"(el exilio) es como si me hubieran atado de pies y manos a 4 caballos y me hubieran descuartizado pero dejado viva, un tronco humano que anda por ahí como puede"
Imagínate estar sentada en una sala de teatro, las luces están encendidas y todo brilla a tu alrededor, hay una excitación y una conciencia en el aire. De pronto, todo queda en silencio y las luces mueren lentamente. Todo es oscuridad y silencio. Frente a ti, la cuarta pared, que ahora es el pesado telón que de pronto se recoge con cansino movimiento animal y tus ojos, tu mente, están conscientes que esa cuarta pared, es el escenario iluminado. Entonces, en ese instante, entras en un mundo desconocido. Frente a tus ojos se desarrollará una historia de vida y tú serás un testigo mudo. Todo será como en un sueño. Y esta es la magia del teatro, en donde el escenario es un lugar sagrado. Entramos a participar como espectador en una forma de arte en apariencia común, que súbitamente se transforma en una extraordinaria realidad. ¡Magia! ¡Es el Teatro!
Julio Cortázar y Viviana Marcela Iriart. 1979. Foto Eduardo Gamondés |
El palpitar de una dramaturga
El teatro es una pasión en la vida de Viviana Marcela Iriart, pasión que ella nos develará a través de esta entrevista digital, puesto que ella está en Mar del Plata, Argentina, y yo estoy en el Silicon Valley, California.
Mujer de gran talento como dramaturga, así como periodista y cualquier género literario que mencionemos, aunque nunca hemos visto un poema escrito por ella. Quizá, porque este gran talento por las artes que posee nuestra entrevistada, sea genético, pues tiene dos hermanas que como nuestra invitada, se destacan en las artes. Una de ellas, es una brillante poeta, y la otra, una talentosa pintora y escenógrafa. Mas es mejor dejar el protagonismo a nuestra dramaturga y a su teatro; y ella nos contará cómo se dejó atrapar por esta magia de la escena.
¿Cómo llegaste al teatro?
Tanto en Argentina como en Venezuela por casualidad, aunque realmente no puedo decir que “llegué” al teatro en Argentina porque nunca tuve oportunidades aquí salvo la primera vez: Yo tenía 17 años y con mi hermana Beatriz estábamos fascinadas con los textos de la escritora Rosa Dror Alacid. Y teníamos un amigo, Carlos Pacheco, que se enamoró también y entonces decidimos hacer un unipersonal donde Bea actuaba, Carlos dirigía y yo tocaba, ¡qué caradura!, la música en vivo (porque en esa época estudiaba guitarra clásica). Teníamos una única función en el teatro de una escuela y el día de la función no recuerdo que pasó pero la escuela no abrió y nos quedamos sin estreno.
En Caracas fue todo muy profesional, alguien me recomendó a Nelly Garzón, la presidenta del ITI-Unesco Venezuela, que estaba produciendo una obra para el Festival Internacional de Teatro de Caracas de 1981 y necesitaba una secretaria. Los ensayos eran en el Teatro Nacional y la primera vez que fui a uno quedé absolutamente fascinada con esas personas que parecían tan libres, tan diferentes a las personas que venía conociendo hasta ese momento. Recuerdo que en la obra, además de Nelly, trabajaba Virginia Urdaneta y yo me sentía muy tímida frente a las actrices y los actores, me parecía que hacían algo fuera de serie y que yo era una persona más del montón. Creo que la obra era de Brecht y dirigía Temístocles López.
Allí también conocí a quien es una gran amiga desde entonces, la francesa Bernadette Chaudé, que fue un poco mi guía en esos años alocados del exilio, siempre que me quedaba sin trabajo ella me conseguía uno. Fue por ella que conocí a Carlos Giménez y a su hermana Anita, con quien fuimos grandes amigas. Tú sabes cómo es la gente en Venezuela, una vez que te abren la puerta, y la abren bien rápido, ya estás adentro y eres parte de la familia. Así que cuando la obra se acabó, y por ende mi trabajo, Bernadette me recomendó para que fuera guía de Invitados Especiales del Festival Internacional y fue una experiencia maravillosa. A partir de allí tuve muchos trabajos para poder comer, porque del teatro no se podía, pero nunca más me desligué del teatro, que se convirtió en mi casa, mi templo, mi religión, mi amor, “mi cómplice y todo” como dice el poema de Benedetti.
¿Cuándo se inicia tu pasión por el teatro?
En Caracas viendo los ensayos del ITI para el festival del que te hablé. Yo quería ser tan libre como me parecían que lo eran las actrices y los actores que hacían teatro. Descubrí un mundo desconocido que me fascinó. Hablando de edad, tenía yo 22 o 23 años, no era tan joven. Porque en Argentina yo era absolutamente cinéfila, literaria y musical. No iba al teatro.
¿Recuerdas cuál fue la primera obra de teatro que viste escenificada?
No sé si fue la primera pero sí la que hizo que descubriera al teatro: Arlequino Servidor de Dos Patrones, actuada por un gran elenco encabezado por China Zorrilla. Yo tenía 16 años y nos llevó a Buenos Aires a verla la profesora de literatura, Gladys Lopreto. Pero el teatro era caro y yo no tenía dinero, en cambio por un módico y único precio veía 3 películas en el mismo día. Pasaba lo mismo que ahora, el teatro no tiene cómo competir económicamente con el cine salvo que tenga subsidio, como sucedía en Venezuela.
¿Cuándo leíste tu primera obra de teatro?
Supongo que a la misma edad. No sé si fue la primera pero me importó tan poco que cuando la profesora me preguntó dónde transcurría Romeo y Julieta de Shakespeare, yo respondí: ¡Londres! Esa profesora fue fundamental en mi educación cultural, porque me hizo conocer a Lorca y hasta llevó un disco con poemas grabados por el propio Lorca. Pero yo era una joven de la narrativa, lo mío eran las novelas, los cuentos, la poesía. Leer teatro… nunca tuvo buena prensa, ¿no crees? Desde el exilio y mi “segundo encuentro” con el teatro leo mucho teatro, y agradezco que estén los libros publicados porque si no me hubiera perdido textos maravillosos que nunca fueron llevados a escena en Caracas. Los textos dramáticos tienen para mí el mismo valor que la narrativa. ¿Viste que hay gente que dice que una obra de teatro no está “completa” hasta que se la lleva a escena? Bueno, para mí eso es una gran mentira.
¿Recuerdas el título de la pieza y el autor de las piezas escenificadas o leídas?
No (se ríe), son tantas, imposible.
¿A qué edad te diste cuenta que el teatro era tu camino literario?
Ese es un pequeño detalle a aclarar porque fíjate, querida amiga, que el teatro no es mi camino literario. Yo soy una novelista, no una dramaturga. Dramaturga es Griselda Gambaro, Elisa Lerner …yo no. Yo escribo teatro porque mis personajes me lo piden, si no jamás elegiría la dramaturgia como forma de expresión literaria porque, como llegué tarde al teatro, en cambio las novelas y libros de cuentos estaban desparramadas en el suelo junto con las muñecas y las pelotas de fútbol desde que era una niña, siento un respeto profundísimo por la dramaturgia que no siento por la narrativa. Oh, claro que yo quería escribir como Julio Cortázar y Anais Nin, como Simone de Beauvoir, Violette Leduc y Marguerite Duras, ¡y Oriana Fallaci!, pero un día simplemente me di cuenta de que no podía, de que mi talento era limitado pero ese talento me hacía feliz y eso fue lo único que me importó desde ese momento. En cambio, gracias a Carlos Giménez, María Teresa Castillo y al Festival Internacional de Teatro de Caracas pude ver las mejores piezas, los mejores grupos, textos absolutamente maravillosos. Entonces no me siento cómoda escribiendo teatro; me considero una buena novelista, una más del montón, pero no una buena dramaturga, ni siquiera una dramaturga sino alguien que escribe teatro de vez en cuando porque no le queda más remedio.
¿Qué edad tenías cuando escribiste tu primera pieza teatral?
Grande. 26 años. Y fue por casualidad. Yo tenía el tema de “Puerta Abierta al Mar” en la cabeza, y comencé a escribirla como novela pero los personajes no se sentían “cómodos”. Entonces me pasé al guión de cine y me pasó lo mismo, los personajes no avanzaban. Hasta que se me ocurrió montarles en un escenario y allí la obra corrió como río montaña abajo. Pero me costó horrores, tardé casi 10 años en escribir “Puerta Abierta…” …¡y nadie puede decir que es una obra maestra! (se ríe).
Yo no los creo, Sonia, se crean solos. Igual que en las novelas.
¿Cómo nacen tus temas dramáticos?
De la experiencia, de la injusticia, del temor, del dolor…
¿Te gusta ir a ver teatro de otros autores?
¡Claro! Amo ver teatro, amo leer manuscritos, amo estar en cualquier ensayo. Amo al teatro.
¿Cuál es tu dramaturgo predilecto?
Me gustan muchísimo Griselda Gambaro, Elisa Lerner y Antonio Gala pero no tengo una “favorita” o “favorito”.
¿Cuál es tu director predilecto?
Ah, picarona, tú ya lo sabes, Carlos Giménez por supuesto. Y de las mujeres me gusta mucho Elia Schneider. Del extranjero me gustaba mucho Kantor, Eva Bergman y Lindsay Kemp.
¿Qué importancia tienen en tus piezas teatrales la escenografía, la iluminación, el vestuario, la música y el baile?
Es raro pero aunque a mí no me gustan, en general, las comedias musicales, todas mis piezas tienen música y baile, pero es porque los personajes me lo piden, ya ves tú. La iluminación para mí es fundamental al igual que la música. Puede que el vestuario sea pobrecito, que no haya escenografía, pero si tienes una buena iluminación y musicalización, listo, no necesitas nada más. Claro, dos actrices o actores maravillosos por supuesto. Y una gran dirección. Me gusta el teatro minimalista, de pocos objetos. Y sin embargo, fíjate las contradicciones, adoraba las enormes puestas en escena de Carlos Giménez.
Es mi obra favorita aunque la considero imperfecta. Me costó mucho escribirla, mucho dolor y los personajes, sin proponérmelo, terminaron siendo los mismos de mi novela Lejos de Casa.
¿Qué significó para ti escenificarla?
Oh, fue maravilloso, algo que había soñado mucho y que se dio mejor que en mis sueños porque el productor, Benjamín Cohen, hizo una producción “a lo Carlos Giménez”, toda la ciudad estaba empapelada con los afiches. Además creó un pequeño festival llamado “Tres dramaturgas del silencio al estallido”, así que tuve la suerte de compartir cartel con dos dramaturgas venezolanas buenísimas, Ana Teresa Sosa Llano y Carmen García Vilar. El festival era en homenaje a la gran mecenas de la cultura venezolana, Esther Dita Kohn de Cohen. Benjamín, además eligió dos actrices muy buenas y muy famosas porque hacían telenovelas, Rosalinda Serfaty y Fedra López, y además muy hermosas, que no tenían nada que ver con los personajes aparentemente y sin embargo, gracias al talento de ellas y la dirección de Aníbal Grunn, terminaron convenciendo tanto que el público lloró durante todas las funciones.
¿Quién la dirigió y quienes fueron las actrices o actores?
La dirigió alguien que tú conoces muy bien, Aníbal Grunn, y la interpretaron Rosalinda Serfaty y Fedra López, dos actrices que amo porque son maravillosas como actrices y como personas y porque representaron a mis personajes con infinito amor y verdad. Desde entonces somos amigas.
¿Fue impactante para ti ver a tus personajes sobre la escena?
Mucho. Y más me impactó cuando escuché al público llorar, porque Puerta Abierta es una obra argentina, que transcurre en Argentina, sobre el drama de la dictadura y el exilio. Aparentemente temas que no tenían que ver con Venezuela. Pero Puerta Abierta habla de un pueblo que se ama separado por una dictadura, y creo que eso fue lo que le llegó al público venezolano, porque en el 2007 Venezuela estaba tan dividida como ahora.
¿Qué significa en tu teatro y para ti el exilio, el ser forastera en este mundo pletórico de dictaduras y guerras?
Bueno, yo fui extranjera 10 años, después me sentí en Venezuela como en casa, sintiendo que era el lugar donde tenía que haber nacido. El problema de la extranjería, en mi caso, pasa por el lenguaje: ¿cómo escribir? ¿en argentino o en venezolano? Mientras fui extranjera escribí en argentino y desde que dejé de serlo escribo como los personajes lo pidan, aunque no escribo en absoluto en un venezolano típico… soy muy mala para los acentos, tú lo sabes, yo tengo un acento que no es de ningún lado y es de mil partes, así que mis personajes hablan como ellos quieren, pero como me usan como intermediaria se tienen que aguantar mis problemas lingüísticos.
¿Qué es la delación para la dramaturga y para la mujer que eres tú?
¿Quién soy yo para condenar a una persona que delató en una sesión de tortura? ¿Quién sabe lo que fue estar detenida-desaparecida en un campo de concentración? Nadie, salvo las personas que sobrevivieron. A mí me delataron, pero no siento nada hacia esas personas, porque muy joven, a los 20 años, descubrí que el miedo hace estragos con personas maravillosas.
¿Tuvo alguna importancia relevante en tu obra, la delación?
Sí, porque si no me hubieran delatado no habría sido perseguida, no habría estado asilada ni exiliada y por lo tanto mi escritura hubiera sido diferente. No obstante esto, el tema de la delación en “Puerta Abierta al Mar” no viene de mí sino de tres amigas del exilio, que fueron secuestradas porque sus maridos las delataron bajo tortura, y ellas les siguieron amando. Esa capacidad de amor a mí, que era bastante rencorosa (tal vez todavía lo sea) me sorprendió enormemente, por eso el tema aparece brevemente en la obra. Es un homenaje a esas amigas, una de las cuales ya murió; en ellas el amor le ganó al odio que la dictadura quiso imponerles. Son mis heroínas.
¿Cómo nació en ti el tema de Puerta Abierta al Mar?
De la desilusión que sentí al regresar a Argentina después de casi 5 años de exilio y encontrarme con un país que no reconocía y que no me reconocía; con mi gente que se había vuelto ajena y me trataban como ajena. Nace del desencuentro entre el gran amor que guardé por mi país y mi gente durante el exilio, que se tradujo en una activa militancia por los derechos humanos, y la realidad. Habíamos crecido en sentidos opuestos y por más que nos quisiéramos no podíamos encontrarnos.
¿Tú vuelta a la Argentina, tiene que ver con el retorno de tu personaje?
¡¡¡¡Ojalá!!!!!! No, tuvo que ver con mi rechazo al régimen chavista que en el 2007 estuvo muy duro en sus ataques a la libertad de expresión. Tuve miedo de que la historia se volviera a repetir y me autoexilié, aunque en mi país de origen, lo que me da muchas ventajas, como por ejemplo no tener que pelear por una visa. Pero estoy autoexiliada porque después de vivir 28 años en Venezuela ésta se convirtió en mi casa y Argentina en la casa muy querida de mi familia.
Mercedes Sosa, Viviana Marcela Iriart. Foto Eduardo Gamondés |
¿Mientras alguien dirigía tu obra, pudiste asistir a los ensayos y ver cómo se desarrollaba en escena la historia que tú tejiste?
Oh, sí, fue maravilloso. Ni Aníbal ni las chicas tuvieron problemas en que yo estuviera ahí y cada día de ensayo fue un día de gloria. Disfruté más los ensayos que las funciones porque, como te dije, en las funciones la gente lloraba y eso me provocaba tal dolor que un día no pude asistir más a las funciones, me quedaba afuera.
¿Las actrices dieron en sus personificaciones el personaje que tú creaste?
Sí, sí, fueron maravillosas. Aquí te dejo un video para que puedas, y pueda la gente, verlo si lo deseas.
¿El director o directora, interpretó tu tema y tu mensaje?
Bueno, no sé qué pasa pero YouTube no me deja subir el video en donde Rosalinda Serfaty y Fedra López actúan sino éste, donde son entrevistadas. Pero en mi canal de YouTube pueden verlo: Puerta Abierta Al Mar
Marcel Marceau, Viviana Marcela Iriart |
Inmediatamente. No hubo ni un sí ni un no entre Aníbal y yo, y tampoco con las actrices. No se cambió nada salvo la ambientación. Yo ubico la acción en una casa clase media en la ciudad y Aníbal la ubicó en una casa en la playa, cosa que me gustó muchísimo porque el sonido del mar y los pájaros contribuían con la melancolía de la obra.
Háblanos de la Tana y de sus tangos.
Yo estaba como en la décima corrección del manuscrito y no se me ocurría nada. Entonces un día estaba pasando a máquina unos cuentos de una amiga y mientras lo hacía escuchaba un cassette de la Tana, Susana Rinaldi. Y de repente…¡guau! Me di cuenta que una canción parecía escrita para "Puerta Abierta…” y seguí escuchando y me pasó lo mismo con otras canciones. Entonces simplemente las incorporé como parte del texto dramático. Sin esas canciones la obra no es la misma, pierde mucho.
Yo estaba como en la décima corrección del manuscrito y no se me ocurría nada. Entonces un día estaba pasando a máquina unos cuentos de una amiga y mientras lo hacía escuchaba un cassette de la Tana, Susana Rinaldi. Y de repente…¡guau! Me di cuenta que una canción parecía escrita para "Puerta Abierta…” y seguí escuchando y me pasó lo mismo con otras canciones. Entonces simplemente las incorporé como parte del texto dramático. Sin esas canciones la obra no es la misma, pierde mucho.
¿Por qué la Tana y no otra cantante?
Porque es la más grande intérprete de esos temas. ¡Es una genia! No por nada Julio Cortázar le dedicó un poema.
¿ Por qué ese o esos tangos y no otros por el estilo?
Porque sólo esos se relacionaban con mi obra y fíjate qué curioso, por pura casualidad todas las canciones fueron compuestas por mujeres.
¿Bailas tango y milonga?
¡Me encantaría! Ni salsa bailo. Adoro bailar y bailo todo el tiempo lo que yo llamo “estilo libre”, es decir… una porquería (se ríe). Pero me divierto mucho.
¿El tango está en tu pieza porque es un personaje más, algo subliminal en la obra, o tiene otra función en el desarrollo del drama?
Como te dije antes las canciones son parte de la trama.
¿Estás escribiendo otra pieza de teatro con otro tema, o la política de la Guerra Sucia del Cono sur aún está vigente en ti?
No, no estoy escribiendo teatro. Estoy escribiendo una novela negra, de detectives, y como yo no manejo el tema y soy muy floja para agarrar un taller, me la paso tirando flechas, divirtiéndome mucho porque escribo con total libertad. Que salga lo que tenga que salir. Ahora, lo que pasó en la dictadura siempre está presente en mí, y de una manera u otra sale en casi todo lo que escribo, simplemente porque la dictadura me partió por la mitad. Es más, es como si me hubieran atado de pies y manos a 4 caballos y me hubieran descuartizado pero dejado viva, un tronco humano que anda por ahí como puede. Me da rabia admitir que la dictadura me ganó, pero es la verdad, nunca volví a ser la misma que era antes de que “ella” apareciera en mi vida. Y negarlo sería una estupidez de mi parte. La dictadura me ganó, ¿y qué?
¿Piensas que eres una generación actante de esta guerra sucia y que por ello debes dejar tu propio testimonio sobre lo que pasó en tu país?
Bueno, no es que piense, es que fui una víctima de la dictadura simplemente por ser pacifista y oponerme a la guerra con Chile y al reclutamiento militar en una pequeña revistita underground que editaba, Machu Picchu. A veces siento que como ex exiliada tendría que dejar testimonio de lo terrible que fue el exilio, porque de ese tema no se habla, ni siquiera hay una reparación económica ni moral para las personas que fuimos condenadas al exilio. Pero ya tengo 58 años y estoy cansada, que otra agarre la posta, yo ya escribí lo que tenía que escribir. Si el tema vuelve a surgir naturalmente, entonces habrá otra novela u otra obra de teatro. Pero escribir por obligación, no. Nunca escribí por obligación. Los temas siempre aparecieron solos.
¿Existe en la Argentina y en sus artes la Memoria Histórica y los Derechos Humanos como tema siempre vivo?
Existe. Lo único que no me gusta es que durante el gobierno kirchnerista convirtieron a parte de los campos de exterminio en centros culturales… y yo no puedo ir a tomarme un café a un campo donde desaparecieron y fueron torturadas miles de personas. Simplemente no puedo. Quizá sea una manera de honrar la vida que encontraron las madres. Yo hubiera preferido que los campos de exterminio se convirtieran solamente en museos. Qué se yo. Es un tema doloroso y difícil. Por lo menos no se convirtieron en centros comerciales, como se pretendió alguna vez.
¿Hay alguna organización en tu país, que permita al artista como tú y otros, dejar su obra para que sea testigo para otras generaciones?
No tengo idea. Existen las bibliotecas de teatro adonde tú puedes ir a donar tu obra pero específicamente sobre ese tema, no lo sé.
¿Te sientes forastera en tu país?
Sí, porque mi país es Venezuela. Yo quería tanto a Argentina que cuando vivía acá uno de mis sobrenombres, de adolescente, era “argentinita”, porque siempre que alguien criticaba al país yo salía a defenderlo. Perder Argentina fue como perder lo mejor de mí.
Eduardo Galeano, Viviana Marcela Iriart, 1979. Foto Eduardo Gamondés |
¿Cómo es el exilio?
Es la muerte en vida. Pero comparado con estar detenida-desaparecida es un paraíso lleno de muertos vivos.
¿Cómo es volver?
En mi caso fue horrible. Volví el 31 de diciembre de 1983, apenas la democracia tenía unos días y todo el aparato dictatorial estaba en pie.
Por otro lado cuando volví me encontré con un país que no me reconocía y al que yo tampoco reconocía, ni siquiera a mi familia, a mis amistades. La dictadura había hecho una campaña muy fuerte en contra del exilio e incluso mentes brillantes como las de algunas amigas mías cayeron en esa trampa y creyeron que el exilio combatía a Argentina y no a la Dictadura, que era lo que hacíamos.
Aunque era muy joven, estaba por cumplir 26 años, mi intuición me dijo que era mejor volver con pasaje de ida y vuelta. Y así fue. Veinte días y regresé a Venezuela con 100 años más, estoy exagerando (se ríe): me había quedado apátrida.
Durante el exilio tenía un país por el cual luchar y al cual volver. Venezuela era un maravilloso país de paso, solidario como pocos, pero no era mi país. Así que estuve varios años sintiéndome apátrida hasta que hice psicoanálisis con una profesional maravillosa, Doris Berlín, y sin darme cuenta después de 4 largos años de terapia un día me desperté en Caracas sintiendo que estaba en casa. Y así fue hasta el día de hoy, cuando estoy autoexiliada de Venezuela desde el 2007. Simplemente no me gusta que me quiten la libertad; aunque en todos los regímenes políticos la libertad es relativa, en algunos es más que en otros.
Por otro lado cuando volví me encontré con un país que no me reconocía y al que yo tampoco reconocía, ni siquiera a mi familia, a mis amistades. La dictadura había hecho una campaña muy fuerte en contra del exilio e incluso mentes brillantes como las de algunas amigas mías cayeron en esa trampa y creyeron que el exilio combatía a Argentina y no a la Dictadura, que era lo que hacíamos.
Aunque era muy joven, estaba por cumplir 26 años, mi intuición me dijo que era mejor volver con pasaje de ida y vuelta. Y así fue. Veinte días y regresé a Venezuela con 100 años más, estoy exagerando (se ríe): me había quedado apátrida.
Durante el exilio tenía un país por el cual luchar y al cual volver. Venezuela era un maravilloso país de paso, solidario como pocos, pero no era mi país. Así que estuve varios años sintiéndome apátrida hasta que hice psicoanálisis con una profesional maravillosa, Doris Berlín, y sin darme cuenta después de 4 largos años de terapia un día me desperté en Caracas sintiendo que estaba en casa. Y así fue hasta el día de hoy, cuando estoy autoexiliada de Venezuela desde el 2007. Simplemente no me gusta que me quiten la libertad; aunque en todos los regímenes políticos la libertad es relativa, en algunos es más que en otros.
¿Cómo es escribir sobre tu país, tus vivencias desde la lejanía, desde el exilio, desde el desarraigo?
Mientras estuve exiliada yo escribí mi novela “Lejos de Casa”, que es casi autobiográfica, sin darme cuenta. Iba a escribir otra cosa y para llegar a esa otra cosa primero tenía que empezar por contar cómo había llegado a Venezuela. Fue una suerte que lo hiciera porque después me dio amnesia parcial, todavía la sufro, y no recuerdo mucho de las cosas que viví en esos años. Escribir sobre Argentina desde el exilio fue triste, claro, porque yo quería estar allí, no veía la hora en que la dictadura se acabara para poder volver. Y por supuesto idealicé un montón de cosas, como suele suceder. Por eso después el desencuentro.
¿Viviana, volviste a ser la misma después de escribir Puerta Abierta al Mar. Volviste a ser la misma después de escenificarla….?
Creo que sí, eso habría que preguntárselo a mis amigas y mi familia.
Dinos quién eres ahora Viviana, que estás en casa. Todo volvió a ser como antes, cuéntanos libremente cómo fue la huella que dejó en ti este episodio del teatro, como parte de tu vida de ayer y de hoy.
Querida, no te puedo responder porque no estoy en casa, estoy en casa prestada. Y en una casa en donde a la gente le cuesta mucho abrirte la puerta, así que estos casi 9 años que llevo de autoexilio han sido muy duros. Pero si sobreviví a la dictadura argentina, ¿por qué no voy a sobrevivir al chavismo? Es la ventaja, ¿te das cuenta?, de haber vivido mi primer exilio a los 21 años (se ríe). De todas maneras no todo es dolor. Ahora estoy viviendo en un pueblito montañoso en el interior del país. Alquilo una cabañita preciosa en una posada rural que tiene 3 hectáreas de jardín, bosque, estanque. Es “zona libre de televisión” como dice su propaganda, así que no me entero de lo que pasa en el mundo, aunque podría porque hay Wi Fi. Pero estoy dedicada a escribir, publicar libros, leer... Todos los días subo la montaña y eso me da una energía tremenda. En estos momentos, querida amiga, me siento muy feliz de estar donde estoy, haciendo lo que hago. Y muchísimas gracias, tesoro, por tu hermosa entrevista y por interesarte por mi trabajo y mi persona.
Silicon Valley, 24 de mayo de 2016
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