Antes de que llegara la antigüedad
los pájaros que morían
se convertían en turmalina y cornalina
Juan aseguró en el apocalipsis que la cara de dios era de jaspe y cornalina
en ese rostro habrán hecho las aves uno de sus mejores cementerios
Todas las montañas se formaron con los antepasados de los pájaros
A partir de un pájaro amarillo, azul y verde
que si lo enjaulan muere y en bella furia canta
nació el cerro de Caracas ondeando aguas y ramas
el Ávila de piedras y raíces, escupido de Pléyades
es nuestra montaña más concreta
Con una escoba de sueños quisiera barrer sus caminos
limpiarlos de miserias
Es tan grande que cupo en el universo una sola vez
cuando se dilataron los cielos
para que pudieran florecer los mangos
los tucusitos del Ávila parecen inventados por Borges:
vuelan hacia atrás porque les interesa más el principio que el final
El Ávila es enorme pero no es tan difícil cargarlo en la maleta
es completamente transportable en forma de sentimiento
especialmente si has mirado sus curvaturas de sirena,
sus crestas de animal acostado
O si alguna vez has escuchado las aguas hablando en Quebrada Quintero
sobre los modos de bajar hacia el Mar Caribe sin tener que preguntar la
dirección en el valle
En la tarde la montaña abre un ojo hecho de sol
Un ojo que se adormece en la cabeza voraz de los árboles resecos
de noche se agazapa con su aliento de ardores vegetales
lista para saltar de nuevo sobre el valle asustadizo con su corazón de conejo
he ahí la montaña que se alimenta de miradas
que del lado de la playa es el Ávila de Reverón
enloquecida de luz
y del lado de Caracas es el Ávila de Cabré
con el tornasol prestado por el colibrí rutilante
y todas las Pléyades estornudan de amor al agitarse el Capin Melao,
la hierba deliciosa
y por encima y por abajo es el Ávila de todos y de nadie
una montaña igual a la Virgen de Coromoto y a la Virgen del Valle
igual a La Chinita y a la Divina Pastora
porque no tienes que conocer en persona sus senderos
para creer que representa nuestros hábitos
La montaña era dormitorio de nubes hace un millón de años
y todavía lo es.
La montaña estaba ahí elaborando guacharacas
antes que surgiera la idea de confeccionar una muralla
que llamaríamos ciudad;
ese antiguo aire es lo que me reconforta.
El Ávila es un pájaro con mastranto en las alas,
es un dolor de incendios guardados en un cofre de raíces.
El Ávila es como decir amén cuando se reza por Caracas.
Caracas, 2014
José Pulido
Poeta, escritor, periodista venezolano
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