bravo nos sostenía desde sus
primeros -gloriosos- programas de radio. Era tiempo de esperanza. Desde esos días
nada nos fue “a medias”; los intelectuales negaron el espectáculo al principio,
y al grupo después. Se nos acusó sólo de todo. No obstante el agua siguió el
curso del río, y con nosotros creció la alegría, el entusiasmo, la polémica,
nuestra propia vida, por decirlo de una vez.
Rajatabla
se hizo nuestra vida. Como virtud y defecto ha sido y es difícil determinar los
límites que definen al artista-rajatabla del hombre-rajatabla. Seguramente se
hizo carne en nosotros aquello que pregonabas con inocencia adolescente: “El
hombre ama todas las cosas, las individualiza, se proyecta en ellas, y en amar
se recupera”. Dando tumbos nos hemos recuperado en los fracasos y en los
éxitos.
Debes saber que estamos en deuda con casi todo el mundo. Con el Ateneo
(recuerdas qué esplendor) que abrió sus puertas y ventanas a esa locura que
“destruía puertas y ventanas”. No alcanzaban los días para un público que vivía
su ritual como protagonista de tu poema. Estamos en deuda con los actores que
pasaron por nuestros elencos, llenos de entusiasmo, siempre cerca de nuestras
angustias y alegrías. Son tantos, que citar algunos y obviar a otros,
desvirtuaría el sencillo homenaje que intenta este recuerdo. Nuestra deuda
alcanza a los amigos e instituciones que, dentro y fuera del país, nos pusieron
frente al reto de crecer, ofreciéndonos oportunidades de confrontar nuestro
proceso creador. Aprender rectificando. La adolescencia del grupo quedó atrás,
como en la vida, dolorosamente.
Rajatabla perdió y ganó. Pero como dice el
joven de Tu país está feliz: “donde perdí, me salvé”. En este débito de afecto
¿cómo olvidarte? ¿Cómo no lamentar que no puedas compartir nuestro Macondo este
Día de San Leandro?
Tú,
lo sabes muy bien, Rajatabla es un grupo de inmigrantes. Algunos de provincias
cercanas como Yaracuy o el Táchira, otros de algunas más remotas como Córdoba o
Montevideo o más lejos aún de Ermúa o Barcelona.
Por
eso nos afectan tanto los recuerdos, las fechas, los días de cumpleaños, los
nacimientos y las despedidas. Algo de nosotros se queda en los calendarios sin
uso, tal vez para continuar aquella tradición temprana de coleccionar tarjetas
postales.
Para combatir la nostalgia, como fuerza natural que nos lleva al
futuro, hemos llenado la casa de juventud. Organizaciones y movimientos, tanto
o más polémicos que el Rajatabla del 71, están conquistando nuevos espacios
para la imaginación. También a ellos los golpea el escepticismo antiguo de los
que parecen no celebrar el Año Nuevo. A ellos, como a nosotros en tu poema,
también les dicen “panfletarios, sentimentaloides, circunstanciales y hasta
personalistas”.
Ni
el hombre ni la poesía cambian. Pero el teatro, compañero inseparable
de nuestras vidas, nos da el chance de inventar un territorio diferente.
Nuestra casa está aquí, querido Antonio, abierta este día de
cumpleaños, y todos los días, en el mismo espíritu que movió banderas
blancas aquel febrero del 71. En este sentido nuestra deuda seguirá
creciendo, con el público que no abandona su exigencia, con los jóvenes
artistas implacables en la búsqueda de la perfección, con nuestra
ansiedad de crecer luchando contra el tiempo, con esta alegría de saber
que tuvimos el coraje de elegir, que en ello quedó una parte de
nosotros, pero se levantó otra, más sencilla y menos poderosa, más lejos
de la fama y el dinero, pero más próxima a ese desafío que hacía el
climas de Tu país está feliz:
“Persigo la imagen que hice de mí,
y siempre estoy en deuda conmigo mismo”.
|
Caracas, noviembre de 1971.
Fuente: Antonio Miranda
Carlos Giménez por Norma Aleandro,
actriz y directora, nominada al Oscar, ganadora del Golden Globe y del Festival
de Cannes: "Es imposible no sentir la ausencia de
un ser semejante, que ha dejado una huella imborrable en la cultura de un país
y del mundo", Buenos Aires, 29 de agosto de 2013