¡Denme una estrella amarilla! Un lúgubre parche
cosido con la forma de la
Estrella de David que cada judío se vio obligado a colocarse
en la Alemania
nazi así como en cada país que los alemanes conquistaron; cada país en Europa,
incluso algunos aliados de Alemania; cada cultura que buscaba exponer al judío
odiado.
Una estrella amarilla que se colocaron
mi padre y mi madre, mientras tú, Europa, te atenías a ello.
Eso es lo que soy para ti: el judío
culpable. El judío que roba. El asqueroso judío. El judío infrahumano. El judío
que sólo puede hacer el mal –bombardear a inocentes niños musulmanes— ya que
eso es, por supuesto, todo lo que hacemos, todo lo que siempre aspiramos como
una nación, una raza.
La estrella amarilla se nos impuso. Se
nos introdujo en nuestras gargantas. Significaba el deshonor y se asociaba al
antisemitismo, tal como ustedes probablemente saben. Debía ser un parche de
oprobio, tal como la
Letra Escarlata de Hawthorne. Pero 6 millones de veces peor.
Denme una estrella amarilla.
Quiero colocarme una estrella amarilla
encima de mi pecho izquierdo en cada pieza solitaria de ropa que posea. En mi
traje Armani, en mi camiseta Nike, en mi suéter Ralph Lauren, en mi capucha
Champion, mis jeans Diesel, mi chaqueta de ciclista de South Beach. Me la
colocaré incluso en la playa sobre mi pecho desnudo si hace falta.
Quiero caminar por las calles de París,
cerca del Marais y ser visto por ustedes, los antisemitas europeos.
Fuera de la Gran Sinagoga de
Estocolmo, el Centro Torah de Bruselas, el Memorial de Anna Frank en Ámsterdam,
el Museo del Holocausto en Berlín la
Casa de Sigmund Freud en Londres.
Quiero que todos ustedes me vean y
oírles decir: ‘Miren, aquí viene el judío, no es como el resto de nosotros. Tan
sólo es un sucio judío. Un asesino en masa. Mata a niños musulmanes y luego usa
su sangre para hacer bollos de Matzah, tal como el resto de los judíos.
Bombardean masivamente a gente inocente. Son inútiles salvo por su
conocimiento, sus premios Nobel, y su éxito. Matan niños, esos judíos.
¿No lo sabían? Los judíos son los
dueños de Hollywood, de los medios, de los bancos. Son la escoria de la tierra.
Roban. Hitler tenía razón. Vayamos a pintar esvásticas sobre las tumbas de sus
abuelos. Vayamos a darle una paliza. Vayamos a matarlo. Vayamos a asesinar a un
rabino en Miami o en Bruselas'.
Quiero una estrella amarilla.
Europa, para mí esa estrella amarilla
es un símbolo de todo lo que apoyo. Es un símbolo de sobrevivir al mal. Es
herencia y conocimiento. Tolerancia y optimismo. Es fuerza y confianza frente a
la debilidad e inseguridad de a quienes no se les ha enseñado suficientemente
bien lo que sus madres han debido enseñarles. Esa estrella amarilla es
educación, resistencia. Es lo bueno por encima de lo malo, y es vida.
Es testamento para todos quienes
murieron trágicamente llevándola, para que sus futuros hermanos y hermanas
sobrevivientes nunca sepan tener miedo de quienes son nuevamente. Para que
nunca se callen, para que nunca pidan disculpas por sobrevivir.
Gracias a ellos y, por supuesto, para
ellos, ese parche amarillo dejó de ser un parche de vergüenza hace tiempo. Es
mi parche de honor. Sobreviví a la indiferencia de ustedes, a su estupidez, a
su falta de humanidad, su odio y su ignorancia.
Para mí es Me Ca** en su Estrella
europea amarilla.
Es una estrella que ciega cualquier
otro emblema que promueve el odio. Ahoga la forma, el perfil y el color de las
esvásticas, de las banderas negras de ISIS y Al Qaeda, y el verde de Hamas o el
amarillo de Hezbollah.
Antes de ser llevados en manada a la
cámaras de gas hace cerca de 70 años, los judíos que portaban su estrella
amarilla oían decir “Maten a los judíos,” ”Heil Hitler”, El único judío bueno
es un judío muerto, “Judío ladrón” —y todo ello antes de ser condenados al
ostracismo de sus comunidades, desprendidos de sus pertenencias, bienes,
identidades, humanidad y eventualmente, sus vidas. Oían palabras. También
ocurrió en otros países. Como en el país de mi padre. País del que fue
expulsado por ser un judío. Por ser un sucio judío.
Siempre empieza con palabras.
El mismo género de palabras que estamos
oyendo ahora en los medios sociales de ustedes. En sus calles. En
demostraciones. En conversaciones. Palabras que no tienen nada que ver con
Israel, Palestina. Política.
El Medio Oriente o cualquier cosa. Tal
vez no estén muy felices con ISIS y Hamas, pero si o están tratando de
exponerlos por lo que son, entonces ustedes no son parte de la solución sino
parte del problema. Ustedes nada saben de su propia historia, nada sobre la
conquista islámica de Europa desde el año 626 hasta el día de hoy –la santa
Jihad. El zumbido del mundo se somete ahora al zumbido de palabras anti
israelitas y antisemitas. Palabras antisemitas a las que judíos como yo estamos
acostumbrados. Les hablo a ustedes, Dieudonné. Mel Gibson. Roger Waters. Y al
resto de ustedes, ignorantes que odian a los judíos. Y les hablo a ustedes,
Líderes Islámicos Radicales detrás de sus púlpitos predicando mentiras y odios
en nombre de Alá. Y a ustedes, espectadores inocentes en Europa.
Les hablo a ustedes, supuestamente
gentes liberales –amigos míos, incluso– que pasan demasiado tiempo hablando
acerca de Israel que lucha por su existencia en una guerra defensiva,
“desproporcionadamente” (como si el bombardeo de Dresden, la muerte de Bin
Laden, la invasión de Berlín por el Ejército Ruso nunca ocurrieron) pero
hablando muy poco acerca de los centenares de miles que están siendo asesinados
en Siria. Hablando muy poco sobre el hecho de que Isis se apodere del medio
oriente y clave cabezas en palos, que fusila gente en zanjas, que decapita a un
periodista en You Tube. Hablando muy poco sobre sirios gaseados o de un
semiculto Primer ministro turco que arroja el mismo género de antisemitismo
virulento que termina en una sola cosa.
Y no olviden el 11/9. El 7/7 de
Londres, las bomba en el tren de Madrid o el Maratón de Boston mientras están
en lo mismo.
Dirijan una buena y sólida mirada a mi
estrella amarilla. Vean de donde vino. Vean lo que se hizo después de que
nosotros, los judíos, nos vimos forzados a llevarla y pregúntense entonces:
¿les estamos haciendo lo mismo a otros? ¿Nosotros judíos? ¿Nosotros israelíes?
¿Estamos nosotros, los judíos determinados a exterminar gente? ¿Es acaso eso lo
que queremos? ¿O hay otros que hacen lo que ustedes piensan que nosotros
hacemos –otros que se niegan a expresar o a condena con una simple presión en
su botón de Me Gusta?
He aquí lo que el clérigo Pastor Martin
Niemöller escribió: “Primero quemaron sus libros y yo no hablé de ellos. Luego
vinieron por los judíos y yo no dije nada porque yo no era judío. Luego
vinieron por mí y ya no había nadie que pudiera hablar a favor mío” Escribió
esas líneas en 1933 –demasiado tarde– y se refería a los nazis. Pero esas
palabras suenan igualmente verdaderas.
En vista de más del 10% de la población
musulmana en Francia, más del 8% en Alemania, más del 6% en Inglaterra, de los
neonazis en cada país europeo, o del Udo Voigt nazi con una curul en la Comisión de Derechos
Humanos en el :Parlamento Europeo.
Yo, por mi parte, Europa, no voy a
ningún lado.
Nunca más. A pesar de que algunos lo
deseen, NUNCA MÁS.
Para cualquier otra persona que lea
esto desde lejos que pueda estar de acuerdo con lo que yo digo, ya se trate de
Judíos o no judíos, no se compadezcan de mí. Estamos bien y no tenemos miedo y
estamos aquí para quedarnos.
No temas, Europa, porque
no pretendo ser una víctima. Ninguno de nosotros lo somos. Y espero que tu
tampoco. Mi estrella amarilla se está enfrentando al extremismo en su cara.
¿Me siento bien con la
estrella amarilla? Totalmente.
Dr. Chaim Bernard
Tel-Aviv
(Carta al New York Times,
edición europea)
(Traducción: Carlos Armando Figueredo)
Fuente: Espacio Anna Frank