Mariana Rondón. Foto: Javier Etxezarreta /Efe |
“…yo entendí que lo que pasaba era que la película estaba
viendo al espectador, que las reacciones del espectador dependían de su experiencia personal”
“…yo entendí que lo que pasaba era que la película estaba viendo al espectador, que las reacciones del espectador dependían de su experiencia personal”
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Jurado
en el Festival de San Sebastián (donde el año pasado ganó la Concha de Oro) junto
a Nastassja Kinski, Oleg Sentsov, Reinhold Vorschneider, Fernando Bovaira, Vlad Ivanov, Eric Khoo y Marjane Satrapi, y donde compartió con estrellas como Denzel Washington, Pedro
Almodóvar, Antonio Banderas, Charlotte Gainsbourg, François Ozon … Mariana Rondón llegó a Buenos Aires para recibir
el Premio Argentores, dar conferencias y estrenar “Pelo Malo” (30 de octubre).
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“Pelo Malo”, dirigida y escrita por ella
y producida por Marité Ugás, ya ganó 13
premios internacionales desde su estreno el año pasado: San Sebastián, Cannes, Montreal, Torino, Argentina, Viña del Mar, Puerto Rico, Grecia, Marruecos,
y se vendió en 32 países. Está
protagonizada por Samantha Castillo y
Samuel Lange.
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Mariana
Rondón es directora, productora, guionista y artista plástica. Estudió Cine en
Francia y Cuba. “Pelo Malo” es su tercera película después de “Calle 22”
(cortometraje), “A la medianoche y media (2000), co-dirigido con Marité Ugás, y
“Postales de Leningrado” (2007). En total ha recibido más de 60 premios
internacionales.
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Como artista plástica realizó “Llegaste con la Brisa” presentado en diferentes ciudades del mundo y en las Olimpiadas de
Beijing (2008). Como productora fundó, junto a Marité Ugás, Sudaca Films y
produjo “El Chico que Miente” (2011), dirigida por Ugás, y prepara “Contactado”,
de Marité Ugás, para el 2015.
“No soy ni una persona ni una artista de las certezas”
Son las cuatro y media de la
tarde y Mariana Rondón está dando entrevistas, desde la mañana, a los medios
más importantes de Argentina: impresos, televisivos, radiales. Raro, y qué
bueno, que una película latinoamericana
convoque tanta prensa. Algo tiene ese “Pelo Malo”. A la hora de mi entrevista Mariana
está con un periodista. Se acerca Erica Denmond, amabilísima encargada de
prensa de la distribuidora de la película en Argentina, a disculparse por la
demora. Después de mí la esperan otras entrevistas y una función privada con
debate a las 8:30 p.m.
Marité Ugás, productora, y Mariana Rondón, directora-guionista, San Sebastián 2013 |
Mariana es de una sencillez, simpatía y alegría arrolladora. Durante la hora que duró la entrevista pasamos de la risa
a la carcajada y viceversa. Sólo unos segundos su rostro se nubló un poco. Creo que la risa de Mariana es su escudo y
detrás de él podemos ver un dolor que la atraviesa de punta a punta, como el
Guaire a Caracas, profundo y nauseabundo.
Y ella, como una alquimista, logra que veamos al río cristalino y
perfumado como cuando nuestras abuelas se bañaban en él y hacían picnics en sus
orillas.
Pero el dolor sigue allí.
Porque Mariana es una
sobreviviente.
Y esta es su historia, la de
sus películas, la de su arte.
Y es también un poco la historia de América Latina.
“Nada está perdido si tenemos el valor de reconocer que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo.” Julio Cortázar
Para
empezar, Mariana, quiero decirte que no quiero preguntarte sobre la situación
política de Venezuela, aunque me duela tanto, porque no quiero que la política tape
al arte. Y tampoco quiero preguntarte porqué siempre filmas con las mismas
mujeres ni porqué tu productora está integrada sólo por mujeres, porque si
fueras hombre nadie te haría preguntas tan estúpidas. Dicho esto, comencemos. Acabas
de ganar el premio Argentores en Argentina y el año pasado ganaste la Concha de
Oro en San Sebastián, además de muchos otros premios importantes. ¿Cómo te
sientes?
Bien, súper bonito. ¿Sabes
qué? El reconocimiento como que hace falta (se
ríe), uno lo agradece, uno lo quiere. Ahora, también me ha pasado una cosa
con la película y es que a veces los premios van peleados con el público, no
necesariamente responden a lo que pasa con la película y el público. Pero en
este caso está pasando también con el público, entonces esa sensación de poder
encontrarte de verdad y sentir como el público está afectado, está conmovido,
está impresionado por la película también es maravilloso, ¿sabes?
Me
contó Erica que ayer tuviste una función muy emocionante, que la gente no dejaba
de llorar.
Súper emocionante. Estaba
repleta la sala, la gente se estaba yendo ya y prendieron la luz y dijeron que
yo estaba allí y fue muy cómico porque todo el mundo se quedó parado. Entonces fue
una conversación de 600 personas pero
todos parados, y unos me hablaban sin
micrófono, otros pedían el micrófono, otro me hablaba desde lejísimo. Pero fue
súper bonito porque además me preguntaban cosas importantes de la película.
¿Qué
les impactó tanto?
Les impactaba el dolor que
había en la película. Y me decían por qué tanto dolor y yo les dije que en
parte era el dolor que yo estaba sintiendo cuando hice la película. Yo sentía y
siento, ahora te explico por qué, un agobio de ver cómo los seres humanos somos
tan torpes y avanzamos hacia las imposibilidades.
Mariana,
no vi tu película y no me queda claro leyendo la sinopsis, viendo el tráiler,
escuchando tu discurso cuando ganaste en San Sebastián, de qué va la película:
si es contra el racismo, contra la discriminación sexual o contra nada, (Mariana
se ríe) ¿de qué va la película?
Mira, te voy a contestar con
lo que dije ayer en el foro. Yo pensaba que estaba haciendo una película sobre
Venezuela y no desde el lugar de acusar,
reivindicar, no, sino diciendo: a mí lo que me está pasando es esto, más allá
de la verdad de todo el mundo. Lo concreto es que hay un dolor aquí y no logro
conseguirle un lugar donde vea esperanza. Entonces lo que me pasó mostrando la
película por el mundo, es que me di cuenta de que no es un problema solamente venezolano.
Resulta que el mundo está así, entonces ahora tengo un poquito más de angustia
que cuando comencé la película (se ríe).
Pero
niña, tú no eres Dios, tampoco tienes que andar cargando con el dolor del mundo
sobre tus espaldas.
(Ríe) No, no, ojo tampoco me voy a hacer la víctima, la estoy
pasando bien pero también ha sido confrontar y ver que el mundo está lleno de
fracturas. Y la película por eso va de muchas cosas, por eso la película hace
eco. Porque cuando yo decidí hacer la película era sobre la absoluta y urgente
necesidad de respetar las diferencias, de respetar al que piensa distinto, al
que cree distinto, al que es distinto.
¿El
que el niño sea afro-venezolano es una circunstancia o estás haciendo una
denuncia del racismo en Venezuela?
No, fíjate que no es una
denuncia.
¿Lo
elegiste por casualidad?
No, por casualidad no,
porque también tú sabes que el “pelo malo” no es una casualidad en Venezuela,
la gran mayoría tiene el pelo malo aunque no sea negro, que es además la combinación
más interesante de Venezuela. Cuando yo me meto a hacer Pelo Malo no es porque
estoy hablando sólo de los negros, estoy hablando del gran mestizaje que
tenemos. Y si estamos tan mestizos, si estamos tan complejamente mezclados, ¿por
qué no respetar las mezclas? Pero al mismo tiempo, por ejemplo, en la película
la mamá no acepta que el niño quiera alisarse el pelo y eso también es un no
respeto, no permitir que te alises el pelo. Tampoco hay que respetar todas las
tradiciones. Yo creo que hay que respetar las necesidades individuales, creo
mucho en la construcción de la identidad que puede ser la de un país, pero
también la individual. También las necesidades de cada individuo son
importantes. Y entonces como no le hago juicio a mis personajes y dejo espacios
abiertos para que cada espectador se pueda parar ante la película y verla desde
su experiencia personal, es que la película va de muchas cosas, y depende un
poco del lugar en que se encuentre el espectador cuando la ve.
A mí me ha pasado en
Washington, en una sala llena de negros, que la película para ellos es sobre el
racismo. Pero si la sala está llena de gays es sobre la homofobia. Pero si la sala
está en Estambul es sobre religión, política y fundamentalismo. Y si es en
Francia se arma una pelea entre hombres y mujeres por si las mujeres son o no
así, si una madre puede ser así o no. Entones lo que para mí es fascinante del
trabajo que hicimos es cómo el abanico se abrió y está hablando de las diferencias
y del respeto, pero para todo el mundo.
¿Y
tú imaginabas esto cuando comenzaste a escribir el guión?
Yo me propuse eso, pero me sentía completamente incapaz de lograrlo (se ríe).
¿Y
cuando terminaste el guión también sentiste que eras incapaz?
Sí,sí, para mí fue una gran
sorpresa lo que pasó cuando proyecté la película por primera vez en Francia,
sin terminar, en un festival de Cine en Construcción que se hace para conseguir
dinero para terminar las películas. Y eran unas 5 películas que habían
escogido, pasaba una película y decían: “bueno, tienes que mejorar el montaje,
pon la música…” Y yo estaba muy nerviosa porque estaba yendo con un corte menos
elaborado que las otras películas, estaba muy lejos de estar lista, no tenía
maqueta de nada, estaba muy cruda. Y
dije: aquí muero, me van a matar. Y
pasan la película y se arma una discusión brutal, pero la gente estaba hablando
de su mamá, de su tío, de su primo. Yo decía: ¿qué está pasando aquí? esto está muy mal, esto está grave. Porque además las peleas en la sala era
violentísimas, salían todas las diferencias entre las personas y eran todas
personas de la industria del cine de muchos países, acostumbrados a ver cine. Yo
no entendí lo que estaba pasando y salí de la sala y me persiguió una persona
que trabaja en un festival muy importante y me dice: “Eh,
Mariana, no estás mal ¿no? ¿sabes lo que acaba de pasar?” Y dije: no, bueno, súper complejo, súper conflictivo
esto. Y él me dice: “No, tú no
entendiste lo que pasó”. Y yo: ¿Qué pasó? Y él me dice: “Que triunfaste, que la gente está hablando
de sus problemas personales y si una película pone a la industria a hablar de
sus problemas personales es que acabas de hacer una película muy buena, así que
vamos, no te deprimas y vete a tomar unos vinos que esto está muy bien. Y si
antes de que llegue mi festival no estás en otro, en el mío estás, ¿ok?” (ríe)
Qué
divino.
Claro, él me dijo eso y te
juro que yo seguía sin entender sus palabras, porque es un momento muy
perturbador cuando muestras una película que no está lista y se arma aquel
caos. Yo seguía sin entender lo que había pasado pero empecé a tener alguna
idea, porque inmediatamente recibí 5 ofertas muy importantes de agentes de
venta y la película no estaba terminada. Entonces me regresé a mi casa y seguí haciendo mi trabajo igual que
lo había hecho hasta ese momento, porque en el festival nadie me había dicho
que modificara nada. Cuando la estrené en el Festival de Toronto fui más
consciente de lo que estaba pasando, porque ya el primer día varios
distribuidores la tomaron. Y en este momento la película se ha estrenado en 32
países, en Francia salió con 50 copias,
en Brasil le fue buenísimo, en Italia…
Yo
me enteré del éxito de tu película por mi amigo Luis Sedgwick Baez, crítico que cubre el festival de Toronto, porque tú sabes que en América Latina nos
cuesta mucho ver nuestro cine e incluso tener
noticias de él.
Sí, es más difícil, aunque
lo estamos logrando, traer la película a América Latina que al resto del mundo. Hay una distribuidora
que se llama Aura Cine que decidió
tomar la película, pero sin embargo es un camino siempre muy difícil, muy
complejo estrenar en Latinoamérica. Estoy hablando de un cine de autor, claro.
Mariana,
me da la impresión de que “Pelo Malo” es un pelo muy bueno para ti, como si
fuera tu consagración internacional. Porque te vi en la Televisora Española
como jurado del Festival de San Sebastián y me dio una alegría enorme y dije:
ay, esta niñita que yo conocí con sus
primeros cortos (Mariana ríe) ¡está
al lado de Nastassja Kinski,
un ícono de mi generación!
Y de la mía también, porque
yo soy una de las adoradoras de París-Texas.
Entonces
cuando te vi ahí dije: Mariana triunfó, ¿lo sientes así?
Sí, conocer a la
protagonista de París-Texas es cerrar un ciclo en la vida. (Reímos a carcajadas).
¿Sientes
que has llegado ya?
No, no, imagínate.
¿No?
¿No sientes que a partir de ahora va a ser más fácil filmar?
No, no creo que vaya a ser
más fácil.
¿No
se te abrió ninguna puerta cuando ganaste San Sebastián?
Sí, sí, claro que sí, claro
que hay más respeto, gente que antes seguía de largo ahora te pregunta que
proyectos tienes (ríe), pero yo creo
que el tipo de cine que yo hago es un trabajo de hormiguitas y que se sigue
haciendo en lo íntimo, en lo privado y austeramente. Porque lo otro es creer
que hay un estado superior de esto. No, acá hay
una industria que está muy lejos de mí, con unos mecanismos industriales
muy grandes y por el otro lado estamos los
directores que tratamos de construir poco
a poco un proyecto.
¿No
se te abrió o tú no quieres abrirte a la industria?
No, no (se ríe)
yo estoy abierta a lo que sea. Pero yo creo que el punto fundamental es que una
tiene además que contar con su espacio propio, con su país y eso
no sé cuán abierto esté (ríe).
Es
decir que tú sientes que si no cuentas con el apoyo de Venezuela no puedes
filmar.
Siento que es muy complejo,
claro, muy complejo.
Conseguir
dinero en el resto del mundo es muy difícil.
Es muy difícil, sí, porque
el resto del mundo lo necesita también.
¿Incluso
después de ganar San Sebastián y tantos otros premios?
Sí, hay más respeto, claro,
y yo imagino que cualquier proyecto que yo presente ahorita va a tener una
atención mucho más grande que la que tenía antes pero no es: ya, llegaste. No.
No
es que ahorita te ofrecen 10 millones de dólares.
No, nadie, nadie, ¿dónde
están? ¡Avísame por favor! (ríe a
carcajadas).
Y
en Venezuela cuando la estrenaste, ¿qué pasó?
Fue muy interesante. La
película estuvo 5 meses en cartelera, y para una película como esta eso es muy difícil,
al final quedó en 3 cines pequeños y la
gente no dejaba de ir. Hicimos un poquito más de 240 mil espectadores, que
también es un buen número. Claro, estaba en simultaneo con una película
comercial que hizo 2 millones de espectadores, entonces mis 240 mil suenan
chiquitos, pero son dos universos completamente distintos, eso yo lo tengo
claro, a lo mejor la gente no lo tiene muy claro pero yo sí y me parecen buenísimos los números que
hicimos. Pero sobretodo me pareció buenísimo lo que ha pasado con la película desde
dos lugares, por un lado están los críticos de cine que escriben y ya, y por el otro el público. Y lo que pasó con Pelo
Malo es que desde una ama de casa hasta un historiador, un filósofo, un sicólogo,
sobre todo los sicólogos, se dedicaron a escribir sobre “Pelo Malo”. Hubo
muchísimos artículos en Venezuela, también hubo una crítica internacional
enorme, pero lo mágico es que en Venezuela tanta gente se ha dado a la tarea de
escribir y reflexionar sobre “Pelo Malo”.
¿Y
el público?
Ahí voy, por otro lado en
las salas de cine parece que no había
función que no terminara sin pelea, sin conflictos, “¡yo no soy así!”, “¡claro
que eres así!” (ríe). La polémica
interna de lo que es reconocerse, de la identidad, de a qué te pareces, a qué
no te pareces, cómo te comportas…
¿Te
gusta que pase eso?
Claro que me gusta, me gusta
mucho y me llaman mucho la atención algunas reacciones del público. Me pasó a
mí, le pasó a la actriz, que nos encontramos con alguien que nos decía con
mucha bronca: “no me gustó, esa película es mala”. Y yo decía: “Ok, no te
gustó, está bien, es mala, cuéntame porqué es mala”. Y las respuestas: “¡es que
es uno termina muy triste!” “no hay
esperanza, a mí no me dicen qué van a hacer” “yo no me pude terminar de comer las cotufas”
(reímos). Entonces, cuando comienzas
a analizar a la gente que dice “no me gustó”, descubres que esa gente lo que estaba era profundamente dolida, que
no le gustaba haber sufrido. A mí me cambiaron la perspectiva esos comentarios.
O gente que me decía: “yo no entiendo por qué dicen que “Pelo Malo” es
violenta, eso no es violento nada, además no pasa nada en esa película”. Eso
habla de unas personas que viven en unos contextos donde han asumido y han
decidido que esa violencia es natural, entonces eso es muy fuerte. Empezar a
ver esos signos, empezar a descubrir esas cosas ha sido increíble.
Me pasó de ir a un foro
donde había muchos sicólogos y la gente se paraba y decía: “yo que la he visto
por tercera vez”… guau, “yo que la he visto por cuarta vez”, ¿qué pasa aquí? Al
fin dije: “miren señores la próxima ronda va por mi cuenta, se los suplico, yo
se las enseño, yo se las regalo, pero no la vean 4 o 5 veces porque eso me pone
muy nerviosa” (reímos a carcajadas). Y pasó algo muy bonito que me ayudó a entender
la película. Una sicóloga se paró y empezó a hablar, primero muy normal y
después empezó a sacar una furia dentro de ella y se descubrió como homofóbica,
se descubrió como racista, estaba diciendo todo eso y toda la sala estaba como
súper espantada y yo pensaba: “¿qué
hago?” Porque a ella le estaba pasando algo personal con la película, estaba sacando sus
problemas personales bien grandes, porque ella no me estaba contando a mí la
película, ella me estaba contando a mí sus problemas. Cuando ella terminó lo único
que se me ocurrió decirle fue: “mira, aparte de tú ver la película la película
te estaba viendo a ti.”
Qué
lindo.
Cuando yo le dije eso la
mujer se derrumbó y después tuve que consolarla durante horas y yo entendí que
eso era verdad, que lo que pasaba era que la película estaba viendo al
espectador, que las reacciones del espectador dependían de su experiencia personal.
Mariana,
¿y no te agota eso?
Sí, no sabes cómo… pero me
hizo reflexionar y entender mucho el sentido ético de esto. De que hay que
cuidar mucho el trabajo que haces, porque además tienes que contener al
espectador y no siempre vas estar ahí para poder atenderlo tú.
Pero
esa no es tu obligación.
Claro que no, pero sí hay
que reflexionar sobre el sentido ético del cineasta y cuando haces una película, de saber cuidar…. No tienes que dejar de
contar lo que tienes que contar ni cómo lo tienes que contar pero… En “Pelo
Malo” hay una secuencia final que para mí es muy importante, que yo no la quería y que la editora dijo: “o
la pones o yo renuncio”. Y como era la productora también me estaba poniendo en
un problema grave. “Si tú no pones esa
imagen yo no sigo en la película porque es fundamental, porque tú tienes que
darle una posibilidad al espectador cuando esta película termina de que respire”.
Yo no quería. Al final pactamos y la escena quedó ahí y ahora todos los días yo se lo agradezco,
porque hay muchos espectadores que de lo único que se pueden agarrar para
levantarse es de esa imagen del final.
Mira
Mariana, ¿y no se ocurrió escribir un artículo explicando “Pelo Malo” para que
los espectadores y espectadoras no
tengan que ir a llorar a ti o decirte “¡no me gustó!” y todas esas cosas?
(Se ríe) Mira, llevo dos días pensándolo, de que me oficio es el
oficio del abismo, de la duda, de la
incertidumbre, de trabajar con el dolor y con el alma …Y ahora entiendo la
dimensión de cada palabra. Pero yo soy una artista que necesita la duda, las
contradicciones, poder sobrevivir yo con mis contradicciones y un día sentir
una cosa y otro día sentir otra, pero no soy ni una persona ni una artista de
las certezas. No. No las tengo. Y de repente terminas envuelta en universos y
mundos donde….
Donde
tú caíste por casualidad.
¡Sí! Y tú dices: pero si yo
mañana te voy a decir todo lo contrario de lo que te dije hoy y va a estar bien
y tiene que estar bien, porque así soy yo como ser humano y de eso se trata mi
obra.
Mariana,
¿por qué elegiste ser cineasta? ¿Elegiste tú al cine o el cine te eligió a ti?
No, yo lo elegí y también el
abandono del cine lo he elegido yo. Pero no es dejarlo sino saber que hay cosas
del cine que no me gustan tanto.
¿Qué?
A mí no me gusta del cine, y
mira mi contradicción, su excesivo amor por las certezas, por las técnicas, por
su verdades únicas. Pero entonces lo que hago para escapar del cine es que soy
artística electrónico ¡y hago robots! (ambas
reímos). Y cuando hablo con los ingenieros ellos son dogmáticos con los
tornillos, y es que con los tornillos tienes que ser dogmático porque si no
están derechos no entran en la tuerca. Entonces es cuando dices: mira, pero el
dogmatismo tiene una razón de ser y un sentido en un espacio, ¡pero no en
todos!
Ok.
Pero eso no me dice por qué elegiste el cine.
Yo elegí el cine porque había
gente en mi familia cercana al cine pero sobre todo lo elegí por la vida que me
tocó llevar y cada diez minutos yo pensaba: “pero es que esto podría ser una
película.” Y era una vida con mis padres que… yo no sé si tú pudiste ver “Postales de Leningrado”….
No,
pero me interesa mucho que me hables de esa película.
“…es un comic porque si mi única referencia era el Submarino Amarillo, ¿cómo más la iba a hacer? Con El Submarino Amarillo y con la canción que más me gustaba a mí que era la de Batman, porque la única canción que yo escuché hasta que crecí (...) era “Hasta siempre Comandante” ...”
Bueno, esa película comienza
como empezó mi vida. Mi mamá está en las guerrillas de Lara, baja a
Barquisimeto a dar a luz, llega al hospital, nazco y resulta que fui el primer
bebé que nació un día de las Madres en Barquisimeto. Y como allí no pasaba nada
más importante que eso nos han sacado en primera plana del periódico a mi mamá
y a mí, en una foto (sonríe) . Bueno,
desde ese día empezamos a huir. Desde ahí hasta los 6 años más o menos que vino
la Pacificación con Caldera…
¿Tu
mamá se fue a la montaña?
No, estaba en la ciudad todo
el tiempo conmigo… no había casa, nos movíamos de un lado al otro, siempre en
la clandestinidad, con nombres falsos…
¿Tú
eras consciente de lo que estaba sucediendo?
Sí, bastante consiente. El
otro día yo conté una barbaridad, que cuando yo me peleaba con mi papa lo amenazaba diciéndole que iba a decir su nombre de verdad en la
tintorería, o sea ¡lo amenazaba con
delatarlo! (reímos). Y de eso trata
la película, de cómo construir una identidad falsa.
¿Y
cuándo pasaste a ser Mariana Rondón?
Cuando la Pacificación.
¿Y
trabajaste en terapia esa infancia tan dolorosa?
No, por eso un muy buen
amigo cuando hice “Postales de Leningrado” me dijo: “Mariana, era más barato ir para terapia, porque gastaste un dineral haciendo
esa película”, aunque realidad fue poco.
¿Y
cuándo comenzaste con la idea de escribirla?
Desde chiquita, porque uno
de los pocos lugares de escape que tenía, de intimidad, era cuando nos dejaban
a mí y a mis primos en la Cinemateca, para que nos entretuviéramos un rato.
Pero siempre se equivocaban y nos llevaban a ver la misma película, entonces
vimos Submarino Amarillo, no sé, unas 200 veces. Por eso en mi infancia creía que el cine era una sola película, El Submarino Amarillo, y la
primera vez que entré y no estaban pasando el Submarino Amarillo yo dije: ¡no, esto no es cine, vámonos que esto no es
cine! (carcajadas de ambas).
Entonces, claro, al ver el Submarino Amarillo yo siempre pensaba, después, un
poquito más grande, y mis primos también, que teníamos que hacer una película y
empecé a ver que cada historia podía ser una película y durante mucho tiempo yo
dije: no, yo no estoy preparada para
hacer esa película, porque tenía todavía una idea pomposa de los
fundamentalismos heroicos guerrilleros (sonríe).
Hasta que un amigo me dijo: “Mira,
Mariana, esa película nunca te va a funcionar, nunca te va a salir y por
supuesto nunca vas a estar preparada si no te metes tú dentro de ella, si no
eres un personaje de la película”. Y eso me cambió completamente la
perspectiva. Y la película es un desmadre total, porque no está contando la
historia de ninguna guerrilla sino que
está contando una historia de cómo reconstruir la memoria y es una
historia sobre el miedo, de cómo se aprende el miedo. (Una sombra de tristeza cruza por un instante el rostro siempre alegre
de Mariana)
¿Fue
doloroso escribir el guión?
No, pero un día recordé una
escena cuando vino la Pacificación y dijeron: “todos van a quedar libres” y mi mamá dijo: “yo no porque yo me fugué”. Porque antes de que yo naciera mi mamá cayó
presa y se fugó. Entonces mi mamá dijo: “a
mí no me va a llegar la Pacificación, yo voy a tener que cumplir la condena
anterior y después voy a salir”. Entonces hizo una maleta y nos fuimos,
ella se entregó y nos metieron en un cuartico durante horas…
¡¿Tu
mamá se entregó?!
Bueno sí, se entregó porque
era el momento de la Pacificación y le dijeron: “tú estás absuelta de estos cargos pero tienes que cumplir la condena
anterior, tienes que estar en la cárcel, ir a juicio”… Era un proceso casi
que rutinario, ¿no? Ella lo hizo y nunca se separó de mí. Yo tenía unos 5 o 6
años. En ese cuarto nos tuvieron horas y horas y después nos llevaron a la
cárcel de Los Teques, era de madrugada, nos hicieron esperar en la puerta a que
abrieran y entráramos. Ese instante de esperar en la puerta…. cuando recordé
ese instante que yo no lo recordaba dije: ah,
yo de lo que estoy hablando es del miedo. Esa escena no está en la película,
esa es mía, es la que yo me guardo, pero ahí supe que una de las cosas de las
que yo quería hablar era del miedo. Claro, la película es absolutamente
juguetona porque mis padres son absolutamente juguetones y me enseñaron a jugar
con todo (sonríe), y esa es una marca
mía, yo juego, construyo juguetes, me dedico a los juguetes.
Pero
perdóname, ¿y tu mamá quedó presa?
Sí, quedó presa y yo estuve
un tiempo con ella, a veces salía con mi papá, a veces volvía con ella. Las
presas políticas podían tener a sus hijos y los podían tener en su propia
celda.
¡¿Estuviste presa de niña?!
Sí, sí, por eso yo a los 12
años me retiré de todas las militancias, después de ese expediente ya me podía
retirar (se ríe y me hace reír). Ayer
me preguntaban y yo decía que no me interesa ninguna militancia, yo no creo en
eso.
A
pesar de la tragedia leí que hiciste la
película como un comic.
Sí, es un comic porque si mi
única referencia era el Submarino Amarillo, ¿cómo más la iba a hacer? Con El
Submarino Amarillo y con la canción que más me gustaba a mí que era la de
Batman, porque la única canción que yo escuché hasta que crecí y me pude
comprar mis discos, era “Hasta siempre Comandante” de Carlos Puebla. Si yo no
estaba adoctrinada, nadie más iba a estar adoctrinada. Entonces le dije al
músico de la película que me hiciera una versión de “Hasta siempre Comandante”
pero con la música de Batman (reímos).
El tipo se me quedó viendo así (pone cara
de incrédula) y me dijo: “Mariana,
¿te sirve el Avispón Verde? Porque yo a Batman no le llego”. Y yo: ¡dale,
Avispón Verde! (carcajadas de ambas).
Y después se nos unieron un montón de
rockeros mexicanos e hicieron una versión maravillosa. Entonces para mí fue buenísimo porque fue cerrar con cariño y con
displicencia, sin pomposidad, esa relación con todo ese mundo y con todo ese
universo, con absoluto amor y crítica.
¿Y
tu mamá y tu papá vieron la película?
Sí, la adoran. Mi mamá la
había visto como 15 veces y vuelve a
verla y hay una escena, y esto es genial, donde la niñita le pregunta a su
mamá: “Mamá, ¿y si a ti te matan qué hago
yo?”. Y mi mamá se da vuelta y me dice: “¿Tú sabes que tú me preguntabas a mí eso?”
y yo dije: esta
no ha visto nada, esta entra en la película y quien sabe que le pasa.
Entonces le dije: ¿y qué te pasa mamá con
la película? Y ella me dice: “es que
cuando nombran a mi mamá”, es decir a mi abuela, “yo ya no la veo más, yo ya no me doy cuenta que más está pasando.” Imagínate
(ríe). Entonces todos mis actores me
dicen que yo soy medio sicóloga. De
repente la vida te pone en situaciones donde aprendes a descubrir y … mi papá
era jefe de inteligencia de las guerrillas y yo creo que él simplemente me
transfirió esos mecanismos que hay que tener para protegerse, que es observar
al otro y saber cómo se mueve el otro y tal. Y durante muchos años yo me he
dedicado a bloquear esos mecanismos para no estar cuidándome de nadie y por eso termino haciendo tonterías
y diciendo barbaridades a la prensa, porque no me quiero cuidar, no me quiero
cuidar más, yo quiero decir lo que me de la gana y equivocarme, y si me
equivoqué me equivoqué y si no me equivoqué y eso es un problema, bueno, es un
problema, pero eso no tendría por qué ser grave.
¿Y
cómo recibió el público “Postales de Leningrado”? Porque no recuerdo que haya
muchas películas en Venezuela sobre la guerrilla.
No, no hay y en ese momento,
2007, no teníamos las posibilidades que tenemos ahora con la Ley del Cine, sin
embargo la vio mucha gente, unas 40 mil personas, que en esa época era
muchísimo. Era una película muy extraña para Venezuela en ese momento. Después
se hicieron otras películas, no con el tema pero sí como que copiaron la forma en que se hizo la película.
¿No
hubo polémica como con “Pelo Malo”?
No, con “Postales de
Leningrado” la gente fue muy respetuosa.
¿De
tu dolor?
Respetuosa del universo. Yo
creo que también había un reconocer que estábamos hablando de un espacio de la
memoria y creo además que yo hice la película
con mucho respeto, aunque también “Pelo Malo” la hice así y no han sido tan respetuosos. Pero el público
en general fue muy generoso.
¿Escribir
una novela de “Postales” no te gustaría?
¡Ay no! Ahí sí que te voy a
contestar como me contestó mi mamá
cuando le dije que iba a hacer “Postales de Leningrado”: ¡Ay Mariana, no, que aburrido, quien va a querer hablar de eso!” Y
yo seguí adelante. Y cuando estrené “Postales de Leningrado” ese mismo año
salieron en todo el continente películas muy parecidas, la mía es una
generación como que necesita hablar de ese tema, de lo que le pasó. A mí me pareció súper interesante hablar de
eso, saber si yo quería seguir haciendo cine después de esa película.
¿Y
quisiste?
Sí, sí quise seguir haciendo
cine… (ríe a carcajadas).
“…la exposición es un laboratorio clandestino donde cada 12 segundos se está tratando de crear a un nuevo ser mitológico, una nueva combinación genética”
Has
hecho pocas películas en 20 años. ¿Es porque no consigues la plata o porque te
interesan otras cosas?
Las dos cosas. Hice la
primera película y dejó de haber fondos en Venezuela para filmar, fue muy
difícil, no se conseguía nada. Cuando hice “Postales de Leningrado” había 3
centavos y me dijeron “tómalos o déjalos”,
los tomé y no estafé a todo el mundo pero tuve que pedir ayuda y filmar con tan
poco dinero que era casi una estafa, pero si no lo hacía así ya no iba a volver
a filmar porque pasó mucho tiempo, pasaron casi 7 años para que yo pudiera
volver a filmar. En ese camino, en ese durísimo camino antes de filmar
“Postales…” yo me dije: no puedo
limitarme al cine, porque para mí hay necesidad de muchos mundos y de
muchas maneras de hacer cosas y el dinero no puede ser un inconveniente. Dije: bueno, voy a empezar por robarme cosas,
y entonces iba por la calle robándome cosas e hice una instalación que era un
policial: Y Yo que la quise tanto. Era una escena del crimen y tú tenías que encontrar las pistas de
cómo había ocurrido ese crimen. Entonces lo que hice fue agarrar el cine y
meterlo dentro de una sala de museo, en el Museo de Arte Contemporáneo. Y todos
los días me llamaban porque alguien había dañado la obra, entonces yo iba y….
la habitación donde había transcurrido el crimen era muy cutre y cada vez que yo pasaba por ahí le escribía
alguna frase muy obscena en la pared. Entonces el Museo estaba muy nervioso
porque estaban dañando la obra (se ríe), entonces me mandaban a ir todos
los días y cuando llegaba era que habían descubierto una de mis frases obscenas
(carcajadas de ambas). Pero también
pasó que había un momento en que se veía una pareja haciendo el amor y un día
yo llego y digo: qué raro que no se
descubre la imagen, ¿qué pasa?, voy atrás y descubro que habían puesto un
tirro tapando el sexo (no puede dejar de reír)
de los personajes.
¿Censura?
Sí. Pero no sabemos si fue
el vigilante, si fue la curadora, si fue el jefe del Museo, no sabemos quién
fue, fue una censura misteriosa.
¿Y
el crimen lo resolvió alguien?
No, pero había fanáticos adolescentes
que se quedaban el fin de semana entero.
Guauu,
movilizaste a los jóvenes.
Sí, es muy gracioso porque
dicen que yo hago cine elitista e instalaciones populares, taquilleras, porque
siempre me pasa que las instalaciones se vuelven una emoción muy grande para la
gente. Hice eso y descubrí que tenía un
mundo por delante y que si no había plata para hacer cine yo tenía mucho que
hacer todavía.
¿Y
con eso podías vivir?
Ah no, con ninguna de las
cosas que yo hago se puede vivir. Sin embargo yo vivo. Entonces no hay problema
(ríe). Esa instalación tenía muchos
elementos eléctricos que los resolví yo como a ojo. Entonces me metí a trabajar
en un nuevo proyecto y ese proyecto se tomó 10 años. Si una película es
trabajosa, con ese proyecto me metí en un terreno que jamás imaginé. Para poder
financiarlo comencé a hacer proyectos e iba consiguiendo distintos apoyos. Conseguí
una beca en México y estuve un tiempo trabajando en un departamento de robótica.
Después, siempre en México, me pidieron
una sinopsis, entregué 10, me pidieron 20, entregué guiones junto con mi socia,
Marité Ugás, y nos contrataron como
directoras y estuvimos filmando aquí en Argentina una serie de televisión para
Estados Unidos. Se llama Post-Data y yo no sé cuál fue su final, pero pude
vivir de mi trabajo y me dejaron escribir los guiones, dirigir, trabajé con
actores maravillosos mexicanos y argentinos. Y ahí fue cuando volví a Venezuela
y dije: voy a hacer “Postales de
Leningrado con lo que exista, y la hice como pude y me volví a ir a México
y allí terminé “Postales…” y filmé otra
película para televisión. Entonces guardé mis cosas en caja y dije: ya vengo, voy a estrenar “Postales de
Leningrado”. Pero no volví. Dejé una casa armada porque nos dedicamos a
filmar películas en Venezuela con Sudaca. Marité filmó “El chico que miente” y le fue muy bien afuera, la estrenamos en
Berlín, e inmediatamente mientras estábamos haciendo la ronda de festivales yo
empecé a escribir “Pelo Malo” y la filmé.
¿Y
ahorita la cosa está un poquito mejor?
Ahorita estamos preparando
la película de Marité, que ella va a dirigir y yo producir.
Están
teniendo una pequeña continuidad.
Sí, estamos teniendo una
pequeña continuidad después de que tuvimos diez años durísimos para poder
filmar otra vez, pero no malos para hacer robots.
¿Cómo
son los robots?
Los puedes ver en la página de Sudaca Films, allí
están todos los videos, o busca en Vimeo el video “Llegaste con la Brisa”. Los
robots se definen por su grado de libertad. Esto (hace un movimiento) es un grado de libertad. Y si un robot puede hacer eso autónomamente se convierte en
robot. Pero además tiene 8 programaciones independientes. Al principio yo armé un robot con ruedas de bicicleta, de
patín y después me busqué un ingeniero y ya al final lo hicieron los ingenieros,
pero eso fue después de que hice toda la curva, que supe cómo era, de que
aprendí a hacer circuitos. Entonces me fui con una maleta a un laboratorio en
la Universidad Simón Bolívar y le dije a un profesor que necesitaba alguien que
me ayudara a hacer ese robot pero sólido y él consiguió al profesor más
desajustado que había en la Simón Bolívar y a su vez este buscó a dos tesistas que tenían que terminar
su tesis y no sabían qué tesis hacer. Y entonces tuve mis robots y realicé la
exposición “Llegaste con la Brisa”, que por lo menos cada seis meses la
presentaba en un lugar distinto. La última versión estuvo en las Olimpiadas de
Beijing, la actividad cultura de las Olimpiadas fue una exposición de arte
electrónico donde estaba toda la gente que se dedicaba a ese tipo de arte y
viajé con mis ingenieros, estuvimos quince días, yo que no sé sumar, restar ni dividir estaba allí y además
después de todo esto terminé dando clases en la Simón Bolívar, una materia que
se llama “Ingenio”. Y a partir de este proyecto cambiaron un poco la manera de
evaluar a los profesores, porque el proyecto era muy práctico y ellos
necesitaban datos teóricos pero como también venía acompañado de todo un
concepto artístico… la tesis de grado terminó siendo enorme. Cuando la presenté
en México la gente creía que yo era artista electrónico, nadie se imaginó que
yo hacía cine. También la presenté en Francia, España, muchos países, en sus
distintas versiones.
Qué
curioso, Mariana, que pases del cine a robots, que es como lo opuesto.
Sí, pero te estoy hablando
de la máquina, pero lo que pasa dentro de esa máquina, lo que hace esa máquina
es por lo que yo empecé a hacerla. Lo que pasa es que me divertí tanto haciendo
la máquina que casi que olvidé lo que pasaba adentro, y lo que pasa adentro es
mucho más divertido. El robot crea una
burbuja de jabón de 2 metros de diámetro más o menos y dentro de ella yo
proyecto seres transgénicos, combinaciones genéticos entre seres humanos y
animales.
¿Y
de dónde los sacas?
Los hago. Y para mí la
exposición es un laboratorio clandestino donde cada 12 segundos se está
tratando de crear a un nuevo ser mitológico, una nueva combinación genética,
que para mí son las laboratorios genéticos que existen ahora. Esto no lo
inventé yo, esto se lo escuché a una persona de la Comisión de Bioética de la
Comunidad Europea, que le estaba contando a su sobrino que tenían que
desmantelar laboratorios genéticos caseros donde los genetistas estaban
tratando de crear un ser mitológico.
¿Y
tus robots crean al ser mitológico o fracasan siempre o no lo puedes contar?
Hay una instancia donde
están creados y hay otra, que es la que más me interesa, que es el accidente
genético, porque yo creo que en unos años vamos a empezar a ver accidentes
genéticos en las calles.
¿A
ti te preocupa ese tema?
Ah no, a mí me encanta
porque me parece un espacio creativo. ¿Por qué los genetistas están tratando de
crear un ser mitológico? Porque lo hicieron los escritores, lo hicieron los
pintores, los escultores. Antes fue con la piedra, con la arcilla, con la
pintura, ahora es con la genética. (Erica
nos pone el video y Mariana continua hablando sobre las imágenes). En esa
instalación yo empiezo a jugar con las imágenes y a mezclarlas, a veces el pez
tiene un ojo humano y hay un momento que es súper mágico que es cuando la
burbuja se revienta y ese ser empieza a desvanecerse.
¿Cómo
lo recibió el público?
Esto es totalmente
hipnótico. Si yo quiero que la gente me quiera pongo esto. La gente lo
único que me pide es besarme, cosa que
ya llega un momento que es insoportable (ríe).
¿Cómo
hiciste para hacer las burbujas?
Me tomé 9 meses haciendo la fórmula
para que pudiera estirarse de esa manera, eso se llama tensión superficial.
¿Tú
estudiaste ingeniería o algo parecido?
No, todo lo hice de guataca
como se dice en Venezuela. Y todo pesa 500 kilos.
Mariana,
eres guionista, directora, productora y artista plástica, ¿cuál es el medio con
el que te expresas mejor?
Depende del momento. Pero
hago producción sólo porque se necesita, no porque me guste, pero si yo no
tuviera la capacidad de producir no podría hacer esto (se refiere a la instalación robótica).
Mariana,
¿qué te gustaría que pasara con tu vida artística? ¿Cuáles son tus sueños?
Hay tantas cosas que me gustaría
hacer que necesitan de una investigación científica, desde ir al espacio… Porque
el cine está más claro cómo se hace, en cambio esto es siempre un
descubrimiento.
¿Y
el cine no? ¿Cada guión no es una cosa nueva? ¿La respuesta del público no es
una cosa nueva? Ahora que ganaste San Sebastián ya te aburriste, ¡pero chica! ¿qué
es eso?
(Se ríe) No sé, debe ser que me gustan los retos, empezar otra cosa.
Yo hice esto porque lo que yo quería era estudiar genética, ese es el espacio creativo de este momento,
la genética, porque es ahí donde vas a crear el futuro, pero dije no, que
flojera ponerme a estudiar a esta altura. Y me tardé 10 años en terminar este
proyecto, hubiera estudiado genética y estaría haciendo monstruicos yo.
Si
crees en los milagros y se te concediera
uno, ¿qué te gustaría que te pasara en tu vida artística?
En lo personal me gustaría
vivir sin miedo, de hecho yo decidí hablar del miedo porque sentía que el miedo
se estaba aproximando, que el miedo estaba por venir. Pero en lo artístico me
gustaría… a mí lo que más me gusta de la vida es tener aventuras, entonces me
gustaría que lo nuevo que haga tenga mucho de aventura. Ahorita estamos en el proyecto de Marité
Ugás, del que no puedo hablar mucho porque es su proyecto y yo sólo soy la
productora, pero que implica un grado de aventura, es un proyecto al que le
hicimos una investigación documental y fue muy emocionante, entonces quiero
meterme en esa aventura nueva.
¿Hollywood?
A mí me encantaría ir a
hacer efectos especiales, ver cómo hacen los efectos especiales en Hollywood.
Dirigir no es que me niegue, no, pero
ese no es mi objetivo fundamental, a menos que se me ocurra un proyecto que su
lugar ideal sea Hollywood sí querría, pero como no lo tengo… Lo que pasa es que
a mí me gusta la trastienda, me encantaría ver toda la maquinaria del Circo du
Soleil, o participar en la creación del espectáculo de inauguración de las
olimpiadas.
¿Qué
director o directora te influenció?
Tarkovski. Él siempre será
un eje. Yo soy más cinéfila que cineasta y soy fanática de él. (Piensa)
Bergman… los italianos, por supuesto, que vi en mi adolescencia, después
renegué de ellos y ahora los estoy apreciando de nuevo. Y además me pasó algo
muy bonito cuando presenté la película
en Torino, que los críticos y el público me paraban y me decían: ¡Vero neorrealismo italiano el tuyo! Ok,
aquí podría estar, pensé. Fue muy bonito porque me dieron el Premio de Guión de
la Escuela Holden y me dijeron: “¿no te
gustaría venir a trabajar acá en guiones?” y yo dije: guau, está bueno, suena bien, cuando tenga tiempo lo voy a pensar (ríe).
Mariana, fue una entrevista muy interesante. Muchas gracias.
No, gracias a ti.
Buenos Aires
22 de octubre de 2014