"Mi dolor de exilio es tan grande que cubre todo mi cuerpo.

Muevo un dedo del pie y sufro".

Lejos de casa


ROLAND STREULI en el libro ENTREVISTAS (2025) de Viviana Marcela Iriart: “Mi vida es color, yo no soy una persona opaca ni blanco y negro”

 



 

Ravi Shankar, Roland y Yehudi Menuhin, Caracas. ©Roland Streuli

 

Philippe Genty, Francia ©Roland Streuli

 



Roland Streuli, el suizo más venezolano que tú puedas conocer, es fotógrafo, actor, interprete (es políglota); también fue bailarín, productor, director técnico de teatros y espectáculos, trotamundos.


Pero es con la fotografía de danza y teatro que Roland se ha ganado un lugar imprescindible en el mundo del arte. Dos veces ha ganado el Premio Mejor Fotógrafo Latinoamericano y ha sido premiado y condecorado en varios países. Su archivo de 5 décadas guarda lo mejor de la cultura no sólo venezolana, también mundial, porque gracias al Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC) creado por María Teresa Castillo y Carlos Giménez en 1973, tuvimos el privilegio de ver lo mejor de la cultura nacional y mundial de 5 continentes.


Y allí estuvo Roland, cámara en mano, registrando para la eternidad la efimeridad del arte.


Y sus fotos, como él, han recorrido el mundo. Publicadas en diarios, revistas, libros. Algunas forman parte de importantes museos del mundo, entre ellos el prestigioso Museo Ibsen de Noruega, que ha incluido sus fotos en varios libros publicados sobre el teatro noruego.


Ha publicado varios libros sobre la danza y el teatro en Venezuela. El primero en 1980, realizado junto con la fotógrafa Marta Mikulan, es un tesoro invaluable: 100 años del Teatro Municipal de Caracas.


Entre sus muchos libros sobre danza destaca La Danza en Venezuela,  cuyas fotografías impactaron tanto al prestigioso editor Ernesto Armitano que se volvió patrocinador y editor del mismo y lo publicó en  su editorial Armitano Editor, una de las más prestigiosas del mundo.


Y en 2023 sus fotografías de teatro fueron elegidas para ser parte de un capítulo del libro María Teresa Castillo-Carlos Giménez-Festival Internacional de Teatro 1973-1992, que hicimos junto con Rolando Peña, José Pulido, Karla Gómez y Carmen Carmona. Y también forman parte de la biografía Carlos Giménez el  Genio Irreverente, de mi autoría, publicado el mismo año.


Roland es tan generoso que, sabiendo que hacíamos todo sin dinero,  nos regaló esas fotos.


La generosidad de Roland va acompañada de un ego muy bien puesto, en un medio donde los egos enfermos son mayoría, y de una simpatía y una ternura que lo hacen absolutamente querible e inolvidable.


Nuestra amistad tiene más de 40 años y es  particular. Nunca nos tomamos un café. Nunca fui a su casa ni él a la mía. Nos encontrábamos en las calles, en los estrenos de teatro, en los festivales, en el  Ateneo, en Rajatabla. Después, cuando el Sida nos arrebató de un zarpazo a la mayoría de nuestros amigos, en los velorios. 


Él y yo somos al mismo tiempo testigos y sobrevivientes de un tiempo maravilloso y trágico. Y quizá por eso nos queremos, nos apoyamos y nos cuidamos tanto.


Y a mí me causa mucha alegría y orgullo que mi primera obra de teatro estrenada en Caracas, Puerta Abierta al Mar,  haya sido fotografiada por él. Y sacó tantas fotos impresionantemente maravillosas que hice un foto-video, para que todo el mundo pueda deleitarse con las imágenes que sus ojos de ángel supieron captar.




 


 

 

Pero la  mayoría de sus fotos permanecen inéditas. Y ese archivo de 5 décadas no puede perderse porque es la memoria del arte escénico mundial y, especialmente, venezolano. Lo único que nos queda.  Por eso hago un llamado a las universidades,  museos,  fundaciones, a las y los mecenas, para que lo compren, lo preserven y lo exhiban.


Y así, cuando esta humanidad haya desaparecido, dentro de millones de años alguien de la nueva humanidad encontrará su archivo y descubrirá, con asombro, que además de guerras fuimos capaces de crear arte.

 

 



INFANCIA

 

 

Roland en Jesucristo Super Star, Caracas 1983. ©Roland Streuli

 


 

 

Yo nací el 2 de  marzo de 1953 en Lausanne, Suiza,  y era pura bola: grandote, sin pelos, ojos azules, era como una canica. Y enseguida a los 2 años y medio o tres años, mi padre me llevó a la parte alemana de Suiza, en los Alpes, y me dejó con una hermana de él. Mi papá  y su hermana pasaron su infancia juntos en un orfanato. Mi tía no podía tener familia y entonces mi papá me dejó con ella.


Mi papá se divorció de mi madre y yo me quedé con él y con mi medio hermano, que era hijo de mi madre pero no de mi padre, pero el tribunal se lo quitó a mi madre por coño e ‘madre, imaginate cómo era que el tribunal le quitara a su primer hijo y se lo diera a mi padre aunque no era su padre biológico. Yo no juzgo, pero si el tribunal hizo eso, algo pasó. Ella siempre será mi madre pero  nunca la sentí como tal, aunque con los años yo traté de tener relación con ella y darle todo mi amor, pero no funcionó.


Mi padre acudió a los tribunales cuando un día, al volver del trabajo, encontró a mi medio hermano con el brazo roto, se lo había quebrado al caerse, él llorando, yo llorando, y mi madre de fiesta. Eso fue el fin para mi padre. Mi madre ya había sido violenta otras veces  y también había abortado a un hijo de mi padre, Roland I, y después nací yo, Roland II.


Así que me quedé con mi tía y hasta los 7 años estuve en el kindergarten.


Después mi padre se volvió a casar y yo estaba feliz en mi montaña, llevando una vida como la de Heidi, la niña del cuento que vive en los Alpes, con mis perritos, mis cabritas, dormía encima de una cobija, con un poco de trigo y heno encima de ella para que no me  picara, y con los ratoncitos andando por las paredes del chalet, bueno, yo digo chalet pero no era propiamente un chalet, era una casa que a mí me parecía hermosa y puedo decirte que tuve una infancia maravillosa. Aunque al principio fue difícil. Primero voy a explicar, para quien no lo sabe, que en Suiza se hablan tres idiomas, cada uno en su región: suizo-francesa, suizo-alemana e suiza-italiana. Y yo había nacido y vivido en la región suizo- francesa, así que hablaba francés. Y mi tía vivía en la zona suiza-alemana. Fue difícil al principio, te decía, primero porque tuve que aprender rápidamente a hablar alemán, porque ni mi tía ni nadie me entendía ni yo entendía a nadie. Y segundo porque yo no conocía a mi tía hasta el momento que mi papá me dejó con ella, así que para mí era una desconocida. Y además de un solo golpe perdí a mi padre y a mi madre. Así que yo me preguntaba qué era lo malo que había hecho yo para que mi madre y mi padre me hubieran abandonado. Eso todavía me duele pero lo superé. Hay muchas historias de esa época. Cuando mi madre abortó a Roland I mi padre no tenía la plata para hacerse cargo de los trámites del entierro, entonces los médicos le dijeron que donara el feto al Departamento de Ciencias y eso fue lo que hizo mi papá. Y con el tiempo y haciendo mucha investigación descubrí que mi hermanito Roland I estaba en exhibición metido en un frasco de formol en el Museo de  Ciencias Naturales de Lausanne en Suiza. Pero hace 4 o 5 años volví al Museo y mi hermano ya no estaba allí. Era muy duro para mí verlo en el frasco, siempre lloraba porque era mi hermanito, pues. Nunca lo conocí, obviamente, pero no sé, es como que la sangre llama a la sangre y su pérdida significó para mí un gran dolor.


A pesar de todas estas cosas, como no era un muchacho malo, seguí adelante con mi vida, aunque todavía estoy medio traumatizado.


 

 


 

INICIOS FOTOGRÁFICOS

 



Tadeusz Kantor, Roland y J.A. Paradisi Rangel, Caracas. ©Roland Streuli

  

 

Tú me preguntas cómo elegí la fotografía y en realidad fue ella la que me eligió a mí, porque yo nunca pensé en llegar a ser fotógrafo. De chiquito lo mío era más bien viajar, es más, yo quería ser chofer de camión para poder viajar. Me encantaba viajar, ir de un país a otro, conociendo otras culturas y empecé a viajar a los 12 o 13 años, yendo a conciertos a París y a otras ciudades, porque como no tenía familia que se preocupara por mí, porque mi padre se había casado con otra mala mujer, yo  hacía lo que quería.


Esa mujer era tan mala que con el cucharón con el que servía la sopa me daba golpes en la cabeza, hasta que un día lo doblé y lo tiré por la ventana, pero la muy malvada fue a la cajita donde yo guardaba mis ahorros, me los quitó y se compró un cucharón nuevo.


Durante el invierno teníamos clases en la nieve y además de darnos lecciones, nos enseñaban a esquiar y otros deportes de invierno. Y durante esas clases yo tomaba alguna que otra fotografía con una Kodak Instamatic y con una Kodak Poket. Y mandé a revelar los rollos en la ciudad y cuando fui a buscarlas la señora del negocio me dijo: “¡Ah, pero qué bonitas esas fotos! ¿Quién las sacó?” Le respondí que había sido yo. Y ella: “Pero qué bien, tienes muy buen gusto, tendrías que dedicarte un poco más a profundizar el tema”. Y yo pensé que seguro la señora le decía lo mismo a todo el mundo para que siguieran comprando rollos y revelándolos ahí. Así que no seguí su consejo. Pero siempre recordé lo que me dijo y esa fue la manera en que yo empecé con la fotografía. Y seguí sacando fotos y revelándolas en el mismo lugar y la señora: “¡Muy bien! ¡Cada día sacas mejores fotos!”.


Así seguí hasta que llegué a la edad madura y empecé a estudiar cine y fotografía. Fotografía en la Escuela de Fotografía Vevey y cine con Fredy Buache en  Lausanne. Y me fue bien. Y después trabajé en Arte y me metí a estudiar el examen de admisión para entrar en Bellas Artes: pintaba, hacía logos, afiches, hacía un poco de todo. Pasé el examen pero como yo era un año menor que los demás no me permitieron ingresar y me dijeron que regresara al año siguiente, cosa que me pareció totalmente estúpida e injusta porque si yo había aprobado el examen porqué diablos no me dejaban estudiar. Así que me enojé y me fui a estudiar Arte y Tipografía. Estuve allí hasta que se realizaron los Juegos de Lausanne e hice un afiche muy bueno para la Copa Marlboro que se iba a entregar en  un concierto de música. Pero me dijeron que el diseño era muy vanguardista, muy moderno, y no lo aceptaron. Me molestó pero lo acepté y seguí ahí. Y ¿qué veo 4 meses después de eso? Que el afiche que yo había diseñado se había ganado un premio y estaba en todos los carteles de la ciudad pero… ¡sin mi nombre! ¿Qué tal? Así de mala era la vida. Fue otro golpe más, y de golpe en golpe fue mi vida, hasta que aprendí a defenderme.


Así que, a partir de esa experiencia, me dediqué más a la fotografía, como autodidacta, porque había que pagar mucho en la escuela entonces me retiré y me dediqué más al cine.


Después de recorrer bastante mundo llegué a Venezuela. Y la primera obra de teatro que fotografié aquí se llamaba “Lecho Nupcial” con Flor Núñez, que en aquella época era mi secretaria en el Teatro Cadafe, donde yo era el Director Técnico. Ella y yo estudiábamos juntos teatro con  Fausto Verdial y  con Cabrujas. Esta obra era con el profesor Magariños, que por cierto se murió en mis brazos y dejó todos sus libros, discos, etc., a la fundación Cadafe,  fundación que desapareció como por arte de magia.


En el Teatro Cadafe, que era de la actriz América Alonso y su marido Daniel Farías, tuve la dicha de conocer a muchísimos talentosos artistas nacionales e internacionales, porque el teatro formaba parte del circuito del  Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC), como el  director teatral  y fundador del Festival, Carlos Giménez, y la bailarina Zhandra Rodríguez, y cuando la conocí a ella me enamoré de la danza. Zhandra me contrató y empecé a viajar con ella y su compañía por todo el mundo: fuimos a Japón, Alaska, Nueva York, Alemania, Suiza, España, Italia, China, Canadá… me gustó mucho.


Me preguntas si fue fácil o difícil el camino de la fotografía. Bueno, te diré que hubo altibajos. Porque yo tomaba las fotografías para mí, no trabajaba para ningún medio,  y no sabía si era bueno o malo. Uno siempre piensa que es bueno en lo que hace pero de ahí a que sea cierto… Hasta que  un día llegó el Ballet de Roland Petit, que era el Ballet Nacional de Marsella, con la bailarina principal que era Dominique Khalfouni y también estaba el genio Patrick Dupond, un bailarín muy famoso que después llegó a ser el director de la Opera de París y su bailarín principal y cuando ellos vieron mis fotos se enamoraron de ellas y me dijeron:

 

-            -Pero Roland, tú tienes que hacer un libro con todo ese material, ¡esas fotos son muy buenas!


-   Eso me animó mucho y fui a mostrarle mis fotografías a Armitano Editores. Me atendió Armitano y le encantó mi trabajo. Entonces yo  le dije que iba a buscar un patrocinador para publicar un libro y él me dijo:


- Roland, no busques a nadie, me encanta tu trabajo y lo patrocino yo. Después arreglamos el tema del dinero.

 

Yo por supuesto quedé asombrado y contentísimo y le dije que sí, imaginate, ¡era una de las mejores editoriales del mundo! Y así fue que  en 1989 salió publicado mi libro La Danza en Venezuela, que todavía puede comprarse en Amazon.


 

 




Vivir de la fotografía al principio no fue fácil, pero igual lo hacía. Yo me podría haber hecho millonario haciendo fotos de matrimonios, bautizos, fiestas, etc., etc., pero a mí, por loco o por creativo, me gustaba fotografiar arte. Y aunque ganaba poco eso me hizo feliz toda mi vida, que es lo más importante creo yo. No me importa no ser millonario y ser un pela bolas porque hay fotografías mías en importantes museos de todo el mundo, como por ejemplo Estados Unidos, Bélgica, Brasil, en el Museo Ibsen de Noruega. La compañía petrolera de Noruega fue la encargada de comprar todas las fotos que yo tomé de todas las compañías noruegas que vinieron el FITC y allí están, formando parte de varios libros, cosa que me llena de orgullo. Y también hay fotos mías en el libro que recoge 20 años de festivales internacionales en Caracas y  en la biografía de Carlos Giménez que tú escribiste.


Y eso es para mí lo importante, dejar una marca, una huella que es imborrable porque los libros siempre se quedan, igual que una buena película, una  buena canción.


Canciones nunca escribí pero sí actué en 10 largometrajes, inclusive aquí en Venezuela, y en obras de teatro. No estudié actuación pero algo se me tenía que pegar con todas las obras que yo monté, como productor y director técnico, y al  fotografiar tantos espectáculos hermosos.


 

(....)

Fragmento del libro ENTREVISTAS

Conversaciones con Viviana Marcela Iriart

Mayo-junio 2024

 

 

 


De venta en AMAZON









 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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